En
todas partes cuecen habas, aunque eso no sea un consuelo. Después de dedicar
dos años a investigar sus andanzas, la guardia de finanzas italiana embargó por
orden judicial, el 7 de noviembre de 2013, bienes por valor de 300 millones de
euros al empresario Giovanni Montresor, ciudadano de Verona, quien entre 1996 y
2008 no tenía “nada que declarar al fisco” y entre 2009 y 2011 declaró tan solo
13 euros.
Los
bienes embargados por la justicia, una inmensa fortuna patrimonial, incluyen
entre otras cosas 9 empresas, más 2.350.000 metros cuadrados de terreno en las
provincias de Verona, Gorizia, Belluno y Brescia (el equivalente a más de 300
campos de fútbol reglamentarios), 18 inmuebles y 7 vehículos, por un valor
total estimado en 300 millones de euros.
Acusado
de corrupción y estafa, en caso de no poder probar la legalidad de ese
patrimonio, el total de lo embargado irá a parar a las arcas del estado. De
hecho, ninguno de los bienes está a nombre del empresario Montresor; algunos
figuran como activos de sociedades off-shore y otros pertenecen legalmente a
distintos miembros de su familia. Giovanni Montresor, de 68 años, “Lolo” para
los amigos, gusta definirse como un autodidacta que empezó a trabajar en el
matadero de su padre y dio un gran salto económico cuando decidió meterse en
negocios inmobiliarios.
Para
las autoridades italianas se trata de “acabar con el juego del ratón y el gato
que ha durado varios años”: “En Venecia, Verona, Treviso y Europa del Este,
Giovanni Montresor es conocido como un rico propietario de tierras, que
acostumbra pagar sus adquisiciones con fajos de billetes”, decía en 2011 el
semanario italiano L’Espresso.
Entonces,
el periodista Paolo Bondini escribia: “Tenía una montaña de dinero, al menos
201 millones de euros invertidos en una maravillosa “sociedad-cajafuerte”
luxemburguesa… En Bussolengo, el pequeño pueblo donde nació y creció, había
construido un sorprendente rascacielos rosa que lleva el nombre de su familia:
Montresor Tower, que incluye un hotel puesto a nombre de sus sobrinos, comprado
con “comisiones” procedentes de los impuestos de los contribuyentes destinados
a construir hoteles para el Mundial de Fútbol ‘90”.
…
Y, sin embargo, durante doce años no hizo declaración de renta. En 2009 se dio
a conocer al fisco de nuevo declarando 4 euros; en 2010 aumentó la cantidad, 4
euros él y 1 su mujer…”. El interfecto justificaba en 2011 tan exigua
contribución fiscal diciendo que lo que gastaba era “dinero que he prestado y
me devuelven, o movimientos de capital de una de mis empresas a otra, y eso no
son rentas. Mis sociedades pagan sus impuestos pero yo, personalmente, no tengo
ingresos”.
La
imparable carrera hacia los beneficios millonarios de Giovanni Montresor
comenzó “creando estructuras en el Reino Unido, después en Madeira y finalmente
en Luxemburgo”. Estuvo implicado en los procesos por corrupción a comienzos de
los años 1990 (Tangentopoli), inculpado de haber desviado dinero público
de la organización de la Copa del Mundo de fútbol de aquel año: se le acusó de
haber conseguido bajo mano hacerse con miles de millones de liras para
construir su famoso rascacielos rosa; fue indultado tras proporcionar a la
policía judicial informaciones que provocaron la caída “en cascada de políticos
locales a los que había sobornado”.
Después
de salir indemne de Tangentopoli, Lolo cambió la orientación de sus
negocios. Liquidó algunas empresas, transfirió otras sociedades al extranjero y
en 1996 dejó de presentar la declaración de la renta. Una primera etapa en Gran
Bretaña y en 2000 se trasladó a Madeira, el paraíso fiscal portugués. En 2005
desembarcó en Luxemburgo donde, según la investigación actual, posee una
sociedad anónima llamada Kempisky propietaria de una “laguna verde” en Eraclea,
cerca de Venecia: 180 hectáreas de tierras, en teoría protegidas pero en la
práctica transformables en área edificable: los políticos locales –todos de la
derecha, PdL de Berlusconi y Liga Norte- aprobaron en su día “una cascada de
cemento: 480.000 metros cúbicos de villas”.
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