Madre e hijo, un retrato de la
Rumania actual un tanto decadente y al borde del caos, está centrado en la
figura de una agobiante y manipuladora madre (Luminita Gheorghiu, una actriz
veterana y espléndida, La muerte del señor Lazarescu, 4 meses 3 semanas y 2
días), incapaz de concebir que las relaciones humanas sean otra cosa que un
permanente pulso de poder, y dispuesta a hacer lo que sea para evitar que su
hijo, culpable de un accidente automovilístico, tenga que ir a la cárcel.
Firmada por el realizador rumano Calin Peter Netzer, Madre e Hijo –en algunos
cines españoles desde el 21 de mayo de 2014, y en otros a partir del 23- fue la
ganadora de la Berlinale 2013 y acumuló hasta 8 Premios Gopo, galardones que
entrega anualmente la Academia del cine rumano.
A Cornelia, una mujer de la burguesía nacida
en la capital tras la caída del régimen autoritario de Ceaucescu, que tiene
amigos ricos y poderosos, no le gusta que su hijo Barbu (Bogdan
Dumitrache), de 40 años, haya optado por vivir su vida lejos de las faldas
maternas. Por su parte, el hijo evita todo lo posible la presencia de esa madre
posesiva y controladora que pretende prolongar hasta el infinito una relación
enfermiza; cuanto más la rechaza él, más intenta ella inmiscuirse. Cuando
Cornelia se entera de que Barbu es el culpable en un accidente que ha costado
la vida a un adolescente de familia humilde, pone en marcha todos sus resortes
e influencia para impedir que se entregue y tenga que pagar por su imprudencia.
Su capacidad de manipulación se corresponde muy bien con la corrupción
ambiental.
A
través de la relación entre esos dos seres, que se quieren pero no se
entienden, el realizador traza el boceto de un país que, casi treinta años
después del derrocamiento y ejecución del dictador (25 de diciembre 1989),
arrastra un pasado que tiene todavía un peso enorme y que – como en el resto de
las antiguas repúblicas de la órbita soviética- ha dado a luz a una generación
de nuevos ricos sin escrúpulos, impermeable a todo lo que no responda a sus
expectativas.
Incomunicación,
incomprensión, contradicciones, conflicto generacional… La cámara de Madre e
Hijo recoge todos esos sentimientos en los rostros de los personajes: a veces,
incluso, lo contrario de lo que dicen con palabras. El mensaje de la película
no es solamente rumano, tiene carácter universal.
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