La imagen, difundida el 22 de enero de 2014 en un
vídeo por el canal australiano de información continua ABC News (Australian
Broadcastin Corporation), es impactante. Son unas manos quemadas, hinchadas.
Son las de unos refugiados procedentes de Africa y llegados en barco a las costas
australianas, que acusan al ejército del país de violencia, según informa el
periodista Emilie Lopes
en el digital francés Rue 89. Denuncian que, una vez que les negaron la posibilidad
de solicitar asilo, les obligaron a colocar las manos sobre los tubos ardientes
de los motores del barco que les llevaba a Indonesia.
El vídeo de ABC News ha levantado una oleada de
indignación en aquella zona del planeta y saca a la luz antiguas actuaciones,
violentas, racistas y xenófobas del ejército australiano (www.abc.net.au/news/2014-01-22/nolbjakburnscombined2201/5212146).
Tan cerca como una semana antes, unos solicitantes de
asilo contaron al diario inglés The Guardian que unos soldados de marina
dispararon al aire para asustarles (http://www.theguardian.com/world/2014/jan/16/scott-morrison-denies-gunshots-fired-during-asylum-seeker-boat-turnback).
Como de costumbre, el ministro australiano de Inmigración, Scott Morrison,
acusa a su vez a los refugiados: “los barqueros y sus clientes están
interesados en desacreditar nuestra política de protección de fronteras con el
objetivo de minar la confianza que los australianos tienen en su gobierno”.
El reportaje de Rue 89 cuenta que el primer ministro
Tony Abbott, vencedor en las últimas legislativas con el lema de campaña “Stop
the boats” (Stop a los barcos), ha emprendido la operación “Fronteras
soberanas”, al mando de la cual se encuentra el adjunto al comandante en jefe
del ejército, para impedir que ningún solicitante de asilo pueda llegar a
territorio australiano (http://www.customs.gov.au/site/operation-sovereign-borders.asp).
El propio Abbott ha llegado a comparar su empeño en detener a los ocupantes de
los barcos, del que se siente muy orgulloso, con una situación de guerra.
Porque las medidas no acaban impidiendo que los refugiados pongan un pie en
suelo australiano. Si durante el intento les detiene la marina, los reenvía inmediatamente
a la isla de Manus, en Papúa Nueva Guinea, o a Indonesia.
Nadie –dice el periodista- sabe exactamente qué está
ocurriendo actualmente en aguas australianas porque el gobierno ha decidido
considerar la operación como “secreto de defensa”, y las autoridades llevan
semanas sin responder a las preguntas de los periodistas sobre el asunto. “El
gobierno laborista comenzó en julio a rechazar los barcos de refugiados, pero
ahora el trato que se está dando a los solicitantes de asilo está adquiriendo nuevos
aspectos”, ha declarado Ian Rintoul, portavoz de Refugee Action Coalition,
asociación australiana de ayuda a los refugiados
(http://www.refugeeaction.org.au/).
Por su parte, Victoria Martin, de la asociación
Refugee Rights Action Network (http://rran.org/), resume: “No puedo decir lo que
hace exactamente la marina, nadie lo sabe. Los solicitantes de asilo dicen que
intercepta sus barcos, los remolca a aguas indonesias y dispara al aire para
que no les queden ganas de volver. Por su parte, la marina dice que cumple la
ley y no comete abusos. Y el gobierno no dice nada. ¿Alguien sabe la verdad?”.
Si se sabe en cambio que, en plena polémica, en
diciembre de 2013 el gobierno australiano exoneró a los miembros de la marina
que participan en «Operación fronteras soberanas» de la obligación de cuidar la
seguridad de los solicitantes de asilo; lo que, en claro, significa que les
proporciona protección jurídica contra «sanciones penales individuales». Y, más
claro todavía, que no serán responsables si hieren o matan a alguno en el
ejercicio de sus funciones.
«Todo este asunto –recalca Ian Rintoul- lo que
demuestra son las consecuencias inevitables de los peligros inherentes al uso
de la fuerza militar contra los civiles, y más aún cuando esos civiles son
indefensos solicitantes de asilo. Es una actitud que choca de frente con las
reglas del derecho internacional y que, en cualquier otro país, sería un
escándalo. Pero está ocurriendo en Australia, lejos de todos y en medio de la
indiferencia general. Es algo obsceno, chocante e inconcebible. Si, como dice
Abbott, su gobierno está en guerra con los barqueros que traen a los
refugiados, cuando en una guerra se toma como objetivo a los civiles se comete
un crimen de guerra”.
Varios informes de Amnistía Internacional –el último
de agosto de 2013 (http://www.amnesty.org/fr/region/australie)- han
denunciado la política del gobierno australiano en materia de ayuda a los
refugiados: “Hay que terminar con esa política que consiste en expulsar a los
solicitantes de asilo hacia otros lugares situados en el extranjero. Muchos de
ellos llegan después de haber sufrido terriblemente en sus países de origen.-
escribía la organización humanitaria en diciembre de ese año- la política
australiana es cruelmente irónica, porque reconoce hasta qué punto es peligrosa
la situación en países como Siria o Myanmar. Saben que esas personas han
arriesgado su vida para escapar y sin embargo les detiene y les priva de sus
derechos de solicitantes de asilo”. Algo que confirma también el último informe
de Human Rights Watch (http://www.theguardian.com/world/2014/jan/22/australias-reputation-on-human-rights-damaged-by-asylum-policies-ngo-says?CMP=fb_gu),
que además se explaya denunciado los malos tratos que reciben los solicitantes
de asilo.
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