Un
tribunal sudanés ha condenado a una mujer cristiana a la pena de muerte por
“apostasía” y a la de flagelación por “adulterio”, informa Amnistía
Internacional (AI) que está recogiendo firmas para apoyar una carta dirigida al
ministro de Justicia sudanés, pidiendo la libertad de la detenida y el
sobreseimiento de la causa.
Meriam
Yehya Ibrahim, embarazada de ocho meses, se encuentra actualmente detenida
junto con otro hijo de 20 meses, acusada de adulterio por haberse casado con un
cristiano de Sudán del Sur. El tribunal añadió el cargo de apostasía cuando
Meriam, educada en la fe cristiana ortodoxa, manifestó que no era musulmana.
«Condenar
a muerte a una mujer por sus convicciones religiosas, y a ser flagelada porque
se ha casado con un hombre de una religión presuntamente distinta, es algo muy
preocupante y odioso. El adulterio y la apostasía son “actuaciones” que no
deberían figurar en el código penal, ni considerarse infracciones. Lo que están
haciendo con Meriam es una flagrante violación del derecho internacional en
materia de derechos humanos», ha manifestado Manar Idriss, investigadora de AI
sobre Sudán.
AI
define a Meriam como presa de opinión: “AI considera que Meriam es una presa de
opinión, declarada culpable solo por sus convicciones y su identidad religiosa.
Debe ser pyuesta en libertad inmediatamente y sin condiciones. El derecho a la
libertad de pensamiento, conciencia y religión, que implica el derecho a tener
convicciones, es muy amplio y abarca la libertad de opinión sobre todos los
temas, las convicciones personales y la práctica de una religión y una
creencia”.
En 2013, en Sudán se llevaron a
cabo al menos 21 ejecuciones. Oficialmente de dictaron 29 condenas a muerte,
pero la organización humanitaria estima que el número real de condenados es
superior al centenar. Las autoridades sudanesas siguen recurriendo a la pena de
muerte para reprimir las actividades, reales o supuestas, de los grupos
políticos de oposición.
Por
otra parte AI pide también, en una carta dirigida al dictador uzbeko Islam
Karimov, la libertad de Dilorom Abdoukadirova, presa de conciencia que está
cumpliendo una condena de 18 años de reclusión en Uzbekistán. Fue maltratada y
torturada durante los meses en que estuvo detenida antes del juicio.
Dilorom
Abdoukadirova trabajaba como agricultora en la pequeña propiedad que su familia
tiene en Andijan, Uzbekistán. El 13 de mayo de 2005 se manifestó pacíficamente
en la capital junto a otros miles de personas que protestaban por la situación
económica del país. Cuando la policía abrió fuego sobre los manifestantes,
causando numerosos muertos, Dilorom huyo a la frontera y consiguió un visado de
refugiada en Australia.
Cuatro
años después decidió regresar a visitar a su familia y, nada más llegar, fue
detenida en el aeropuerto de Tashkent y acusada de intentar derrocar el orden
constitucional y de haber salido ilegalmente del territorio. Juzgada en abril
de 2010, se presentó ante el tribunal de Andijan muy delgada y con heridas en
el rostro. Tras un juicio amañado fue declarada culpable y condenada a 10 años
y 2 meses de cárcel. En 2012, acusada de infringir el reglamento carcelario con
su “mal comportamiento”, le aumentaron la pena en ocho años más.
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