Un
amor loco y distintas formas de enfrentarse a la tragedia personal sería un
resumen apresurado del argumento de Alabama Monroe, cuarta película del
realizador belga Félix Van Groeningen basada en la obra teatral The Broken
Circle Breakdown, escrita por Johan Heldenbergh, también protagonista de la
película. Función y película que han cosechado un éxito importante, tanto en la
Bélgica flamenca como en Holanda.
Didier
toca el banjo (“demasiado tonto para la guitarra, demasiado malo para el
violín”) en un grupo de bluegrass –un fantástico conjunto de barbudos siglo
XXI, nada que ver pero muy próximos a los hippies barridos por la historia, que
hacen “el mejor, el country más puro” en los cafés de la zona- y Elise,
propietaria de un salón de tatuaje, cuyo cuerpo es un catálogo completo de las
muchas posibilidades que ofrece este ¿arte?, se conocen y ya no se separan
nunca. El suyo es un amor enloquecido y festivo puntuado en todo momento por
una sublime banda sonora que el músico Bjorn
Eriksson ha escrito especialmente para la película, e interpreta magistralmente
el grupo belga The Broken Circle Bluegrass, que lidera el mismo Johan
Heldenbergh.
Él es un ateo romántico, ella una creyente
muy sui generis. Elise –interpretada por la cantante belga Veerle Baetens-
se incorpora a la banda como cantante y
de su relación, siempre divertida y cargada de sorpresas cotidianas, nace
Maybelle (nombre-homenaje a una anciana negra que aparece en una de las piezas
del repertorio del grupo). Cuando a la pequeña le detectan una enfermedad
incurable, la pareja se va desintegrando enfrentada a la prueba más dura
imaginable, la que ni siquiera el amor puede ayudar a resistir…
Albama Monroe es una oda a la vida, casi
animal, en comunión con la naturaleza y los aspectos más deseables de la
existencia. Cuando los héroes de esta historia se conocen, Didier vive en una
caravana aparcada en la puerta de una granja semiderruida que le pertenece, y
que le cuesta mucho arreglar. En esa soledad, muy cerca de la civilización de
los pueblos cercanos pero completamente aislado, en el corto y escasamente
caluroso verano belga Didier se pasea desnudo, se ducha al aire libre, arregla
no se sabe bien qué en un remedo de taller; las gallinas acampan en su
camioneta, hay un perro amigo, algún caballo sin dueño aparente.
Elise, la pantera rubia tatuada, tiene los
pies en el suelo, viene de la ciudad y aporta a la cotidianidad de Didier un
punto de realismo. Ambos, que rinden culto a Estados Unidos como a una quimera,
se hunden en la desesperación cuando la tragedia les golpea de lleno. El
encanto y la buena y contenida interpretación de ambos protagonistas
contribuyen, y mucho, a la credibilidad de la historia y al impacto que causa
en el público. En España se puede ver a partir del 14 de febrero de 2014.
Alabama Monroe es también un emocionante
filme sobre el dolor, un psicomelodrama desgarrador sobre la paternidad
(genérico que incluye también la maternidad) que alterna momentos de felicidad
y de tragedia, hecho “tanto con las tripas como con pudor” (Frédéric Streauss,
Télérama), una historia intensa y violenta que puede herir algunas sensibilidades,
una “película musical radical” que ha recibido el Premio del Público en la
Berlinale 2013 y en el Festival de Cine Europeo de Sevilla y el Premio Lux del
Parlamento Europeo, que su productora va a emplear en subtitular la película
(cuya versión original está en flamenco) a las 24 lenguas que se hablan en la
UE.
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