jueves, 21 de marzo de 2013

Bagheria, el lugar donde se encuentran la magia y la memoria



Conocía demasiado bien la arrogancia y la crueldad de la Mafia que las grandes familias aristocráticas sicilianas nutrieron e hicieron prosperar para que les hicieran de justicieros con los campesinos (…) No quería saber nada de ellos. Me eran ajenos, desconocidos (...) Yo estaba de parte de mi padre que había dado una patada a las estupideces de aquellos príncipes arrogantes rechazando un condado que le esperaba en cuanto marido de la hija mayor del duque que no dejaba herederos. Había cogido a mi madre de la mano y se la había llevado a Fiesole, a pasar hambre, lejos de las disputas  de una familia tiesa y ansiosa (…) Y en cambio me cayeron todos juntos encima, con un rumor de huesos viejos, en el momento en que decidí, después de años de aplazamientos y rechazos, hablar de Sicilia. No de una Sicilia imaginaria, de una Sicilia literaria, soñada, legendaria”.
(Dacia Maraini, Bagheria)

Ultima descendiente por parte de madre de la familia ducal de los Alliata de Salaparuta, hija de un etnólogo florentino especialista de los ainu, una minoría étnica japonesa, y durante muchos años (1962-1978) compañera sentimental del gran escritor que fue Alberto Moravia, Dacia Maraini  (1936), rinde un completo homenaje a la memoria en el libro de recuerdos Bagheria, una obra a mitad de camino entre archivo familiar y evocaciones infantiles.
Bagheria la vi por primera vez en 1947”. Bagheria, aldea de la provincia palermitana aparentemente sin historia ni importancia, bautizada como “puerta del viento” (Bad el gherib) durante la dominación árabe, es el feudo de la familia materna al que Dacia Maraini regresó a las 10 años, tras vivir con sus padres y sus dos hermanas primero la guerra y después un campo de concentración en Japón. A través de sus recuerdos de infancia y adolescencia, evoca la grandeza y decadencia del lugar que fue refugio vacacional de las familias ricas de la isla, salpicado de suntuosas villas con estatuas barrocas y perfumados y lujosos parques desbordantes de cítricos, jazmines y palmeras.
“Otros dicen que Bagheria procede de la palabra Bahariah que quiere decir marina. Yo prefiero pensarla como puerta del viento porque Bagheria tiene muy poco de marino, a pesar de que el mar se encuentra a un kilómetro de distancia”. A su llegada a Bagheria, la autora descubre también el mar; un mar que le estuvo negado en aquel Japón despiadado, donde solo conoció privaciones y vejaciones. Y descubre también lo mezquinas que pueden llegar a ser las relaciones familiares cuando comprueba que la aristocrática familia materna no ha perdonado nunca que su heredera abandonara todos aquellos fastos para ir a casarse en secreto con un modesto antropólogo, y les recibe con una frialdad inexplicable para la niña que ha atravesado varios mares en vetustos barcos cargueros, huyendo de la desolación y la guerra.

“Bagheria es una palabra mágica, una especie de abracadabra que ha disuelto un encantamiento, el que impedía a una escritora como Dacia Maraini contarse en una manera más íntima, más personal, recordado la tierra de sus orígenes, su noble familia, los amigos en torno a Villa Valguarnera…Centrado en la memoria lejana, Bagheria es un acto de gran amor hacia lugares y personas ignoradas voluntariamente durante años, bellezas y horrores de una tierra que no conoce compromisos”, escriben sus editores italianos. “No es una novela, no es un diario, no es un ensayo: probablemente los editores lo definirían como “un libro ágil”, de esos que se escriben deprisa entre una obra y otra, o incluso de los que se tienen medio olvidados en un cajón; quizá los críticos lo despreciarían, considerándolo un escrito menor; y puede que el propio autor lo considerara un divertimento, una especie de desahogo al que se tiene derecho en un cierto momento de la carrera. En cambio, el lector encontrará que el libro es menor tan solo en el formato, y se apasionará porque las memorias son siempre apasionantes”.

En Bagheria se mezclan recuerdos y vivencias de un padre “amado más allá de lo aceptable”, al que en algún momento define también como aventurero y libertino, que les abandonó demasiado pronto; de una madre bellísima educada para ser poco más que un hermoso adorno en el hogar familiar, de la presencia silenciosa y sinuosa de la mafia, de la que estaba prohibido hablar, de la especulación urbanística, la degradación y progresiva desaparición de edificios palaciegos cargados de historia… todo, recuerdos y vivencias, tragados por el tiempo, sacrificados en el altar de la modernidad, engullidos por los avatares de la historia… Todo lo que le unía a su pasado ha desaparecido. Bagheria es también un testamento espiritual y un requiem definitivo por ese pretérito que huye y se entierra entre las muchas caras ocultas de Sicilia, probablemente la más peculiar de las islas mediterráneas para los profanos. Bagheria es una síntesis de amor y dolor.

“Hablar de Sicilia, escribe Maraini, significa abrir una puerta que ha permanecido atrancada. Una puerta que había mimetizado de tal manera con plantas trepadoras e intrigas de hojas hasta el punto de olvidarla como si nunca hubiera estado; un muro, un espesor cerrado, impenetrable”. Con Bagheria, Dacia Maraini se encuentra de frente, casi de improviso, con sus propias raíces sicilianas, “aquel desmoronamiento de los vestidos, los brocados, aquellos retratos estancados en el tiempo, aquellas estancias que apestaban a rancio, aquellos escándalos evaporados, aquellas historias antiguas que me pertenecen solo en parte, pero me pertenecen y no las puedo ahuyentar como a moscas petulantes solo porque he decidió que me fastidian”.

En una entrevista que le hizo la gran periodista Lietta Tornabuoni, Dacia Maraini resume lo que de vivencias íntimas tiene el libro: “Cuenta las historias de mi adolescencia, también las primera turbaciones, las primeras experiencias sexuales: un soldado americano, un “marine” que intentó molestarme en Japón, del que escapé como una liebre; un siciliano amigo de la familia que se exhibía delante de mi enseñándome el sexo y del que no escapé, sentía curiosidad, me parecía tan extraño…pero sobre todo cuento mi relación con el paisaje encantado, estupefaciente de Bagheria”.

Dacia Marini se “asomó a la ventana literaria italiana” a comienzos de los años 1960, escribiendo poesías y dirigiendo teatro y cine, “una aventura que a partir del ’68 la llevó a la novela y la poesía militante”. En 1962 publicó La vacanza, la historia de una sdolescente de catorce años que descubre el sexo y el uso que de él hacen algunos hombres. Su segunda obra fue L’età del malessere; la crítica italiana prestó poca atención a ambas. Después siguieron A memoria (1967), Memorie di una ladra (1972), Donna in guerra (1975), Il treno per Helsinki (1984), Isolina (Premio Fregene 1985), La lunga vita di Marianna Ucrìa ( Premio Campiello; Libro del Año 1990), Bagheria (1993), Voci (1994), Un clandestino a bordo (1996), Dolce per sé (1997) y los cuentos de Buio (1999) que ganó Premio Strega. En 2001 publicó La nave per Kobe, en el que evoca la experiencia infantil del campo de concentración en Japón y Amata scrittura. Laboratorio di analisi letture proposte conversazioni. En 2004, Colomba; en 2007 Il gioco dell'universo, ganador del Premio Cimitile de narrativa. En 2008 publicó Il treno dell'ultima notte, en 2010 La seduzione dell'altrove y en 2011 La grande festa. En 2012 el entregaron el Premio Alabarda de Oro, a toda una obra literaria.

También ha dedicado gran parte de su actividad al teatro, en 1973 fundó en Roma el Teatro della Maddalena, gestionado y dirigido solo por mujeres. Es autora de más de sesenta obras, entre las que destacan Manifesto dal carcere y Dialogo di una prostituta con un suo cliente.

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