Natural
de Salerno y residente en Milán, Giovanni Cafaro tiene 42 años, está licenciado
en Ciencias de la Comunicación y se define como “desocupado para todo”, informa
el diario romano La Repubblica. Tras quedarse sin trabajo en julio de 2013,
después de prestar largos y leales servicios como director de marketing en una
empresa de moda , Giovanni ha decidido desafiar la crisis ofreciéndose como
“hombre para todo” a hacer lo que la gente no tiene tiempo o ganas: desde la
compra de la semana a la cola en las ventanillas. Cuando no le contratan,
recorre las calles de la capital de la moda repartiendo pasquines que llevan escrito:
'' ¿Tu cola en la ventanilla? A partir de hoy la hago yo por 10 euros a la hora''.
No
es una idea totalmente original, en los países del bloque soviético, durante
los años de la guerra fría y el Muro, los ancianos que teóricamente no tenían
nada que hacer sustituían a toda la familia en los almacenes y las
interminables filas de espera en las ventanillas de la administración, por las
que había que pasar tanto para recibir la cartilla de racionamiento como para
renovar el contrato de trabajo o solicitar una semana de vacaciones en algún
balneario del Mar Muerto.
Soltero,
Giovanni no quería regresar al profundo Sur a volver a vivir con sus padres, ni
le tentaba la idea de buscar otros horizontes en el extranjero. “Mandé más de
500 curricula, recibí menos de diez respuestas y solo en cinco empresas me
llamaron para una entrevista. Cuando tienes más de 40 años piensan que eres ya demasiado
viejo, o muy caro”. Y parece que Giovanni ha acertado en la elección de su
nuevo trabajo anticrisis, que ha tenido una idea genial para un país donde
–como en otros- siempre hay que hacer cola para arreglar asuntos
administrativos (pagar los impuestos, recurrir una multa o enviar una carta
certificada, por ejemplo); colas que en ocasiones duran varias horas.
Tiene
una media de dos clientes diarios y está funcionando el boca a boca. Cuando ve
que le quedan pocas personas delante, Giovanni telefonea al cliente que llega
en el último minuto y resuelve el trámite. Le factura 10 euros por hora y le da
un recibo, porque declara sus ingresos al fisco: ”Me han llamado incluso de
Nápoles. Si las cosas siguen así de bien, abriré sucursales en otras ciudades”.
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