Basada en una novela de 2003 de Meg
Wolitzer, “La buena esposa” (The Wife), última película del
realizador y guionista sueco Björn
Runge (Happy End), nos hace disfrutar de la
mejor Glenn Close (“Anesthesia”, “Albert Nobbs”)
en el papel de Joan, la mujer perfecta en todos los sentido que ha acompañado
durante cuarenta años a Joe Castleman ( Jonathan Pryce, “El hombre que mató a Don Quixote”, “Juego de
tronos”), un seductor profesor de literatura y afamado
novelista al que acaban de conceder el Premio Nobel. Completan el cartel Christian
Slater, Max Irons, Harry Lloyd y Annie Starke.
Joan, esposa
fiel y devota, lleva muchos años sacrificando sus sueños para que su
matrimonio se vea como perfecto, pero ha llegado al límite: en el avión que
lleva a la pareja a Estocolmo, para asistir a la ceremonia de entrega del Nobel
a su marido, comprende que ya no soporta más la situación y se debate
entre desvelar, o no, su secreto mejor guardado... En esas horas que
preceden a la gala, cambia lo que Joan ha visto siempre de su marido, y la
paciencia y el orgullo que ha sentido hasta ahora se transforman en algo
parecido a una amargura. Vuelven el pasado y algunos rencores celosamente guardados…
Película inteligente con una historia muy
creíble sobre el final de un amor y las dudas sobre una vida conyugal que tiene
algunas goteras –por estos pagos conocemos unos cuantos casos, que se le
parecen mucho, de mujeres al servicio del talento de un marido-, que descasa
totalmente en la presencia en pantalla de una actriz magnífica en un papel que
parece haberse concebido para ella, que sabe poner cara y gestos a un recorrido
sentimental previsible, lo que en este caso no es en absoluto peyorativo, superando lo que podría parecer demasiado
teatral y jugando con los
flash-back donde el personaje de Glenn Close joven está interpretado por Annie
Starke, la hija de la actriz en la vida real.
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