«El
amor es el derecho que damos a otro de perseguirnos”.
(Dostoievski)
La realizadora francesa Maïwenn, a
quien la crítica y el público de su país tratan, en mi opinión, con excesiva
benevolencia, narra en “Mi amor” (Mon Roi), cuarto largometraje de su carrera, los
vaivenes de una pasión destructora entre los personajes interpretados por
Vincent Cassel (El odio, Oscura Seducción, La bella y la bestia), un machista
cabrón en toda regla, y Emmanuelle Bercot (Ragazzi, Polisse, Premio de
Interpretación en el Festival de Cannes 2015), la amante enloquecida.
A juzgar por los comentarios de
quienes la conocen de cerca, Maïwenn proyecta en las películas sus obsesiones
más íntimas, habla siempre “de ella misma y, de rechazo, de los hombres que,
una vez que han pasado por su vida como tempestades, se reencarnan en sus
películas en formas medio paródicas, medio fantaseadas”.
“Mi amor” no escapa a la norma y es
tanto el relato de un amor como de un enfrentamiento entre un fabulador
insaciable, dotado de una capacidad de manipulación inaudita, y la enamorada
carne de cañón, dispuesta a entender, perdonar, justifica lo que en síntesis es
un maltrato psicológico en toda regla, del que le va a costar liberarse. Una
película sobre el amor como adición, como pesadilla incluso.
Tras una grave caída esquiando,
Tony llega a un centro de rehabilitación en el sur de Francia. Entre ejercicios
y momentos de dolor insoportable, rememora la tumultuosa relación que ha
mantenido con Georgio al tiempo que se pregunta cómo pudo amarle y quién es
realmente ese hombre al que se entregó con una pasión asfixiante y destructora.
Estamos ante algo más de dos horas
de película muy aparente y bastante mediocre trufada de gestos inútiles, de
situaciones repetidas, de exhibiciones narcisistas que, sin embargo, ha
conseguido un galardón en Cannes y dos millones y medio de espectadores galos
(con alguna voz discordante, como la de Pierre Murat, crítico de Télerama:
“Solo el estilo puede transcender un tema tan manido…Pero estilo es precisamente
lo que Maïwenn no tiene”). Lo que demuestra que cuando los franceses quieren,
quieren de verdad.
Y que Maïwenn -39 años, actriz,
guionista y realizadora, hija de argelina y vietnamita, que habla pestes de una
madre que la quiso convertir en niña-estrella a los 5 años y de un padre que la
maltrataba “física y verbalmente”, y se casó a los 16 años con el realizador
Luc Besson para caer en la bulimia tras el divorcio- es uno de los últimos
iconos de su filmografía.
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