“Tengo
una soledad
tan
concurrida
tan
llena de nostalgias
y
de rostros de vos
de
adioses hace tiempo
y
besos bienvenidos
de
primeras de cambio
y
de último vagón…” (Mario Benedetti, Rostros de vos)
Cine y poesía, una argamasa
romántica casi perfecta de literatura e imagen en nombre del amor -aunque en el
relato se haga alarde de cinismo y se escuche que el amor es una trampa para
perpetuar la especie- la conseguida hace veinticinco años por el argentino
Eliseo Subiela (Fallecido en diciembre de 2016) en “El lado oscuro del
corazón”, una película que en su día rodó por las carteleras durante más de
diez años y se “reestrena” ahora en versión restaurada y remasterizada, que
alcanza momentos sublimes en los recitados de poemas de Mario Benedetti, Juan
Gelman y Oliverio Girondo, tres grandes de la poesía latinoamericana del siglo
XX en ambas orillas del Río de la Plata.
El paso del tiempo ha convertido a
“El lado oscuro del corazón”, al que alguien calificó en su día como “el filme
más hermoso de toda la cinematografía argentina” -que cuenta en el reparto con
Darío Grandinetti, Sandra Ballesteros y Nacha Guevara, y con un cameo de Mario
Benedetti y una música del compositor Osvaldo Montes- en una película de culto
en la que hay una apuesta fuerte por los sentimientos y sigue desprendiendo una
suerte de magia.
Oliverio (Dario Grandinetti, “Hable
con ella”), antihéroe a su pesar, suerte de artista bohemio que mantiene
relaciones complejas con la vida y las mujeres, subsiste gracias a pequeños
trabajos publicitarios, y que busca una mujer “que sepa volar”, conoce en un
bar de Montevideo a Ana (Sandra Ballesteros, “Tango”, “Cuando ella saltó”), una
prostituta hermosa, inasible “como la Maga de Cortázar”, que recita a los poetas
con el mismo entusiasmo que él, de la que siente enamorado mientras ella se
ciñe a una relación profesional. Oliverio acepta un trabajo para poder pagar
con él la presencia de Ana durante tres días enteros. Está seguro de haber
encontrado la mujer que sabe volar. En el bar de Sefini, donde tienen lugar sus
encuentros, siempre nocturnos -“nunca veas a una puta con luz de día, es como
ver una película con la luz encendida”- un oficial de marina va desgranando
poemas de Benedetti en alemán: es el propio poeta que se reinventa ante las
cámaras...
El “otro” personaje es la muerte
(Nacha Guevara, “Ni te mueras sin decirme dónde vas”, actriz, cantante,
directora de teatro), hermosa y pálida, que disputa la posesión del poeta a la
prostituta (…solo puedo tenerte muerto/ vivo serás siempre de otra...), que es
la desolación misma.
Esta es una película a la que no se
puede llegar tarde, los primeros minutos encierran la clave de la historia,
marcan el tempo de la narración, lo mismo que los temas musicales que la
salpican y que acaban incorporados al paisaje; un paisaje de Buenos Aires y
Montevideo, de ciudades lluviosas, de papeles que mece el viento en puertos
blancos y mares grises, todo arropado con una lengua “ese argentino trivial y
literario, esa mezcla de castellano y sonoridades italiana que, en este caso,
canta extraordinariamente bien” (Ange-Dominique
Bouzet, Libération).
Una película con un héroe poeta y
unos poemas por diálogos, una historia de amor y de muerte, de sexo y de
supervivencia “agresivamente intelectual, irónicamente prosaica”, “un melting-pot
teñido de acentos, de provocaciones, de lirismo desbocado (…) que respira el
mestizaje existencial”.
Ganadora del Gran Premio de las
Américas en el Festival de Films del mundo (1992), “El lado oscuro del corazón”
-“tributo a la poesía, la pasión y el deseo”, cuarta película del realizador
que se dio a conocer con “Hombre mirando al sudeste”- tiene como fondo a
Argentina, un país que sale del naufragio de una de las dictaduras más crueles
del siglo XX, un país a la deriva con un aprendiz de poeta como protagonista:
solo la poesía -que no es un pretexto sino la propia materia de la historia-
puede salvar, como aquí, las distancias entre lo real y lo imaginario, entre el
amor y la fusión de dos cuerpos. Solo la poesía puede dar esas alas necesarias
para “volar” y hacernos olvidar que el amor de Oliveiro, como la mayoría, no
deja de ser un imposible, un ejercicio de sonambulismo más que de sueño
surrealista. Emotiva, melancólica y hasta cursi en sus boleros y en la manera
en que -dicen- el amor salva cuando, en torno al minuto 76 de la proyección,
suena un saxo que llena la sala de sugerencias que nos reafirman en el derecho
a poetizar la realidad.
Eliseo Subiela (1944-2016),
director y guionista argentino. Entre sus películas, además del clásico “Hombre
mirando al sudeste” -ganador de decenas de premios, entre ellos Mejor Opera
Prima en San Sebastián y el Premio de Unión de Artistas y escritores de Cuba- ,
“Ultimas imágenes del naufragio”, “La conquista del paraíso, El resultado del
amor y “Rehén de ilusiones”, además del corto “Argentina, mayo de 1969, los
caminos de la liberación” que nunca llegó a estrenarse en salas comerciales.
Alternó su trabajo como realizador y guionista con la docencia, creando una
escuela de cine argentino que dirigió hasta el final.
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