“Y
el sol respetará cada rostro en el Puente de la nave”
Esta
estrofa, perteneciente a la canción When the ship comes in, incluida en el
álbum The Times Are Changing de Bob Dylan (1964), forma parte de la banda
sonora del excelente documental Anija, la nave, presentado en el Festival de
Cine Italiano de Madrid, a finales de noviembre de 2013 después de haber ganado
el David de Donatello, el premio más prestigioso en la cinematografía italiana.
Durante
los últimos años 1980, cuando se inició el lento desmoronamiento de uno de los
últimos estados comunistas de Europa, Italia se encontró, muy a su pesar,
siendo también protagonista del “éxodo albanés. En los primeros días de marzo
de 1991, en el horizonte de la costa adriática de la Italia meridional habían
aparecido como fantasmas flotantes los primeros barcos con carga humana que
marcaron el inicio de lo que después se ha llamado “el éxodo de los albaneses”
y que culminó el 7 de agosto cuando en el puerto de Brindisi atracó el buque
mercante Vlora, con una carga de cerca de veinte mil prófugos. “la única nave
de la flota albanesa condecorada con la medalla de Heroína del Trabajo, que
habitualmente solo se concedía a personas, se convirtió en el manifiesto del
desplome de la Albania comunista”.
¿De
dónde habían salido aquellos barcos? ¿Quiénes eran las personas que se
arracimaban a bordo? ¿Y dónde están hoy, cuando han pasado más de veinte años?
En
la Albania comunista que dirigiera con puño de hierro el dictador Enver Hoxha
–cuarenta años (de 1945 hasta su muerte en 1985 ) como primer ministro de un
país solo comparable a lo que hoy son Corea del Norte o Vietnam del Norte,
donde los ciudadanos solo tienen obligaciones y carecen de los derechos y las
libertades fundamentales-, en los últimos años ’80, justo antes de la caída del
Muro de Berlín y de que empezaran a deshacerse en migajas los restantes
regímenes comunistas de la zona de influencia soviética, nadie hubiera creído
que un día sería realidad el chiste que circulaba en voz baja y cuyo protagonista
decía que, cuando se abrieran las fronteras, él se subiría a un árbol para
evitar que las multitudes lo aplastaran.
En
1991, entre aquellas multitudes, se encontraba Roland Sejko, entonces un joven
de 23 años que, como tantos otros miles, intentaba escapar a bordo de alguno de
los barcos que, desde el puerto de Durrësi y otros fondeaderos del país,
trasladaron miles de personas –familias enteras, con abuelos y niños- desde el
terror implantado en un país donde las gentes ni siquiera tenían pasaporte
hasta el soleado Brindisi, en el Adriático más meridional, desde donde luego
emprenderían la aventura europea de la inmigración, que hace veinte años no era
ni mucho menos como ahora: todavía existía una Europa más solidaria que la
actual, que concedía asilo político y en no pocas ocasiones acogía a los
refugiados con los brazos abiertos (procedentes de esa, y otra oleada
migratoria anterior en la primera mitad del siglo XX tras la ocupación italiana
, la liberación y la implantación de un gobierno comunista de corte
estalinista, en 1944, tanto en Francia como en Italia existe una población nada
desdeñable de albaneses). Fue una fuga colectiva de dimensiones desconocidas,
que no había ocurrido en Europa desde los días que siguieron al final de la
segunda guerra mundial, y en la que participaron las personas más diversas
unidas por el deseo común de abandonar Albania.
Escrito
por el propio Sejko, Anija, la nave es un documental que no solo cuenta el
viaje de miles de desesperados sino que analiza el específico momento político
y social de la Albania de los años 1990, un país que en seis años vivió el
hundimiento del régimen comunista, los años que siguieron a la muerte del
dictador Hoxha (quien había dejado el país convertido en una cárcel de hambrientos),
el fracaso del intento de reconstrucción capitalista, el crac de una estafa
financiera a la que miles de personas respondieron con una guerra civil, entre
dos regímenes políticos y dos éxodos. Algunos años después, en 1997, la fuga de
cientos de barcos de una Albania inflamada tras el hundimiento de las pirámides
financieras, marcó un tercer éxodo en el siglo XX que también tiene su símbolo:
la nave Kateri Rades hundida tras la colisión con la corveta de patrullaje
Sibilla.
“Mi
barco se llamaba Legend”, ha escrito Roland Sejko en la
presentación/explicación del documental. El Legend hizo un viaje cargado con
3.500 albaneses. Pero el Legend fue solo uno entre otros muchos navíos: en el plazo
de escasas semanas partieron del puerto de Durrësi, llenos hasta la bandera, el
Vlora (con 20.000 “pasajeros”), Lirija (4.000), Kallmi (900), Tirana (3.500),
la nave Apollonia (300), Appia (1.200) y el torpedo Agron con 130 refugiados… y
probablemente muchos otros de los que no queda testimonio, o yo no he sido
capaz de encontrarlo.
“Nunca
antes se me había pasado por la cabeza la idea de huir de Albania. Dos años
antes –sigue Sejko-, cuando todavía era un estudiante universitario en Tirana,
uno de mis mejores amigos intentó atravesar a nado el lago Scutari y llegar a
la costa yugoslava. Tuvo suerte: le cogieron. A los otros pocos que habían
intentado cruzar los límites del país les dispararon. Aun le fue mejor en el
proceso, porque le reconocieron una enfermedad mental y le excarcelaron. La
condena para los intentos de fuga era de 15 años para arriba”.
“¿Tu
también? Fueron sus palabras cuando la noche del 7 de marzo de 1991 nos
encontramos en un banco del puerto de Brindisi. Habíamos llegado a Durrësi de
idéntica manera, siguiendo aquel extraño pasapalabra que decía que el puerto
estaba abierto, sin más equipaje que lo que llevábamos puesto, sin tiempo para
avisar a nadie, ni siquiera a nuestros padres. Habíamos subido al mismo barco
abarrotado en el puerto, un viejo mercante oxidado llamado Legend, cargado con
carbón y casi 5.000 personas…”.
El
jurado del 6° festival de Cine Italiano de Madrid (21 – 28 noviembre 2013) decidió entregar el premio al mejor
documental presentado en la semana a Anija, la nave, de Roland Sejko, porque
“describe un momento particularmente dramático tratándolo con sobriedad y
respeto hacia quienes lo vivieron, y manteniendo la perspectiva sobre el
presente; teniendo en cuenta además la riqueza de los materiales audiovisuales
utilizados para permitir que el espectador saque sus propias conclusiones”.
Anija,
la nave recorre, en intensas imágenes procedentes de noticieros y filmaciones
domésticas de la época, los últimos años de la dictadura comunista y sus consecuencias
históricas y culturales. A partir de fotografías, recortes de periódicos e
informativos televisivos de aquellos meses del verano de 1991, cuando una
miríada de personas se amontonaban en el puerto de Durrësi en busca de una
libertad desconocida, Sejko ha buscado en Italia a algunos de los protagonistas
de la desesperada odisea que fue salvar los pocos kilómetros del canal de
Otranto que separan Albania de la costa italiana. En un viaje hacia atrás en el
tiempo, en el que voces diversas cuentan su historia, su vida en Albania y el
futuro que se han fabricado después. Mezcladas, pero no revueltas, las
hermosísimas imágenes de este documental van sacando a la luz recuerdos e
historias que hablan de las dificultades para encontrar un puesto en los barcos,
los casos de enfrentamiento con la policía italiana y las repatriaciones
forzosas, y el éxito de muchos de ellos –entre los que se encuentra el propio
realizador- que han encontrado su hueco en la sociedad de acogida.
Experiencias
difíciles, todas ellas, en unos días en que se mezclaban el miedo y la
esperanza. Para dar con los protagonistas de la media docena de historias
detalladas, fue de gran utilidad el periódico de los albaneses en Italia, Bota
shqiptare (El mundo albanés), que desde hacía años incluía una sección llamada
“Yo también estaba en el barco”: y así Sejko encontró a Majlinda, fotografiada
en un banco de Brindisi apenas desembarcada, “tenía 13 años y ahora es médico
en Milán. Entre el material televisivo preseleccionado había separado la
entrevista que le hicieron en el puerto, junto al barco, a un avispado chaval
albanés que ya entonces hablaba un óptimo italiano. Le encontré en Facebook.
Vivía en Rovigo. Y así, uno a uno, en toda Italia fui hallando los
rostros de aquella multitud. Y otros en Albania, donde han vuelto a vivir”. Casi
increíble la historia de los pilotos de la aviación albanesa que, desoyendo la
orden de disparar sobre los fugitivos, cambiaron de ruta y aterrizaron en
Italia.
En
todos ellos hay un componente de orgullo cuando, a la pregunta de cómo llegaron
a Italia, responden “en los barcos del éxodo”. “Se llame Legend, Vlora, Kallmi,
Lirija, Skenderbeu, Kavaja, Drashovica, Kateri Rades, o de cualquier otra
forma, rara es la ocasión en que, el interlocutor, si no estuvo en el mismo
barco no tuvo en él a un hermano, un primo, un pariente o un vecino de casa.
Como si se reivindicase una pertenencia colectiva, incluso nacional, a los
barcos del éxodo, al abordaje, al hecho de haber atravesado el mar, al viaje,
pocas horas antes de convertirnos en inmigrantes, cuando todavía éramos
fugitivos”.
Resultado:
una película emocionante y llena de amor, necesaria para comprender una
página de la historia reciente que no todos conocíamos.
*Se puede ver el
documental completo, en streaming gratuito, en la dirección
http://www.italiafilms.tv/2013/03/01/anija-film-streaming-ita.html
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