“Una
gran película fantástica que remite al arte de Carlos Reygadas, los ambientes
de David Lynch y los tortuosos temas de David Cronenberg para una erotización
primitiva en forma de Imperio de los Sentidos contemporáneo”
(a-voir-a-lire.com).
El cine de autor tiene la particularidad
de que de que presenta un mundo propio y original del realizador lo que,
evidentemente, suele generar entre los crítico, y también entre los
espectadores, amores incondicionales, a veces odios y también indiferencias.
Este es mi caso con Amat Escalante, autor de “La región salvaje” donde si bien
he “pillado” el ambiente que recuerda el folletón televisivo de David Lynch, y
sus relación con los otros dos ancestros mencionados en el fragmento que
precede a estas líneas, no me ha “llegado”, en absoluto, el erotismo de esa
especie de pulpo alienígena que se esconde en la cabaña del bosque y que con
sus repugnantes tentáculos, que se introducen por todos los orificios del
cuerpo, proporciona a las mujeres orgasmos inéditos y las libera de sus ordinarias
relaciones con los hombres de su entorno.
Por eso, y porque mi visión del
mundo de Escalante se encuentra muy alejada de la de otros comentaristas, que
cuentan con todo mi respeto, es por lo que introduzco esta reseña con esa loa a
una película que, es posible, yo no he entendido en toda su complejidad.
No, el cine de Amat Escalante
(“Sangre”, “Los bastardos”, “Heli”), mexicano de Barcelona que todavía no ha
cumplido los cuarenta, tiene muy poco que ver con mi mundo y mis modestas
aspiraciones de espectador consciente de cine. En 2013, cuando participó por
tercera vez en el Festival de Cannes, sección Un certain regard, y consiguió el
Premio de la Fipresci, se escribió de él, también por tercera vez, que era una
joven promesa del cine mexicano (http://periodistas-es.com/cannes-2013-mexico-en-competicion-con-amat-escalante-5656).
Una película más tarde, en “La
región salvaje” (León de Plata al Mejor Director en el Festival de Venecia), ya
se le considera más que una promesa una realidad que opta por una mezcla de
realismo crudo -machismo extremado, homosexualidad y homofobia, maltrato de
género- y fantasía género ciencia-ficción que, confieso, está muy lejos de
figurar entre mis preferidos.
En la pequeña comunidad de un
pueblo mexicano, donde varios personajes esconden sus frustraciones, la enfermera
Alejandra (Ruth Ramos) y Angel (Jesús Meza), el marido gay que mantiene
relaciones con su hermano, tienen dos hijos pequeños. La llegada al hospital de
otra mujer, Verónica (Simone Bucio), con una mordedura en el muslo y que conoce
el secreto que se esconde en el bosque, va a cambiar las vidas de todos. La
consecución del placer supremo puede llegar a ser peligroso, como una droga, y
hasta mortal. Nada nuevo, la vieja relación entre sexo y muerte, eros y
tanathos al descubierto.
La región salvaje es,
evidentemente, esa cabaña que habita una pareja de viejos granjeros hippies,
supervivientes sin duda de alguna comuna desvencijada al paso de las décadas,
únicos conocedores en el entorno de la existencia de la extraña criatura que
reparte placer entre las mujeres de esta historia, ambas féminas dolientes,
maltratadas por la vida, los hombres y otras mujeres más poderosas.
Un drama sobre la brutalidad,
mayoritariamente la de los hombres, y el aprendizaje de la liberación -de las
mujeres- por la vía de la irrupción de lo fantástico y misterioso en su vida.
Un aprendizaje que otros comentaristas, más familiarizados que yo con este tipo
de cine, definen como “poético” y equiparan a ensoñación. También una especie
de psicodrama familiar y, en cierta manera, un thriller cargado de sexo.
Escalante quiere hacer así la
crítica social de un país, el suyo, México, “carcomido por el puritanismo
católico, la homofobia, la misoginia y el virilismo del patriarcado”, un país
que “rechaza la sexualidad”, poblándolo de visiones fantasmagóricas y
libidinosas “que se alimentan de nuestros propios fantasmas”.
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