Bertolucci
es el cine y el cine es la memoria del mundo
“El cine no puede cambiar el mundo pero
puede crearlo”
Bertolucci
realizador. Bertolucci poeta. Bertolucci narrador. Bertolucci provocador. Bertolucci
on Bertolucci de Luca Guadagnino y Walter Fasano. Un excelente montaje de
casi dos horas de testimonio documental en las que el maestro cuenta, repasa su
carrera y va dibujando la historia del cine, y su propia historia: “Un flujo de
pensamientos que hablan de nuestro país, desde el fascismo hasta nuestros días,
mostrando que, en el fondo, con sus películas Bertolucci ha trazado una imagen
de Italia”. Absolutamente imprescindible para quienes han amado, y se han
emocionado con el cine de Bertolucci.
Bertolucci
que hereda lo mejor de los grandes maestros del mejor cine italiano (Rosellini,
Fellini, Pasolini, Antonioni): “La Dolce Vita inventa una realidad que vendrá
luego”. Porque antes Via Veneto era una calle romana sin nada especial, aparte
una tertulia de viejos conocidos intelectuales, y no existían los papparazzi.
Bertolucci que bebe de las fuentes del mejor cine francés: "La
publicación Cahiers du cinéma me
adoptó inmediatamente. Yo adoraba la Nouvelle Vague, estaba muy orgulloso de
figurar junto a ellos. Para mí, el francés era la lengua del cine, la música
que mejor iba con el cine que yo amaba”.
Cineasta
tanto de las fuerzas de la Historia como de las más íntimas pulsiones, Bernardo
Bertolucci ha recorrido prácticamente todo el siglo XX (el Novecento) “como
hijo de Marx y Freud, pero sobre todo como artista de las formas y la luz”. A
los 73 años, y sentado en la silla de ruedas desde la que ha dirigido el rodaje
de Io e te, estrenada en este mismo 2013, recuerda que Jean Cocteau decía que
el cine es “la muerte trabajando” porque registra el paso del tiempo; por eso
le gustan los personajes jóvenes, “porque se les ve crecer en escena”.
En
el Festival del Cine Italiano que se ha celebrado en Madrid, del 21 al 28 de
noviembre de 2013, el magnífico documental Bertolucci on Bertolucci llenó la
primera jornada despertando idéntico entusiasmo que el conseguido hace tres
meses en cuando se presentó en la 70 Mostra Internazionale d’Arte
Cinematografica di Venezia, donde fue el evento más destacado de la sección
Clasicos-Documentales, y en su posterior paso por el London Film Festival.
Entusiasmo más que justificado porque no se trata, en absoluto, de un
interminable monólogo del artista sino de un apasionante diálogo con todos
nosotros –los espectadores-, con nuestra memoria y nuestras fantasías y
fantasmas, en torno a un cine que lleva más de medio siglo emocionándonos.
“La historia del cine es una enorme película
hecha de secuencias que son los films”
Con
este documental, el realizador Luca Guadgnino, que en este caso figura también
como productor, y el montador preferido de Bertolucci, Walter Fasano, que por
edad (ambos han nacido en los primeros años 1970) y porque lo reivindican
forman parte de la “última generación de cinéfilos”, han llevado a cabo “un
gesto concreto y al mismo tiempo simbólico de transmisión de la herencia de un
cine” que recoge los frutos de todas las nouvelles vagues. El proyecto original
partía de una clase magistral de Bertolucci en la Mostra del Cinema de Pesaro:
Guadagnino y Fasano han dedicado cerca de dos años a buscar en los archivos de
medio mundo entrevistas, talk shows televisivos, presentaciones y simposios
científicos (entre ellos una conferencia en la escuela psicoanalítica de Viena)
para destilar lo que Bertolucci piensa del cine, del mundo y de sí mismo;
también sus contradicciones como hombre y como artista, en tres lenguas al
menos. Con las múltiples, diferentes y a veces enfrentadas hebras de ese
pensamiento, y también con paciencia, dedicación, y mucho amor, los dos
cineastas han construido una impecable obra de artesanía que es el discurso
perfectamente lúcido de un hombre de nuestro tiempo condenado por una faena del
destino (un error médico en una operación de hernia discal) primero a diez años
de frustración, amargura, impotencia y “ganas de suicidarte”, y después a
acabar “aceptando” que le queda un futuro, aunque sea un futuro en silla de
ruedas, en el que seguir fabricando utopías y sueños (Dreamers, Io e te).
“Todas nuestras películas son un monólogo”
En
la narración de Bertolucci on Bertolucci se entrelazan los aspectos personal y
político del personaje, la dialéctica de su propia vida, el difícil equilibrio
experimentado desde la infancia y la adolescencia cuando “vivía dos vidas
paralelas”, una junto a los abuelos propietarios de tierra y otra de
cercanía ideológica con los campesinos que trabajaban aquella tierra (que ha
quedado perfectamente plasmada en la epopeya de Novecento); en el salto de la
experimentación de sus primeras películas a las obras maestras de la madurez;
en la manera de enfrentarse a los nueve Oscar conseguidos con El último
emperador (“El Oscar es algo ajeno al cine europeo, no tiene nada que ver con
nosotros...¡pero cuando uno ha conseguido nueve…!”), en el análisis de los
fenómenos sociales y políticos de más de medio siglo… Como en una interminable
sesión de psicoanálisis – disciplina a la que el realizador lleva muchos años
sometiéndose- Bertolucci se desnuda y pone al descubierto sus secretos más
recónditos, que no son otros que los de su cine. No lo oculta, la cámara “ve la
verdad”, “Freud es siempre un objetivo adicional en mi cámara”, el que nos acerca a los sueños y lleva a cabo la ósmosis con la realidad
exterior, como cuando “una mágica Debra Winger llevaba la vida al plató de El
cielo protector, y viceversa”.
El
resultado es una larga “confesión” a corazón abierto, una riada de sensaciones
y sentimientos en la que el cineasta toca todo los argumentos, incluidas las
ideas modificadas con el transcurso de los años, dando lugar al discurso
coherente de un “intelectual fascinante” que sabe usar las palabras y hechiza
al público cuando habla del trabajo del realizador y de los temas cardinales de
su poesía.
El
Bertolucci más maduro y más atractivo, el de sus cincuenta y tantos, acepta la
posibilidad de la duda, de cambiar de idea en la búsqueda de la verdad, de
abandonar las ideologías gastadas “pero nunca aquel sueño de utopía” de Prima
della rivoluzione, una película increíblemente lograda por un muchacho de 22
años que había sido ayudante de Pasolini en Accattone: "Tenía la sensación de que él, que hacía primera película, estaba
inventando el cine. Vivía en el mismo inmueble que yo, con su madre y una
prima. Todas las mañanas, a las 7h30, pasaba a buscarle y le llevaba al rodaje,
en la periferia de Roma, en mi Giulietta. Decía que su cine procedía
directamente de la primitiva pintura toscana».
Y,
¿después de la revolución?, ¿qué ha ocurrido después de cuando pensábamos que
estaba llegando la revolución?: “Cuanto rodé El último emperador, entre 1984 y
1986, vi como China empezaba a transformarse, llegaban el rock y la moda
occidental, la gente sonreía… Después no han vuelto a sonreír. Comunismo y
capitalismo forman una mezcla curiosa. Pero no me asustan las paradojas, sobre
todo porque adoro la cultura francesa donde se aprecian mucho. Pienso que soy,
como decía Robert Bresson, “un pesimista alegre y un optimista triste”.
Bertolucci
con cara de adolescente y cabello casi erizado recogiendo, a los 21 años, el
Premio Viareggio de poesía Opera prima (1962, el mismo que había logrado su
padre años antes: “Crecí en la casa del poeta Attilio Bertolucci y en la
familia se usaba la palabra poético para designar las cosas que amábamos. Hay
poesía en un rostro, un gesto, una luz, un objeto, un momento…Empecé a escribir
poesía para ser igual que mi padre y dejé de escribirla para no seguir siendo
igual que mi padre”), con barba descuidada, con el pelo corto y un potente
bigote, afeitado y con un pañuelo anudado en la frente… hasta el Bertolucci de
“completo” impecable azul marino y cabello recortado en festivales y
conferencias, y pantalón ancho, cazadora y borsalino en los rodajes. Bertolucci
seductor siempre: “No puedo evitarlo, si veo que un objetivo me apunta, empiezo
a posar”. Que prodiga la palabra amor en sus disertaciones, que contagia con
ella al oyente y al espectador. De la poesía a la dirección cinematográfica, a
la contestación de la comedia italiana (que ha sustituido al neorrealismo,
aunque le siguen llamando así) y el refugio en Francia y el cine de la nouvelle
vague.
“Las provocaciones son como los cócteles
molotov: funciona una de cada diez veces”
Bernardo
Bertolucci es uno de los representantes de una generación de «jóvenes soñadores»
furiosos que irrumpen en el cine italiano en los años 1960. Arranca una carrera
estelar con La commare seca (1962, el nombre que los romanos dan a la muerte,
un argumento de Pasolini) y Antes de la revolución (1964), donde plantea los
interrogantes que asedian al intelectual comunista de la época. Adapta luego a
Borges (La estrategia de la araña, 1970) y a Moravia (El conformista, 1970).
Sexo y sociedad son los pilares en que se apoya el primero de sus grandes
éxitos mundiales, El último tango en París, controvertida película de 1972 que
en Italia es recibida con una censura digna de la Inquisición y enviada a la
hoguera por una sentencia del tribunal de casación; gracias a la intervención
del presidente de la República, Giovanni Leone, se salva una copia que va
a parar a la Cineteca. A Bertolucci le condenan a dos meses de cárcel por
obsceno y le privan del derecho de voto durante cinco años pero la película,
que sería rehabilitada en 1987, continúa siendo uno de los films italianos de
mayor éxito internacional. Ahora confiesa que, entre Marlon Brando y él,
engañaron a Maria Schneider para la famosa escena de la mantequilla. Novecento
(1976), La luna (1979)… No hay arrepentimiento suficiente…
“Me gusta pensar que soy un pequeño
realizador underground que se ha infiltrado en el cine comercial para
inocularle desorden”.
Alejado
de Europa durante años, El último emperador (1987), El cielo protector (1990) y
El pequeño Buda (1993), son ambiciosos proyectos de enfrentarse a otras
culturas, en cierta manera frescos espirituales… Soñadores (2003, sobre el
significado de los acontecimientos en París de mayo del 68: “En el 68 nos
acostábamos convencidos de que nos despertaríamos en un mundo distinto”) e Io e te (2012) cierran, de momento,
una carrera de 26 películas –la mayoría como guionista y director- en la que se
mantienen las preguntas que ya estaban planteadas en sus primeros films,
influida muy de cerca por la poesía, la ópera (Verdi, siempre Verdi, “Verdi es
el melodrama italiano”), el marxismo y el psicoanálisis.
En
los años 1970, poco antes de morir, Pier Paolo Pasolini denunciaba una falsa
libertad dictada por la sociedad de consumo. ¿Cómo distinguir lo verdadero de
lo falso si todo se vende con el marchamo de la modernidad, una palabra que
significa tantas cosas diversas?: “Yo no soy un moralista. Incluso soy un
no-moralista. La hipocresía forma parte de la vida, como todo el resto. Es una
de las fuerzas en que se basa nuestra sociedad. La estrategia de la araña
trataba justamente de las ambivalencias en un héroe-traidor”.
Por
la pantalla desfilan recuerdos de todas las películas de Bertolucci, nostalgias
incluso superpuestas: “Después del éxito mundial de El último tango en París
podía hacer lo que quisiera. Y decidí rodar un homenaje a las luchas campesinas
de la Emilia-Romagna, hacer Novecento, una película en la que tres estudios de
Hollywood pagaron las enormes banderas rojas. ¿Un poco gilipollas, no?. Me había vuelto tan megalómano que se me había
metido en la cabeza hacer una película que fuera una especie de puente entre la
URSS y Estados Unidos. Nada menos…”.
“El
cine es sombra, es aire”
Hay
un momento en el documental que Bertolucci dice a su entrevistador: ¿Sabes cómo
llaman los chinos al cine? The electric shadow, la sombra eléctrica. El cine es
sombra, es aire”. Y otro momento, años más tarde durante el rodaje de Io e te,
en que ironiza sobre sus condiciones y bautiza a su medio de transporte como
silla eléctrica. Dice que filma para no enloquecer, para conseguir poner orden
en el caos que siempre ha habido en su cabeza, empezando cada vez desde cero,
como si fuera la primera. “Hacer cine quiere decir ocuparse de la vida y
ocuparse de la vida quiere decir hacer política”. No es necesario afiliarse a
un partido, aunque Bertolucci tuvo sus años de militancia en el PCI. Porque ser
de izquierda, para él, significa pegarse a la “vitalidad del proletariado” y
hacerla propia.
En
2007 recibió el Premio a toda la carrera en el Festival de Venecia y en 2008 se
colocó su estrella en el Paseo de la Fama de Los Angeles. En ninguna de las dos
ceremonias pudo estar presente. Se debatía entonces en ese mundo paralelo de
sufrimiento y psicoanálisis que finalmente le ha rehabilitado. Ahora, cinco
años más tarde, el 18 de noviembre de 2013, Bernardo Bertolucci ha recibido
finalmente el homenaje que le debía Hollywood: “No miro mis películas con
demasiada nostalgia. Me gusta pensar que estoy más bien en el presente.
¿Mañana? Me gustaría hacer una película con mi mujer, escribirla juntos. Tengo
ganas de ver lo que dan de sí tantos años de complicidad” (su tercera mujer, Clare Peploe, guionista y realizadora de
cuatro películas, la última El triunfo del amor, con la que trabajó en La
luna en 1979; desde entonces han seguido juntos).
“La grandeza del cine es que todos vamos a
soñar juntos el mismo sueño”
Para Guadagnino y Fasano, realizadores,
productores y montadores a cuatro mano de este espléndido documental sobre el
artista y el hombre (“capaz de reinventarse siempre”), “Bernardo
Bertolucci es el cine: misteriosamente, apasionadamente hecho cuerpo. El vigor
y la profundidad de su acción cinematográfica atraviesan y superan el siglo
pasado llevando el séptimo arte a la era digital, con una consciencia que en
Bertolucci on Bertolucci se convierte en película, a través de las palabras del
cineasta. Film-ensayo por tanto, para leer y descubrir en las imprevistas
epifanías de sentido que el maestro porta en sí, en sus diversas encarnaciones:
en la emoción y en el dolor de quien siempre ha considerado vida y cine como
una sola cosa”. ¿Cómo se hace para homenajear a alguien a quien se ama, sin
caer en la retórica? “Bernardo adora la palabra francesa rêverie que aúna
sueño, recuerdo y divagación; ese era el camino a seguir”.
Respondiendo
al diario La Repubblica que le preguntaba si se reconocía en el documental,
Bertolucci ha dicho: “Incluso demasiado. También en las contradicciones”.
Bibliografía:
Variety
cinecriticaweb.it/ Sindicato nacional de Críticos
Cinematográficos Italianos
www.labiennale.org/it/cinema/
London
Review
Hollywood
Reporter
The Bottom Line
Cinemaitaliano.info
Huffingtonpost. It
Le Monde, septiembre 2013
La Repubblica, agosto 2013
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