“Por
la forma en que continuamente salta de la comedia al drama, entre Kafka y la
comedia italiana, (…) expresa una profunda inquietud en cuanto al futuro del
país”. (Cahiers de cinéma).
Tras su estreno en la Quincena de
los Realizadores de Cannes, Gett, el divorcio de Viviane Amsalem, un drama en
el que los hermanos Ronit y Shlomi Elkabetz ponen punto final a una trilogía
iniciada con Tomar mujer(2005) y continuada con Los siete días (2008), es una
coproducción franco-israelí-alemana “sobre la condición femenina y la condición
humana en general”. probablemente, o que el espectador retiene de este
escalofriante retrato de un país, Israel, que es a la vez moderno y feudal, es
que la vida –toda la vida- de las mujeres depende de lo que quieran, o decidan,
los hombres, “sus” hombres.
Gett, el divorcio de Viviane
Amsalem, una historia que se desarrolla, en distintos momentos a través de los
años, entre las cuatro paredes de un tribunal rabínico y en su sala de espera,
no es nada más y nada menos que la carrera de obstáculos que una israelí
desesperada tiene que ir salvando para conseguir finalmente divorciarse de un
marido al que ya no soporta, en una cultura esclava de sus tradiciones. Lo que
al mismo tiempo es una excusa para que la pareja de realizadores haga desfilar
ante el tribunal, en calidad de testigos tragicómicos, a varios representantes
de una sociedad totalmente contradictoria, capaces de defender una cosa y su
contraria en el breve lapso de tiempo de una declaración apresurada. Como
pillados en un renuncio, los familiares y amigos de la mujer que quiere el
divorcio y el hombre que no encuentra motivo para “concedérselo”, vuelven sobre
sus palabras, cambian completamente el sentido de sus manifestaciones y pasan
de testigos de la defensa a testigos de cargo, sin mover una pestaña. Vecinos,
cuñados, amigos…la clase media de un país anquilosado jurídica y afectivamente,
parece haberse dado cita para mentir, inventar, ponerse a parir unos a otros,
como si estuvieran compitiendo en “un cruel concurso de mala fe”.
Minuciosa autopsia de una pareja,
drama y sátira en tres lenguas –hebreo, francés y árabe-, los autores de Gett,
el divorcio de Viviane Amsalem han realizado esta película en homenaje a su
madre, inspiradora del tema junto a muchas otras mujeres conocidas por los
hermanos Elkabetz, quien, aseguran, aunque nunca intentó divorciarse seguro que
tuvo motivos de sobra para hacerlo. Toda la filosofía de la justicia rabínica
se explica en la última frase –mezcla de posesión e impotencia- que pronuncia
el marido, al “conceder” explícitamente la libertad a su esposa: “Y a partir de
ahora quedas permitida para cualquier hombre” (traducción libre de la traducción
francesa de la frase en hebreo).
Viviane Amsalem (la propia
realizadora Ronitz Elkabetz) se separó hace años de su marido Elisha (Simon
Abkarian) y ahora quiere un divorcio legal para no convertirse en marginada
social. En Israel no existe el matrimonio civil, el divorcio ante el tribunal
rabínico solo es posible si el marido “repudia” a la mujer. Elisha –“un cabal
espécimen de víctima pasiva-agresiva” (Cécile Mury, Télérama)- se niega con
obstinación. Viviane tendrá que luchar para reivindicar su derecho, en un
proceso que durará cinco años, y en el que la tragedia competirá con lo
absurdo.
¿Elisha es un mal marido? ¿Alguna
vez le ha pegado, engañado, privado de lo necesario…? No. Entonces ¿por qué
quiere divorciarse Viviane Amsalem, una mujer ya abuela? Los tres rabinos que
componen el tribunal, sentados en la tribuna que les sitúa por encima de los
demás, no entienden nada. Para ellos, el desamor no es un argumento, una
familia no es cuestión de sentimientos sino que forma parte de la ligazón
social…
Cuando se apaga el último fotograma
de Gett, el divorcio de Viviane Amsalem, durante un tiempo nos queda en la
retina esa última imagen de la mirada de una mujer que ha recobrado la
libertad; de esa espesa cabellera que ella recoge en un moño, ante la mirada
estupefacta del coro rabínico del tribunal que considera el pelo de las mujeres
objeto erótico (todavía quedan las que lo esconden debajo de una peluca, casi
siempre desaliñada); de la palabra Gett tantas veces repetida en las casi dos
horas de proyección, que significa “divorcio” en hebreo; de la violencia sorda
y el sufrimiento que hemos presenciado. A través de la batalla jurídica nos ha
llegado toda la intensidad “del tiempo que pasa”, hemos conocido “el lugar de
las mujeres y su dignidad en la sociedad (tradicional y fundamentalista,
adjetivos míos) israelí” (Romain Le Vern, TF1)
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