“Nosotros,
los heridos de todas las guerras,
necesitamos
un lugar para descansar nuestros cuerpos.
No
podemos olvidar…”
De regreso a Francia tras una
misión en Afganistán, algunos jóvenes militares hacen un alto de tres días en
Chipre, en un hotel de cinco estrellas que comparten con los turistas, para lo
que el ejército llama “una cámara de descompresión” que, en teoría, debe
ayudarles a olvidar la guerra y las atrocidades que han visto. Entre los
soldados hay dos amigas de la infancia: Aurore (Arianne Lebed, (“Attenberg”,
Copa Volpi a la Mejor Interpretación femenina en el Festival de Venecia 2010) y
Marine (Soko, “La bailarina”). Pero las sesiones de apoyo psicológico son
realidad virtual no les ayudan a olvidar la violencia vivida.
En Afganistán, donde han
participado en la coalición internacional que operó en el país desde 2001 hasta
2013, estos soldados franceses han visto el infierno: carreteras minadas,
diluvios de fuego y emboscadas en las que han caído muchos compañeros El paso
del horror a la “vida normal” no es fácil a pesar de los protocolos creados
para intentar que olviden la guerra, desaparezca el stress, ahoguen la rabia en
la piscina... Las sesiones en las que deben recrear en grupo las imágenes de
los momentos en que se jugaron la vida aumentan sus neurosis.
“La escala” (Voir du país),
adaptación de una novela escrita por Delphine Coulin, que se ha encargado del
guion y la realización junto con su hermana Muriel (“17 Filles” fue la anterior
colaboración de las hermanas bretonas en 2011)”, consiguió el Premio al Mejor
Guion en la sección Un certain regard del Fesival de Cannes 2016. El programa
de “descompresión” al que se refiere la película existe realmente. Desde 2008,
los soldados franceses que regresan del frente se alojan durante tres días en
un hotel de cinco estrellas, para «olvidar» la guerra a base de entrevistas con
psicólogos, cursos de aquagym y relax, excursiones en barco, reuniones… con más
o menos éxito, según los casos.
La película muestra muy bien «hasta
el absurdo (un decorado de sueño para conjurar una pesadilla) la obsesión
psicotrópica de la época moderna, con sus sanadores del alma y sus células de
ayuda psicológica, donde a los militares que vuelven de la guerra se les trata
como a las víctimas de accidentes y atentados». (Jérôme Garcin, NouvelObs). Un
paréntesis a todas luces ilógico.
“La escala” no saca conclusiones ni
vende moralina. El ejército sigue siendo machista, los chipriotas son
machistas, y las chicas siguen formando parte de la minoría desigual, aunque en
los momentos de acción todos hayan sido iguales. Ergo, la guerra de los sexos
se perpetúa también de uniforme. Los escalofríos que los soldados sienten al
rememorar escenas vividas y compañeros desaparecidos, la excursión de las
jóvenes con unos chicos de la localidad para ver el paisaje y contemplar la
frontera entre Grecia y Turquía -inevitable estampa turística para los
visitantes de Chipre-, incluso la secuencia de sexo de una de las militares con
su guía, forman parte de la “normalidad” con que tienen que enfrentarse a la
realidad que les espera “después de la guerra”, que nunca volverá a ser la de
antes porque como dice uno de los jóvenes “hemos visto la guerra, no somos como
todo el mundo”.
De lo que se trata es de exponer un
tema traumático, el del microcosmos bélico que existe en el seno de todos los
Estados occidentales, y llegar hasta el fondo de las psicopatologías que
desencadena y que, parece que inevitablemente, van a impedir siempre a sus
protagonistas ese regreso “a la normalidad” que pretende el programa. No es
posible salir indemne de la guerra.
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