martes, 20 de mayo de 2014

Big Bad Wolves, lo peor de cada casa israelí




El 23 de mayo de 2014 llega a las pantallas españolas la película israelí Big Bad Wolves, algo así como grandes lobos malos, comedia muy, muy negra, versión siglo XXI de la fábula de Caperucita y el Lobo lo que significa niños abusados por pederastas (y no pedófilos, en castellano son dos cosas distintas), de la que Quentin Tarantino aseguró que era “la mejor película que había visto en 2013” y el último Festival de Sitges (ya saben, cine fantástico y de terror) le adjudicó el Premio a la Mejor Dirección (Navot Papushado y Aharon Keshales que tienen la peculiaridad de ser profesor y alumno y trabajar por segunda vez juntos; la primera fue también de terror, Rabies).

Desde luego no es la mejor película que yo he visto, ni mucho menos, pero sí una de las más crueles y sangrientas, con algunas de las escenas más sádicas que me ha sido dado contemplar seguramente porque esto del cine fantástico no está entre mis favoritos y la crueldad no me gusta en ningún soporte. En lo que no coincido, evidentemente, con los festivales dedicados al género, donde ha sido muy aplaudida, ni con la Academia de Cine Israelí que la premió con siete estatuillas, incluidos mejor guión, mejor dirección y mejor fotografía.


Una serie de brutales asesinatos trastorna la vida de tres hombres: el padre de una de las víctimas, sediento de venganza, un detective de la policía poco escrupulosos con los métodos que emplea y un profesor de teología, principal sospechoso... Torturado por la policía para que confiese, Dror (Rotem Keinan), el joven maestro es finalmente puesto en libertad. La policía sigue buscando al pederasta que viola y asesina a las niñas pero Micki (Lior Ashkenazi), un inspector degradado por los errores cometidos, sigue por su cuenta al profesor, persuadido de que es culpable, y en su empeño coincide con Gidi (Tzachi Grad), el padre de la última niña asesinada, decidido a hacer justicia por su cuenta.


Definido por algunos comentaristas como perteneciente al género de “tortura porno” puesto de moda por la saga Saw (serie australiano-americana iniciada en 2004 que hasta la fecha ha dado como resultado siete películas y dos juegos de vídeo), da una visión que hiela la sangre de la sociedad israelí, aderezada con un humor negro, muy negro también, bastante difícil de encajar por el espectador, pese a que el mensaje viene a ser que los intentos de venganza personal pueden llegar a ser incluso ridículos, y desde luego están condenados al fracaso, y “peor todavía, que engendran males aún más desastrosos”. Estos personajes completamente amorales que –dado el contexto- tienen como vecinos a unos árabes, a quienes aceptan pero consideran inferiores y tratan condescendientemente, y están defendidos por una policía tan corrupta como los criminales que persigue, creo que no va aceptarse muy bien por estos pagos.


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