“El 9 de enero de 1866, José María Zubía, un armador-pescador de Zumaia, perdió la vida tras rescatar de una galera a tres pescadores que intentaban llegar a la bahía de La Concha. Recordado como un héroe popular debido a los muchos salvamentos que llevó a cabo, en la zona le llaman por su apodo, Aita Mari…”
“Aita Mari” es ahora un emocionante documental que nos lleva a seguir la magnífica aventura de un grupo de personas que han decidido dedicar parte de su vida a rescatar náufragos en el Mediterráneo. No es lo mismo ver imágenes de salvamento en un telediario que hacer el emocionante viaje junto a la tripulación del un barco que va a pescar vidas de personas que no interesan a nadie: gobiernos y administraciones varias miran para otro lado cuando zozobran barcazas cargadas hasta los topes de personas –“no son sacos de arena”- algunas de las cuales llevan varios años huyendo tras abandonar un país en el que no tenían futuro, y han pasado por experiencias tan terribles como las cárceles libias, donde les maltratan e incluso les violan, y donde la comida consiste en un mendrugo de pan de vez en cuando. El largometraje documental “Aita Mari”, del donostiarra Javi Julio, se estrena en cines este viernes 3 de diciembre de 2021.
Empecemos por el principio. No
es verdad que siempre una imagen valga más que mil palabras pero es cierto que hay
imágenes que valen más que muchos millones de palabras. La fotografía del
pequeño Aylan, el niño sirio que el mar depositó ahogado en una playa turca, es
uno –entre otros muchos- de los motivos que dieron nacimiento a esta historia
de hombres y mujeres “normales” –ni superhéroes ni iluminados- que surcan el
mar en busca de barcazas de fortuna cargadas con personas que persiguen un
sueño: el de un mundo donde al levantarse cada mañana, en una casa donde esté
reunida su familia, les espere un
trabajo.
El “Stella Maris Berria” era un
barco pesquero destinado al desguace en Getaria cuando Iñigo Mijangos e Iñigo
Gutiérrez, dos miembros de la ONG vasca Salvamento
Marítimo Humanitario (SMH), decidieron conseguir los recursos necesarios para transformarlo en un barco de rescate -y llamarlo
Aita Mari- con el que poder salvar a personas que huyen de países en
guerra, de lugares donde les persiguen o de situaciones de miseria; personas destinadas a ahogarse en el Mediterráneo, convertido
a estas alturas de la historia en una de las mayores fosas comunes del mundo.
El documental “Aita Mari” narra
la odisea de más de dos años desde la reconstrucción del barco hasta la
culminación del primer rescate. Es la historia “del esfuerzo colectivo de un
conjunto de ciudadanos y ciudadanas anónimas para socorrer a personas que huyen
de la guerra y el hambre”, de los problemas burocráticos por los que pasaron –algunos protagonizados
por políticos que tienen nombre y apellido- hasta conseguir el despacho
(permiso) para surcar las aguas del Mediterráneo y asistir a personas que
escapan de lugares sin futuro y pretenden alcanzar las costas europeas en embarcaciones precarias. El relato de cómo,
cuando parecía todo perdido, pendiente de ese permiso que nunca llegaba, la aparición
de la pandemia y la necesidad de tener que llevar a la zona del Mediterráno
central (Grecia, Italia, Malta…) ayuda humanitaria urgente en grandes
cantidades, facilitó las cosas y el “Aita Mari” zarpó con la prohibición
expresa de realizar operaciones de salvamento.
Y es también el
seguimiento, detallado y minucioso, de un primer salvamento de 80
personas –incluidas una embaraza y un niño- que desfallecían en medio del
océano en una barcaza de goma a la que había fallado el motor, sin agua, sin
comida y sin ropa para abrigarse. Una
primera misión en una embarcación con refugiados, que además no era la que buscaban.
"Si no llegamos a encontrarlos ni siquiera
habrían formado parte de una estadística. Nadie se habría enterado de su muerte
en el mar”.
“Aita Mari, la odisea del barco que estaba en el
pueblo de al lado” , y que ya lleva rescatadas más de cuatrocientas personas – las
últimas 105, entre ellas 22 menores, el pasado 22 de octubre, que desembarcaron
seis días después en Trapani (Sicilia)-, es para su director, Javi Julio, "no un documental sobre la épica del
rescate en el mar. Habla de cómo gente sencilla y anónima se transforma y
abandona su vida anterior para realizar el trabajo que deberían hacer los
estados".
La asociación Salvamento Marítimo Humanitario (SMH) se creó en 2015
para dar respuesta a la crisis humanitaria que se vive en el Mediterráneo.
Comenzó su labor con el auxilio a las decenas de botes que llegaban a
diario a la isla griega de Quíos. Tras el conocido como "pacto de la
vergüenza", firmado en 2016 por la Unión Europea y Turquía, empezó a
colaborar con otras ONGs a bordo del barco oceanográfico Lifefiline. Después de
cinco misiones, sus miembros decidieron adquirir su propio barco: el Aita
Mari, nombrado así en homenaje José María Zubia, fallecido rescatando a tres pescadores en 1866.
Cuando termino de escribir mis
impresiones sobre este impactante documental, veo en los informativos que los
gobiernos de Francia y el Reino Unido andan a la gresca para determinar cual de
ellos es el responsable de la muerte de
27 personas –migrantes, naturalmente, en busca de asilo- en el naufragio de su
embarcación en aguas del Canal de La Mancha. Una vez más, asociaciones
humanitarias y personalidades representativas de distintos estratos sociales,
se manifiestan pidiendo a los gobierno un cambio en sus políticas de acogida y
ayuda a los refugiados.
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