“Auténtico film de fantasmas en el que
Pasolini, hermoso como un rayo de sol atravesando el polvo, parece al acecho de
un rayo místico”. (Romain Le Vern, Télérama)
“Como sus asesinos,
sus vampiros, sus gansters, el Pasolini de Willem Dafoe desciende a los
infiernos y vaga por las depresiones oscuras en busca de algo deseado e
inasible…Ardiente, trágico…desdoblado en los territorios de la poesía y la
pesadilla donde, desde siempre, se caen los ángeles rebeldes, se matan los
poetas y nos descubrimos asesinos” (Maurizio Caverzan, IL Giornale)
En
Roma, en la noche del 2 de noviembre de 1975, murió asesinado en la playa de
Ostia, el poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini, autor maldito y uno de los
intelectuales italianos más influyentes, símbolo del arte que lucha contra el
poder, casi tan amado como odiado –de todo hubo- por sus compatriotas. Se van a
cumplir, por tanto, cuarenta años de la desaparición de uno de los nombres que
se escriben con mayúscula en la literatura y el cine italiano del siglo XX.
Aquel
día, Pasolini, gran poeta y enorme cineasta, estuvo dejándose mimar por su
madre y charlando con algunos de sus amigos y camaradas más cercanos, entre
otras cosas acerca de sus intentos por recuperar las bobinas que le habían
robado de la película Salò o los 120 días de Sodoma . Después, al volante del
Alfa Romeo inició un largo peregrinaje, tantas noches repetido, en busca de
aventuras. Al amanecer, su cuerpo masacrado apareció en la base de hidroaviones
de la playa de Ostia, en las afueras de la capital.
“Cualesquiera
que fueran los verdaderos autores, su asesinato fue, simbólicamente, un crimen
perpetrado por un inconsciente colectivo, una sociedad consumista, burguesa,
esclavista, pre-berlusconiana, prolongación del fascismo y que rechazaba todo
lo que él encarnaba: la inteligencia, la cultura, la creatividad, el amor por
la belleza, la rebelión contra la injusticia social, la libertad sexual, la
modernidad” (Jean-Baptiste Morain, Les Inrockuptibles).
Un
día, una vida. Pasolini, dirigida por Abel Ferrara, rememora aquella jornada
del 2 de noviembre, inicialmente banal -un día como cualquier otro en la vida
del artista- en una película “onírica y visionaria”, en la que se trenzan
realidad y ficción, con un actor, Willem Dafoe (El Gran Hotel Budapest,
Nynphomaniac), que se parece inquietantemente al personaje. En el reparto
aparecen también Ninetto Davoli (El Decameron, Las mil y una noches), Ricardo
Scamarcio (La mejor juventud), Valerio Mastandrea (La prima cosa bella) y la
portuguesa Maria de Medeiros en el papel de la enorme actriz que fue Laura
Betti (fallecida en 2004).
Es
un día radiante el que se filtra por las cortinas de una casa romana en el EUR,
el barrio que los fascistas construyeron en el sur de la ciudad. El hombre se
despierta en una cama estrecha, de una sola plaza, como cuando era niño. El
hombre vive en casa de su madre, donde también vive su sobrina, acaba de
regresar de Estocolmo donde estuvo presentando la traducción del libro Las
cenizas de Gramsci. Se levanta, lee Il Corriere della Sera mientras toma un
café, se sienta ante la máquina de escribir y continúa la novela interrumpida,
Petrolio, en la que lleva cinco años trabajando. Come en casa, junto a la
Betti, que acaba de finalizar el rodaje de Vicios privados, virtudes públicas,
de Miklós Jancsó. Luego juega un rato al fútbol, recibe al periodista Furio
Colombo, más tarde irá a cenar a su trattoria habitual con el actor Ninetto
Davoli, el hombre que un día fue su amante y ahora es su amigo, con quien
comenta el proyecto de Porno-Teo-Kolosal, la próxima película “epopeya
parabólica en persecución del cometa Ideología”. Finalmente, ya de noche
cerrada, en un bar gay liga con un joven, al que invita a un plato de spaghetti
de camino a la playa…
Hasta
aquí, todo bastante cierto. A partir de aquí la ficción, la explicación de
Ferrara a lo que no han sido capaces de desvelar los investigadores italianos
en cuarenta años, el camino de Pasolini al encuentro con una muerte absurda y miserable.
Y, en el ojo amoroso de la cámara del realizador, Pasolini el hombre -
misterioso y desigual, ambiguo y muy difícil de aprehender-, todos los
Pasolini: “el que está envejeciendo, el niño de ‘la mamma’, el artista
trabajador, el amigo mimado, el agitador criticado, el poeta, el ogro también.
A pesar de las declaraciones previas de intenciones (…) se trata menos de
rendir homenaje a una figura venerada que de sondear lo que tenía últimamente
en la cabeza, las tripas, el slip (…) Más allá de la reverencia, el valor de
este soberbio retrato anti-espectacular reside en su manera de restituir, sin
estúpidos balbuceos, un Pasolini en libertad..” (Julien Gester, Libération).
Mientras
la crítica francesa definió Pasolini como obra maestra desde el mismo momento
de su presentación en el Festival de Venecia 2014, los anglosajones se han
mostrado más bien perplejos, y como a la expectativa, y la crítica italiana le
ha visto muchas pegas a la película de Abel Ferrara: su, dicen, desinterés por
el pasado “al que considera un fósil, un libro de historia”; su, dicen también,
homenaje-declaración de amor al autor desparecido, en modo redención del
personaje” (Marzia Gandolfi). “Una película equivocada con cosas maravillosas…El resultado es un Pasolini chamán, profeta
(‘estamos todos en peligro’) de su propio fin, y del fin del mundo. Operación
interesante, sólo que Ferrara mantiene en toda la película un tono frío
distante, extrañamente prudente. Esta película no es ni Ferrara ni Pasolini
(Luigi Locatelli, nuovocinemalocatelli.com), “Pasolini funciona solo a medias”
(Maurizio Carverzan, Il Giornale”.
A
mí me ha parecido una película desde luego “entregada”, realizada a la mayor
gloria de Pasolini, artista al que aprecio sinceramente en sus distintas
facetas, pero una película honesta y de buena factura; desde luego, mucho más,
a años luz del anterior “biopic” del mismo realizador, el fallido relato de las
venturas y desventuras de Dominique Strauss-Khan (DSK) desde sus ambiciones
presidenciales hasta el descenso a los infiernos de las imputaciones por
agresión sexual y libertinaje.
Es el último día de un condenado. Toda la película te sumerge en un estado de irrealidad poética, matizada y angustiosamente creíble. Una película excepcionalísima, con un Pasolini que se te mete en el alma. Pasolini 10 - Ferrara 10 - Dafoe 10
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