“ Petite fille” no es una película militante, pero trata muchos problemas sociales (…) “Petite fille” no es un reportaje periodístico, sino cine…”. (Les Inrocks)
“Luminoso, conmovedor y necesario” documental sobre la disforia de género (lo que coloquialmente llamamos trans), “Una niña” (Petite fille), dirigido por el francés Sébastien Lifshitz (“Adolescentes”, “Les invisibles”, “Plein sud”), que se estrena en España este viernes, 12 de marzo de 2021, de momento lleva acumulados el Premio al mejor Documental en el Festival Internacional de Cine de Chicago, el de la Mejor Película en el Festival de Gante, el de Mejor Película de No ficción en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, y opta al de Mejor documental Europeo del año pasado.
A Sasha, de 7
años, que vive en una localidad pequeña del mapa de Francia, la inscribieron
como niño cuando nació. Desde los 3 años manifiesta querer ser una niña y vive
rodeada de amor y comprensión en una
familia que ha aceptado rápidamente que se trata de un caso de disforia de
género. (Llegados a este punto conviene resaltar que Sasha ha tenido mucha
suerte con la familia que le ha tocado; en muchos casos, es precisamente la
familia del niño trans la principal causa de malestar y sufrimiento, al menos
en los primeros años).
Sasha es una
niña tímida que habla poco y juega mucho. La cámara ha seguido durante un año
su vida diaria –la familia, la escuela, la clase de ballet- que se divide entre
quienes la quieren, respetan y tratan como ella quiere ser tratada, y quienes
se lo niegan todo, la acosan en la escuela y siguen llamándola con artículos y pronombres
masculinos; y sigue también el combate de unos padres, especialmente una madre
coraje, para hacer entender al resto de la sociedad su diferencia.
En el documental
están las dudas, las miradas, las esperanzas y los momentos de desánimo, e
incluso de lágrimas indeseadas, de la niña y sus padres, filmado todo con una
sensibilidad encomiable y una cámara discreta que no se entromete, que
considera que no hay tabúes y que la verdad es la única manera de hablar de un
problema que afecta a una parte de nuestra sociedad: no importa el volumen, no
importa a cuantas personas, que haya una sola cuyos derechos no se respeten es
más que suficiente para no ignorarlo.
Por eso “Una
niña” es una película emocionante, pedagógica, valiente, que vá más allá de
cualquier intento moralizante, de una niña que tiene una infancia difícil y una
familia valiente, con las que podemos empatizar enseguida: el amor que se respira
en los padres y los tres hermanos, y los esfuerzos de comprensión y paciencia
para conseguir que el resto de la sociedad aparque el tabú y acepte a la niña
como es, colorean la historia de Sasha, tan real como ella misma, guapa y
alegre desde la altura de sus siete años cuando nadie cuestiona su identidad;
triste, llorosa, cuando la psicóloga inquiere cómo le tratan quienes en la
escuela no son capaces de entender la falta de adecuación que hay entre el sexo
que le asignaron al nacer y su identidad de género, quienes no comprenden que
Sasha solo quiere que la acepten como es. “Cada gesto de la niña nos toca, cada
una de sus lágrimas nos desgarra” (Libération).
Es la madre de
Sasha quien mejor lo explica todo, en un desahogo de sinceridad, casi gritando
a la cámara: “Sasha no tendrá nunca la mochila que quiere, el estuche que
quiere, el vestido que quiere, no vive su infancia, ¡mi hija no tiene
infancia!…”.
Felizmente, este fragmento de la
historia de Sasha es también el de una metamorfosis. Al final del documental,
las alas rosas que la niña lleva en la espalda de su camiseta mientras baila, y
que evidentemente nos remiten a las mariposas que tanto le gustan, que decoran
su habitación y lleva estampadas en su ropa, son el emblema de una liberación
que llegará más tarde. Como dice su madre: “Creo que todos tenemos una misión en
la vida y Sasha está aquí cambiar las mentalidades ».
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