El
23 de mayo de 2014 llega a las
pantallas españolas la película israelí Big Bad Wolves, algo así como grandes
lobos malos, comedia muy, muy negra, versión siglo XXI de la fábula de
Caperucita y el Lobo lo que significa niños abusados por pederastas (y no
pedófilos, en castellano son dos cosas distintas), de la que Quentin Tarantino
aseguró que era “la mejor película que había visto en 2013” y el último
Festival de Sitges (ya saben, cine fantástico y de terror) le adjudicó el
Premio a la Mejor Dirección (Navot Papushado y Aharon Keshales que tienen la
peculiaridad de ser profesor y alumno y trabajar por segunda vez juntos; la
primera fue también de terror, Rabies).
Desde
luego no es la mejor película que yo he visto, ni mucho menos, pero sí una de
las más crueles y sangrientas, con algunas de las escenas más sádicas que me ha
sido dado contemplar seguramente porque esto del cine fantástico no está entre
mis favoritos y la crueldad no me gusta en ningún soporte. En lo que no
coincido, evidentemente, con los festivales dedicados al género, donde ha sido
muy aplaudida, ni con la Academia de Cine Israelí que la premió con siete
estatuillas, incluidos mejor guión, mejor dirección y mejor fotografía.
Una serie de brutales asesinatos trastorna la vida
de tres hombres: el padre de una de las víctimas, sediento de venganza, un
detective de la policía poco escrupulosos con los métodos que emplea y un
profesor de teología, principal sospechoso... Torturado por la policía para que
confiese, Dror (Rotem Keinan), el joven maestro es finalmente puesto en
libertad. La policía sigue buscando al pederasta que viola y asesina a las
niñas pero Micki (Lior Ashkenazi), un inspector degradado por los errores
cometidos, sigue por su cuenta al profesor, persuadido de que es culpable, y en
su empeño coincide con Gidi (Tzachi Grad), el padre de la última niña asesinada,
decidido a hacer justicia por su cuenta.
Definido por algunos comentaristas como
perteneciente al género de “tortura porno” puesto de moda por la saga Saw
(serie australiano-americana iniciada en 2004 que hasta la fecha ha dado como
resultado siete películas y dos juegos de vídeo), da una visión que hiela la
sangre de la sociedad israelí, aderezada con un humor negro, muy negro también,
bastante difícil de encajar por el espectador, pese a que el mensaje viene a
ser que los intentos de venganza personal pueden llegar a ser incluso
ridículos, y desde luego están condenados al fracaso, y “peor todavía, que
engendran males aún más desastrosos”. Estos personajes completamente amorales
que –dado el contexto- tienen como vecinos a unos árabes, a quienes aceptan
pero consideran inferiores y tratan condescendientemente, y están defendidos por
una policía tan corrupta como los criminales que persigue, creo que no va
aceptarse muy bien por estos pagos.
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