“… en este noviembre funerario y
mortuorio, en estos días que se enlutan a las cinco en punto de la tarde
mientras muero de amor por las personas que quiero y las ideas que padezco. Con
todo mi agradecimiento por haberos conocido…”. (Ricardo Romanos, Noviembre).
"El hombre es la única criatura que se niega a ser lo que es. (Albert Camus, L’homme revolté).
El 7 de noviembre de 2013
Albert Camus, uno de los más grandes y sinceros escritores franceses del siglo
XX, hubiera cumplido 100 años. Si los Premios Nobel de Literatura siguen
teniendo su valor inicial, y no el de la repercusión mediática y el reparto
político de los últimos tiempos, el suyo de 1957 avala aún más una trayectoria
impecable que se inició en un pueblo del norte africano perteneciente a Argelia
(su padre murió en Francia en la primera guerra mundial, su madre era de origen
español), pasó por la facultad de Filosofía y Letras de La Sorbona con una beca
de estudios, por la Resistencia francesa durante la segunda guerra mundial, por
el grupo Combat (de cuya revista fue redactor jefe) y terminó demasiado pronto,
a los 46 años, tras la publicación de novelas y dramas teatrales, y una serie
de relatos, ensayos, cartas y artículos que, medio siglo más tarde, siguen
siendo documentos de base para tesis doctorales y escritos políticos varios.
Citado, reivindicado, comentado, con el tiempo se ha convertido en una
referencia ineludible para pensar el mundo.
Tal y como está previsto, “el 7 de noviembre iremos
todos a alguna librería para celebrar el nacimiento de Albert Camus. –escribe
Raphäel Sorin en el blog Lettres ouvertes, en el diario francés Libération- Su
editor, Gallimard, ha ampliado para la ocasión el ‘cementerio particular’, la
colección Pléiade que reserva a sus mejores escritores. Con su look bogartiano
y su muerte a lo James Dean, el autor de El extranjero… debería tener ya un
lugar en el Panthéon, si no fuera tan hermoso el cementerio de Lourmarin donde
reposa”.
En Lourmarin
Camus había encontrado los paisajes y el clima mediterráneo que le recordaban a
la Argelia de su infancia. En el camino de Lourmarin a París, en la nacional 5
y en una recta con buena visibilidad cerca de Petit-Villeblevin Camus tropezó
con la muerte a bordo de un Facel Vega, el automóvil deportivo que conducía
Michel Gallimard. La leyenda cuenta que dos días antes, el 2 de enero de 1960,
Camus había comentado al enterarse de la muerte del ciclista Fausto Coppi: “No
conozco nada más idiota que morir en un accidente de auto”. Con el dinero del
Nobel, la familia compró una casa en el centro del pueblo. Allí vive y gestiona
la obra del padre -“un padre tolerante pero exigente”- Catherina, la niña que
aún no había cumplido 15 años cuando se quedó huérfana el 4 de enero de aquel
1960. En el cementerio de Lourmarin, la sobriedad de una mata de lavanda, un
laurel rosa y algunas piedras indican donde está la tumba de Albert Camus.
“Todos los días viene alguien, nunca estoy sola”, dice Catherine.
Quienes
acudan el 7 de noviembre a las librerías francesas encontrarán la reedición de
la primera biografía escrita por el estadounidense Herbert R. Lottman (para la
memoria, el 24 de noviembre de 1978, el veterano periodista de la televisión
pública francesa Bernard Pivot iniciaba el programa literario Apostrophes con esta frase: “Si
hubiéramos tomado el pulso de Camus y Mauriac estoy seguro de que habríamos
escuchado el latido del mundo”; el
invitado especial de aquel programa era Lottman que acababa de publicar Camus,
una biografía), los recuerdos de Batiste-Marrey, un ensayo de
Paul Audi y otro de Benjamin Stora, una novela de Salim Bachi e incluso el
Discurso imaginario que Henri Guaino (1) hubiera pronunciado en el momento de
trasladar los restos de Camus al Panthéon (de los hombres ilustres), si eso
hubiera ocurrido cuando lo propuso el anterior presidente francés y la familia
se negó. A dos pasos de la tumba, en el castillo de Lourmarin, en el Salón del
Libro antiguo , el actor Pierre Arditi leerá un fragmento rodeado por ediciones
de lujo, ediciones originales, cartas (entre las que se encuentra la dirigida a
Sartre y De Beauvoir, “rescatada” el verano pasado en una librería de viejo),
manuscritos, ejemplares dedicados…(2).
El
extranjero (novela 1942)
Prólogo a la edición americana: “Hace mucho
tiempo resumí El extranjero en una frase paradójica: En nuestra sociedad, un
hombre que no llora en el entierro de su madre se arriesga a que le condenen a
muerte. Lo que quería decir es que el héroe está condenado porque no se pliega
al juego. En ese sentido es extranjero a la sociedad donde vive, se mueve
errante, marginal, por las afueras de la vida privada, solitaria, sensual”.
Fue
“el escritor francés” del siglo XX, el más leído y el más traducido del mundo.
No solo las librerías le rinden homenaje en su centenario; también le recuerda
el cine, el cine documental: la cámara de Joël Calmettes (autor de otras dos
películas sobre el mismo personaje, La tragedia de la felicidad y El periodismo
comprometido) ha recorrido el planeta buscando lectores de Camus de todas las
edades y condiciones. En Vivir con Camus –documental que podrá verse el 7 de
noviembre de 2013 en el canal cultural franco-alemán ARTE-, aparecen el
empleado de una empresa canadiense que instala suelos de parquet, un aprendiz
de pastelería argelino, un gendarme francés, un trabajador humanitario alemán,
un ex condenado a muerte estadounidense: “Algunos vieron como cambiaba el curso
de sus vidas después de leer El extranjero o El mito de Sísifo (“Descubrí que
aunque la vida sea absurda, hay que vivirla”); otros encuentran en él la
energía cotidiana (“Camus es como un compañero de viaje”, “En él he encontrado
mi doble”); hay quien confiesa auténtico culto (“Es como un santo que puedo
invocar en cualquier momento…”). Invitada sorpresa, la cantante Patti Smith
revela que relee con frecuencia a Camus, cuando termina las giras y se aísla
para escribir nuevas canciones (“me da ganas de trabajar”). Testimonios todos
que permiten dibujar los contornos de una obra que siempre tiene al hombre en
el centro, un hombre enfrentado al desorden del mundo moderno, que busca sin
tregua –y con lucidez- dar sentido a su vida. Sin saberlo, en el documental,
esos apasionados rinden a Camus el mejor homenaje que puede esperar un
escritor: ver como sus palabras cobran vida”.
Procedente
de una familia muy modesta, hijo de un soldado al que no llegó a conocer,
movilizado en septiembre de 1914 y fallecido en octubre tras resultar herido en
la batalla del Marne, crecido en el popular barrio de Belcourt de Argel y
educado por una abuela maestra (la madre ,casi totalmente sorda, tenía
dificultades para hablar), en 1957, en Estocolmo, vestido de etiqueta y rodeado
de príncipes nórdicos y otras glorias de la sabiduría mundial, dedicó el Premio
Nobel de Literatura a Louis Germain, el maestro que en la escuela argelina le
ayudó a conseguir la beca que le permitiría continuar los estudios en el
instituto y la universidad. Filósofo y humanista, comunista y luego
anticomunista, marxista libertario (lo que entonces, como ahora, acarreaba
acusaciones de pequeño burgués), periodista, ensayista, novelista, dramaturgo,
escenógrafo, actor…”Ninguna etiqueta sirve para definir a Camus –dice el
filósofo Raphäel Enthoven- no es situable. No quería serlo”.
Traumatizado
como todos los argelinos por una guerra cuyo final no llegó a ver, fue también
“uno de los hijos de Saint-Germain-des-Prés”, el barrio parisino donde en la segunda
posguerra se fundieron los residuos de la Resistencia con el existencialismo,
el surrealismo y el jazz vibrante que llegaba hasta el asfalto desde las caves.
Murió
esperando poder algún día dirigir un teatro y se burlaba de sí mismo diciendo
que podría hacer cine porque era “una mezcla de Humphrey Bogart y Fernandel”.
Como Bogart, en muchas de las fotografías lleva gabardina, “la gabardina”, y un
cigarrillo colgando de la comisura de los labios. Había vivido un romance
apasionado con la actriz María Casares y había rechazado las insinuaciones de
Simone de Beauvoir. “Las mitologías se hacen a base de detalles. La de Camus es
sobre todo la de un Premio Nobel que perdió a su padre en la guerra del 14 y
fue educado por una madre analfabeta casi muda, que se ganaba la vida como
sirvienta”. A ella -“A ti que nunca podrás leer ese libro”- iba dedicado El
primer hombre, el texto que dejó sin terminar y la familia publicó más tarde.
Los
Justos (teatro, 1950)
Prólogo a la edición francesa:
"En febrero de 1905, en Moscú, un grupo
de terroristas pertenecientes al partido Socialista Revolucionario, organizaban
un atentado con bomba contra el Gran Duque Serge, tío del zar. El atentado y
las circunstancias que lo precedieron con el argumento de Los Justos. Por extraordinarias
que puedan parecer, las situaciones de esta función son históricas… Yo solo he
tratado de hacer verosímil lo que ya era verdadero”.
Cuando,
en los primeros años 1950, el mundo se hundía “en las profundidades glaciares
de la guerra fría”, Albert Camus no encontraba “calor intelectual ni en el Este
ni en el Oeste. Su mirada estaba fijada en el Mediterráneo”, allí donde “la
juventud del mundo se encuentra siempre en las mismas orillas”. Mediterráneo
por origen, sintió siempre que formaba parte de todos esos países de ambas
orillas: España, Italia y Grecia están presentes en toda su obra, aunque siente
un amor visceral par la Argelia de su infancia: “¡Qué gran suerte haber venido
al mundo en las colinas de Tipaza!”.
Toda
su vida fue un combate contra la injusticia y por la dignidad, la independencia
y la libertad: denunció al régimen de Petain, colaboró en la apertura de una
escuela en Orán (Cours Descartes) para acoger a los niños judíos expulsados de
la enseñanza pública por las leyes raciales de Vichy, participó en la
Resistencia, desafió a los nazis, dirigió el periódico Combat, escribió La
peste, el gran libro antifascista, y párrafos magistrales en El extranjero, Calígula, Los Justos, Estado
de sitio, El mito de Sísifo o El
hombre rebelde,- probablemente
el más polémico de todos y el que provocó la ruptura con la
"intelligentsia oficial" de las izquierdas francesas, encabezada
entonces por la pareja Jean-Paul Sastre-Simone de Beauvoir (el gurú le acusó de
“incompetencia filosófica” además de despreciarle porque a Camus le gustaba el
fútbol)-, en el que traspasaba las líneas del pensamiento políticamente
correcto al comparar el gulag con los campos de concentración. Ayudó a los
españoles antifascistas exiliados, se puso junto a las víctimas del estalinismo,
apoyó a los objetores de conciencia, fue “ciudadano del mundo”.
Un
siglo más tarde, Albert Camus se impone como una referencia moral. Cuando, en
2010, Francia festejó “el año Camus” (en el cincuenta aniversario de su
muerte), las librerías se inundaron con homenajes. En un espléndido trabajo
titulado Camus, le nouveau philosophe,
publicado en agosto de 2013 en la sección de libros del semanario Le Nouvel
Observateur firmado por Grégoire Leménager et Baptiste Touverey (3), estos autores
dan un repaso a la influencia de Albert Camus en otros intelectuales del siglo
XXI: “… el filósofo Michel Onfray se reclama de El hombre rebelde en la Pensée
de midi, la novelista argelina Yasmina Kadra le cita en Lo que el día debe a la
noche; el periodista Edwy Plenel pone en marcha su página web mencionando al
periódico Combat; Alain Finkielkraut
dedica un capítulo de Corazón inteligente a El primer hombre (la obra que Camus
dejó inconclusa) y André
Comte-Sponville encuentra que El Mito de Sísifo es más esencial que la
Crítica de la razón pura…”. En 1999, El extranjero encabezaba una lista de 50
obras fundamentales establecida por 6.000 lectores de una revista literaria:
esta breve primera novela publicada en 1942 se impone, con 6,7 millones de ejemplares
en la edición de bolsillo, como el libro más vendido en Francia. Le sigue La
peste, con cuatro millones.”
Calígula
(teatro, 1944)
"¡Pero
quien se atreverá a condenarme en este mundo sin juez donde nadie es inocente!
“Siempre
ha tenido un público fiel, sobre todo entre los profesores de bachillerato”,
responde el pedagogo Jean Yves Guérin, director del Diccionario Albert Camus
(4), “y además es un escritor que aceptan tanto los clásicos como los modernos,
un escritor que han admirado incluso Barthes o Robbe-Grillet…” y un pensador
que, sin “ser competitivo” en ese campo planteaba –“a su manera, desde la
vertiente literaria de la filosofía”- cuestiones que con el tiempo han
adquirido valor para ahora mismo: “la amenaza de Al Qaeda nos lleva a pensar en
sus Reflexiones sobre el terrorismo”, las repetidas tragedias personales
vividas en France-Télécom en los últimos años nos hacen preguntarnos si “el
suicidio no es el único problema filosófico realmente serio” y si La peste no
es “como un breviario en tiempos de gripe A” o de Sida.
“De España
a Japón, es uno de los autores franceses más estudiados. Han montado su teatro
los Strehler, Wajda, Bergman…Se le traduce en todas partes, tiene obras
disponibles en treinta y seis lenguas. Incluso un texto austero, como
Reflexiones sobre la pena capital, se ha publicado recientemente en Ucrania, en
pleno debate sobre la pena de muerte”. Prohibidos durante la guerra fría, los
escritos de Camus circulaban en copias mimeografiadas por la Europa del Este,
se hablaba de él en la primavera de Praga; checos, polacos y disidentes rusos
le mencionaban (contaba el veterano periodista Jean Daniel, también francés
nacido en Argelia, fundador de Le Nouvel Observateur) porque, “Camus había
conocido la miseria, actuado en la Resistencia, escrito sobre la violencia y el
mal…aquellos intelectuales del Este eran rebeldes que tenían miedo de la
revolución” … y “ese hombre que pensaba como Montaigne, escribía como Pascal y
vivía en la duda moderna, ofrecía la posibilidad de una rebelión moderada”.
Estado de
sitio (teatro, 1957) Prólogo de la edición americana:
Ëtat de siège no es una adaptación de mi
novela La Peste, aunque hay un personaje que lleve ese nombre simbólico: como
se trata de un dictador me parece adecuado…Como en lo que en la Edad Media se
llama en Francia “moralidades” y en España “autos sacramentales”, he centrado
el espectáculo en lo que me parece que es la única religión viva en el siglo de
los tiranos y los esclavos: la libertad”.
Ignorado, incluso despreciado por la
intelectualidad francesa oficial de la época, confundido y enemistado con los
existencialistas sartrianos de Les Temps modernes, el Camus que se refugia en
Lourmarin es un hombre “desgarrado”. El mismo al que ahora están “renaciendo de
sus cenizas” en tesis de doctorado en “Artes liberales” en Estados Unidos:
Souleyman Bachir Diagne, discípulo de Althuseer y Derrida, profesor en la
Universidad de Columbia, escribe en la revista Books que “Camus merece ser
redescubierto como un filósofo de nuestro tiempo… el hundimiento de las
certezas ideológicas ha hecho que Camus deje de ser persona non grata”, lo que
subraya el filósofo David Sherman apuntado que “ha llegado el momento de los
valores ético-políticos cosmopolitas, tales como el diálogo entre culturas y los
derechos humanos”, y enfatiza Michel Onfray: “Hemos salido de la era de las
ideologías. La Historia ha dado la razón a Camus. Se ha convertido en lo que
era: un gran hombre lúcido...Camus criticó con fuerza el capitalismo, la
deshumanización de la política, tanto a derecha como a izquierda. La justicia
sin libertad es dictadura; la libertad sin justicia es la ley del más fuerte”.
Jean Yves Guerin, profesor de literatura francesa en la universidad Paris III,
resume: “Camus ha ganado por K.O. en el caos. El pensamiento ‘modesto’ que
reivindicaba sigue siendo una vacuna contra todos los dogmas”.
(1) Camus au Panthéon
d’Henri GUAINO (Plon) – Ebook Kindle
(2) Con
ocasión del centenario, en Francia se han publicado tres nuevos volúmenes de la
correspondencia inédita con el poeta Francis Ponge y los escritores Louis
Guilloux y Roger Martin du Gard (Premio Nobel de Literatura 1937). Firmado por
su hija Catherine, el álbum ilustrado Le Monde en partage. Itinéraires
d'Albert Camus, obra que completa el catálogo de la exposición «Albert
Camus, ciudadano del mundo», abierta hasta enero de 2014 en Aix-en-Provence.
Además, Mon cher Albert, testimonios de su amigo de juventud Paul Pitous, Camus
brûlant, del historiador Benjamín Stora y el documentalista Jean-Baptiste
Péretié, Camus et le terrorismo, de Jean Moneret, y la totalidad de los
artículos publicados en Combat (1944-1947).
(4) Edit. Robert Laffont, Bouquins.
“El
mundo es lo que es, es decir, poca cosa”
La
sangre de la libertad.
Editorial
La linterna sorda, colección Lo que no debe decirse
ISBN:
978-84-938273-7-3
256
páginas, 15 €
Recién
editado en España, el volumen La sangre de la libertad es una selección de
cartas, artículos, crónicas, pequeños ensayos e intervenciones en público de
una década: la que va de 1943 a 1953 y que resumen las reflexiones del escritor
sobre los últimos años de la Resistencia, la Guerra Fría y su apoyo a la España
republicana, libre y exiliada, así como a la represaliada en el interior.
Recoge la faceta menos conocida de Albert Camus: como “periodista y activista
insobornable contra la tiranía y a favor de los oprimidos. En alguna ocasión
dijo que se había hecho periodista para poder expresar su ira”, aunque
reconociendo que no creía “estar preparado para comprender los asuntos que me
vuelven loco: el nacionalismo, el colonialismo, la injusticia social y la
absurdidad del estado moderno”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario