Esperaba
poco de Hércules: el origen de la leyenda,
película supuestamente de aventuras y acción (más acción que aventuras) que se
estrena en España el 24 de enero de 2014. Esperaba poco, pero me he encontrado con
nada. Un colorín que parece a mitad de camino entre el álbum de cromos y un mal
comic, dirigido por Renny Harlin (La Jungla 2) e interpretada por un musculitos
de gimnasio, Kellan Lutz, conocido hasta ahora por su aparición en Crepúsculo,
la saga que vuelve locos a los adolescentes aunque me temo que esta película no
les va a interesar ni de lejos.
Como
va de hombres y dioses, y de una supuesta reinterpretación del mito de Hércules
–el que arrancó las columnas del templo donde le había encadenado, el vencedor
en un cuerpo a cuerpo con un león al que estranguló con las manos; de los 12
trabajos los guionistas se han quedado con estos dos- el héroe es hijo de una
reina y de Zeus: el momento de la concepción, en la línea de la leyenda
cristiana pero con ínfulas sexy, es impagable.
Están
el joven Hércules, de redondeados y desmesurados bíceps y tríceps, su pobre
madre la reina Alcmena, víctima de un marido, el rey Anfitrión, entre
maltratador y tirano; la joven Hebe, creí entender que princesa cretense de la
que Hércules se enamora, pero a la que se empeñan en casar con su hermano
Ificles. Está Sotiris, capitán o lo que sea de un ejército que ayudará a
Hércules a liberar al reino de la tiranía. Y está naturalmente Zeus, en forma
de radiante iluminación blanca en la cama de la reina en el momento de la
concepción, y de rayos y truenos cuando decide ayudar a su hijo en sus hazañas
bélicas.
Como
aportaciones visuales una saturación de colores que cansa, algunas escenas de
mucha acción a cámara lenta e incluso con la imagen del luchador en el aire
congelada, un protagonista que a veces parece que se ha vestido para un torneo
medieval, legiones de guerreros sin cara que dan la impresión de uno y cientos
a la vez (la magia del virtual) y la impresión de estar viendo a la vez
Gladiator, Ben Hur, Espartaco y alguna más del género, o de haber entrado en un
vídeojuego y haber perdido el mando.
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