“Somos más fuertes de
lo que piensan y ellos son más frágiles de lo que creemos”.
En
su primera incursión en el mundo del cine, el periodista francés François
Ruffin ha hecho un documental que es una divertida sátira social, en la que
denuncia las prácticas de la primera fortuna de Francia, el magnate Bernard
Arnault, dueño de LVMH (Louis Vuitton Moët Hennessy), un conglomerado
multinacional dueño de más de 60 marcas de moda altamente reconocidas. Sus
ansias de poder le llevaron a solicitar la nacionalidad belga y enviar parte
del capital a Bélgica, y a deslocalizar sus fábricas de Dior y Givenchy a
Europa del este, dejando a miles de personas sin empleo.
Con
“¡Gracias Jefe!” (Merci patron, título también de una canción de 1972,
interpretada por el grupo Les Charlots, que hace de banda sonora), François
Ruffin ha conseguido una obra maestra en su género de documental político, con
una historia que empieza de manera muy simple y termina dando vértigo: “una
bomba de compromiso, civismo, malicia y también, lo más sorprendente, de
personalidad cinematográfica”. No solamente “gracias”: un “bravo” admirativo,
agradecido y emocionado» (VSD). Una película inteligente y eficaz en la que
junto a la reflexión social, “irrefutable y justa”, encontramos también una
dimensión gozosa en la victoria inesperada del trabajador frente al empresario,
narrada desde un humor muy en la línea de un Michael Moore, cineasta al que el
autor admira. “¡Gracias Jefe!” pone el cine al servicio de una lucha local y de
la lucha de clases en general.
Estrenado
en Francia en febrero de 2016, tras unos meses de censura en el canal Europe 1,
el documental de Ruffin, un divertido y extravagante periodista creador y
redactor jefe de la revista satírica “Fakir”, un “periódico enfadado con todo
el mundo o casi” que se edita en Amiens -cuyos suscriptores han financiado la
película a través de un outsourcing-, es un “Robin Hood del siglo XXI” que ha
conseguido hacer “una fiesta del espíritu así como un triunfo de la fraternidad
sobre el dinero”.
Los
protagonistas, Serge y Jocelyne Klur, una pareja de parados del Norte francés,
donde el Hexágono linda con Bélgica y se habla ese dialecto tan chocante que
hemos visto en películas como “Benvenidos al Norte“ (Bienvenus chez les
ch’tis), viven con dificultades desde el cierre de la fábrica ECCE en
Poix-du-Nord, cerca de Valenciennes, que fabricaba la ropa de la firma Kenzo.
Los Klur, amenazados de desahucio porque con sus 400 euros mensuales de paro no
pueden pagar la hipoteca de la casa, encuentran ayuda en el divertido
periodista, al que conocen por medio de su antigua delegada sindical.
Entre
todos señalan al culpable de la situación: Bernard Arnault, propietario del
grupo de lujo LVMH, al que pertenece Kenzo. Si los Klur se encuentran en esa
situación la culpa es de la primera fortuna de Francia (34.000 millones en
2015, según Challenges), que ha optado por deslocalizar sus fábricas en Polonia
y Bulgaria, donde los salarios son más bajos que en Francia. Los Klur necesitan
unos cuantos miles de euros, para pagar las deudas y su vida cotidiana, y un
contrato indefinido donde sea. Ruffin va a hacer todo lo posible para conseguir
ambas cosas, y de paso contar al mundo la historia de esta pareja que se parece
muchísimo a la de otras muchas familias, francesas y europeas.
En
su cruzada humorística Ruffin, disfrazado, con cambios de identidad y cámara
escondida, pasa por ser el hijo de los Klur que defiende los intereses de sus
padres y acompañado por “un inspector de impuestos belga, una camarada “roja”,
la delegada del sindicato CGT y unos cuantos antiguos vendedores del gran
almacén La Samaritaine”, defenderá la causa de los Klur en la asamblea general
de accionistas de LVMH (a la que previamente ha hecho llegar amenazas de la
presencia de los despedidos de neumáticos Good Year que, en aquellos momentos,
ocupaban las autopistas francesas quemando caucho, así como de Jean-Luc
Mélenchon, líder de la izquierda extraparlamentaria). Ante el espectro de la
mediatización del caso, Arnault cede, la pareja recibe 40.000 euros de
indemnización y el marido encuentra un empleo con contrato indefinido en
Carrefour. Todos -el realizador, los Klur, su hijo auténtico, los compañeros de
la fábrica desmantelada, el falso inspector, la falsa delegada
sindical…-celebran la victoria con cerveza, luciendo camisetas con la leyenda
“I love Bernard”.
Autor
del libro “Los soldaditos del periodismo” (Les petits Soldats du journalisme),
colaborador de Le Monde diplomatique y durante mucho tiempo reportero del
programa “Lá-bas si j’y suis” en France Inter, François Ruffin no se considera
un realizador -“He hecho una película por casualidad”-, pero sí un alumno de
Michael Moore: “He aprendido inglés con sus películas”. Conocía de años atrás a
la pareja de los Klur, que habían aparecido en anteriores reportajes suyos.
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