Hobbit
es un nombre masculino que designa a un individuo de talla muy pequeña, dotado
de pies peludos y de la incorregible manía de meterse en aventuras imposibles.
La película El Hobbit: la desolación de Smaug, que se estrena el 13 de
diciembre de 2013 en 3D, narra las aventuras del hobbit Bilbon quien, junto con
una compañía de enanos y dirigidos todos por el mago Gandalf, intentan
recuperar la piedra blanca brillante que es el tesoro robado por el dragón
Smaug. El hobbit Bilbon (el actor británico Martin Freeman, que ahora ha
alcanzado la fama tras su participación en las series The Office y Sherlock)
posee el anillo del poder, que le hace invisible…
Después
de haber realizado la trilogía del Señor de los anillos, y la primera entrega
de esta nueva saga fantástica creada igualmente por el escritor J.R.R. Tolkien,
Peter Jackson se hunde de nuevo en ese universo mitológico –a mitad de camino
entre un futuro apocalíptico y una edad media ciertamente miserable- poblado de
arañas gigantescas, altos y rubios elfos habitantes de los bosques, magos,
pociones mágicas, torrentes de metal hirviendo que escapan de las bocas de la
fragua, y el temible dragón Smaug… todo en una casi interminable película llena
de efectos especiales (prácticamente no hay nada en ella que no sea un efecto
especial) e interminable, porque dura nada menos que 2 horas y 41 minutos, sin
un instante de respiro.
Seguramente
todo eso es precisamente lo que aprecian los fieles seguidores de la obra de
Tolkien y Jackson. Aunque no sea de mis géneros preferidos, estoy segura que va
a ser uno de los taquillazos de las navidades a juzgar por las caras de
satisfacción, los amagos de aplausos y las sonoras carcajadas que arrancaron
algunas escenas a las decenas y decenas de blogueros, freaks y geeks, devotos
asistentes al pase de prensa de la película. En esta repetición hasta la
saciedad de escenarios y situaciones conocidas, también hay unos “malos”, cuyo
nombre genérico no recuerdo y cuyo cuerpo es un tatuaje total de venas,
cicatrices y dientes podridos.
Está
claro que a los adolescentes, y a los algo más mayores también, les encanta que
les cuenten una y otra vez las mismas historias, de los mismos héroes que
efectúan el mismo peligroso viaje por una naturaleza realmente suntuosa aunque
hostil, salvando pruebas cada vez más difíciles, eludiendo sortilegios,
participando en masacres y engañando al más peligroso de los enemigos, el
dragón, al que despojan de su preciada joya.
Aprovechando
el indudable tirón que va a tener la película, la compañía Air New Zealand
(país en el que se rodó) ha decorado la carrocería de uno de sus Boeing 777-300
con una gran imagen del dragón Smaug “el Dorado”, el avión hizo un viaje a Los
Angeles a tiempo para que los pasajeros pudieran asistir al estreno.
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