La
deportista estadounidense de snowboard Jamie Anderson, 23 años y ganadora de la
medalla de oro en la prueba de slopestyle femenino, ha declarado al semanario
US Weekly que los atletas desplazados a Sotchi para los Juegos Olímpicos (JJOO)
de invierno dedican el tiempo libre a, entre otras cosas, ligar a través de
Tinder, una aplicación de Internet “geolocalizada”, informa el canal
internacional France 24.
Tinder
en la villa olímpica –ha dicho la campeona- es otra dimensión. En este pueblo
de montaña solo hay atletas, es curioso. ¡Y hay tantos chicos guapos!”.
Como
soy nula en esto, copio la explicación: Tinder, aplicación creada en 2012 por
un joven estadounidense, aspira las informaciones básicas (edad, ciudad de
residencia, gustos y amigos comunes) de la cuenta de facebook del usuario, en
el momento en que se inscribe. Luego localiza los perfiles cercanos, en un
entorno de 2 kilómetros. Las dos partes tienen que “likarse” mutuamente.
Otra
deportista de snowboard, la neozelandesa Rebecca Torr, ha dicho en su cuenta de
Twitter que pensaba usar el sistema en Sotchi “para encontrar el amor”,
manifestando también su decepción por la ausencia del equipo jamaicano de
bobsleigh (que por lo visto “le pone”). Y es que “el sexo forma parte del
espíritu olímpico”, ha declarado sin cortarse un pelo. Manifestaciones que, en
Londres 2012, apuntaló su colega, la guardameta del equipo femenino de fútbol
americano Hope Solo: “He visto a gentes que hacían el amor al aire libre, sobre
el césped, entre los edificios… la gente se suelta”.
De
haberlo sabido, mis mejores años habrían tenido un sesgo muy distinto porque
con la posibilidad de unos JJOO cargados de sexo y rock’n’roll en el horizonte,
habría prestado más atención a los ejercicios de gimnasia que –en mi caso y en
mi colegio, de monjas y en la madrileña calle de Goya- en las gélidas mañanas
invernales del patio con vistas a las cocinas del inmueble trasero de la calle
Velázquez se empeñaba en que repitiéramos la conocida como “señorita de
falange” (modelo pilar primo de rivera, bigote incluido), que impartía las
clases con falda estrecha, zapatos de medio tacón y abrigo de pieles.
Esto
del sexo de los atletas –como si se tratara de algo diferente del de los demás
mortales- es un tema recurrente cada vez que se celebra una competición
internacional. En 2012, el canal CNN describía así la villa olímpica de Londres:
“Casi 3.000 apartamentos, unos junto a otros, que contienen más de 10.000 de
los mejores atletas del mundo, que han viajado desde 200 países para participar
en el evento (…) una poderosa mezcla de cuerpos hermosos, de jóvenes (…) en el
mismo lugar, en el mismo momento y alejados del mundo exterior”.
Lo
dicho, ¿se puede aspirar a más?: Un apolo en mi cama y sin compromiso, el
asunto dura solo 15 días. Además, y para prevenir errores, la organización de
los JJOO de Sotchi (como antes hicieron las de Londres o Vancouver), reparte
dos preservativos por atleta y día, según información de la emisora rusa Eco de
Moscú.
(Mención
aparte merece el tema de los atletas y visitantes gays, lesbianas, bisexuales y
transexuales, amenazados desde hace meses por Putin, al que le ha salido el
tiro por la culata: no solo están en Sotchi, participando y aplaudiendo las
pruebas e intentando ligar como todos, sino que además el movimiento de
solidaridad mundial que se ha creado en torno a ellos ha llegado hasta el punto
de que han desfilado equipos exhibiendo ostentosamente un chándal multicolor y
Google celebró la inauguración de los Juegos vistiendo su portada de arco
iris).
No hay comentarios:
Publicar un comentario