“Uno
de nosotros tiene que quedarse para no dejar este bello país en manos de los
alemanes”. David Berman.
(Tras la Segunda Guerra mundial,
permanecieron en Alemania aproximadamente 4.000 judíos. Ninguno de ellos supo
explicar a sus hijos por qué…”Crecieron con las maletas siempre preparadas. Les
decíamos que pronto iríamos a Israel, a Estados Unidos, a Honolulu…Fue culpa
nuestra pero era un acto de equilibrio. Por una parte, el mundo judío, por otra
el alemán. Ya teníamos el billete para la felicidad, solo retrasamos el momento
de la partida”).
“Bye, bye Germany”, dirigida por el
cineasta Sam Garbarski (Irina Palm, Rashevski's Tango), “es una espléndida
comedia ambientada en la posguerra en los fínales de los años 1940, basada en
una historia real (y “lo que no es totalmente exacto sigue siendo correcto”)
que se cuenta en las novelas “Die Teilacher” y “Machloikes” del escritor y
periodista judío suizo Michel Bergman.
En los años de entreguerras, un Teilacher
era un comerciante judío que llevaba paquetes de ropa del hogar a las mujeres,
a veces ajuares enteros en baúles, especialmente en las zonas rurales. Un
comercio que llegó a ser muy próspero y que acabó abruptamente durante el
nacionalsocialismo.
Estamos en Frankfurt en 1946,
devastado por los ataques aliados y la penuria de la posguerra. David Berman (Moritz
Bleibtreu, “Las partículas elementales, La banda Baaer”, “Las confesiones”),
descendiente de una dinastía de vendedores de ropa de casa cuyos padres y
hermanos murieron en Auschwitz, y sus seis amigos, supervivientes todos del
Holocausto, sueñan con poder emigrar a América lo antes posible. Para ello
necesitan dinero. Todos fueron partisanos antes de la guerra, después cada cual
siguió su camino, Ahora, con mucho ánimo y no menos ingenio y picaresca,
consiguen poner en marcha un negocio de venta a domicilio de ropa blanca, un
producto muy demandado por los alemanes en la posguerra. Como el perro de tres
patas que les acompaña, viven todos en un campo americano para desplazados,
procedentes de distintas naciones europeas. Pero David tiene un pasado oscuro
que quiere averiguar la oficial estadounidense Sara Simon (Antje Traue, “La
mujer del cuadro”, “Criminal: un espía en la cabeza”).
Una historia judía de posguerra de
la que no sabemos gran cosa. Mientras que la mayoría de los supervivientes del
holocausto emigraron a distintos lugares, unos cuantos permanecieron en
Alemania, con frecuencias en condiciones manifiestamente mejorables.
La mayoría eran viejos, aunque los
protagonistas de esta película son relativamente jóvenes y mientras esperan una
vida mejor en otro lugar se niegan a representar el papel de la víctima judía:
“Hitler ha muerto pero nosotros estamos vivos”. En cierta manera, «Bye, bye
Germany» es un homenaje admirativo para los judíos europeos que optaron por
permanecer en un país que les había enviado a los campos de la muerte,
resistiendo a los dolorosos recuerdos de la persecución y la muerte. Se ha
indagado muy poco en sus vidas de posguerra, mientras que la literatura y el
cine se han ocupado ampliamente de la suerte de sus hermanos emigrados.
El resultado de esta historia tan
poco habitual, de estos personajes desplazados que luchan por volver a
integrarse en su patria, es un hermoso drama plagada de humor melancólico, un
relato sobre la culpabilidad -la de los alemanes, entre pasiva y agresiva, y la
de los supervivientes judíos, nacida de remordimientos- se suma a las muchos
intentos cinematográficos de los últimos años para representar la forma en que
Alemania ha ido arreglando las cuentas con su pasado más tenebroso. El
realizador, Garbarski, consigue un equilibrio emocional, jugando con los
colores ocre y gris de interiores y exteriores, que apuntala la atractiva
personalidad del actor protagonista, Bleibtreu, aunque estamos hablando de una
historia coral.
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