Con
el título Espagne: Le juancarlisme est mort, vive la
monarchie ! (España: El juancarlismo ha muerto, viva la monarquía), un tal
Christophe Barret, que añade a su firma “investigador en ciencias de la
educación”, publica un artículo en el semanario digital francés Causer (www.causer.fr), en el que defiende la tesis de
que a pesar de “el juancarlismo ha muerto”, la república como forma de gobierno
solo seduce a la “izquierda de la izquierda” española.
Ese de “izquierda de
la izquierda” es un término muy usado en el lenguaje coloquial francés (aquí,
menos), y también en la prensa de nuestros vecinos, para designar a todo el
espectro ideológico que se dibuja a la izquierda de la socialdemocracia del
partido socialista francés, PS.
El autor del
artículo, después de detenerse a explicar que “la Corona va mal” porque no
consigue levantar cabeza a partir del momento en que el yerno del rey está
acusado de desvío de fondos públicos en su propio beneficio, y de asegurar que
el mejor revelador son las manifestaciones callejeras, donde esa izquierda de
la izquierda “enarbola con orgullo la bandera de la Segunda República”, pasa a
la explicación de su tesis basándose en que de las 12.617 mociones presentadas
en la Conferencia política del PSOE, celebrada el fin de semana del 9/10
noviembre de 2013, tan solo 53 mencionaban la abolición de la monarquía:
“Cuando se reúnen para fijar las grandes líneas de la próxima década, los
socialistas españoles analizan problemas económicos y sociales, pero no
rechazan el régimen monárquico”, escribe no sin sorpresa.
Para este analista,
en un momento como el actual cuando ha vuelto a aparecer el fantasma, nunca
ocultado, de los deseos independentistas de algunas de las zonas más prósperas
del país, la “institución real, que ha dado muestras de una formidable
capacidad de adaptación”, sigue siendo un “fermento de unidad nacional frente a
las veleidades de independencia”.
Que la
historiografía, oficial o no, se estén planteando el papel de la monarquía en
los próximos años, cuando será inevitable la desaparición del actual monarca y
habrá que enfrentarse al problema de la sucesión (o de la definitiva
desaparición de la institución), es para el autor del artículo señal de que
este pueblo nuestro ahora está convencido de que “la restauración monárquica de
1975 no fue solo un capricho de Franco” (sino algo así como “la menos mala de
todas las soluciones posibles”) y de que, con el tiempo y los sucesivos
escándalos de una familia –la de los Borbones- que nada tienen que envidiar a
los de otras muchas familias corruptas por el poder y el dinero, “los españoles
han dejado de ser juancarlistas pero se han vuelto monárquicos”.
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