"Grecia ha
rebasado su fecha de caducidad». El diario turco Milliyet (http://www.milliyet.com.tr/) titula así
la noticia de que las autoridades del país heleno han decidido de autorizar la
venta de alimentos que hayan rebasado, hasta en tres meses, la fecha de
caducidad que los productores europeos tiene obligación de estampar, bien
visibles en todo ellos, para información de los consumidores, según cuenta Effy
Tselikas, desde Atenas, en el digital internacional Myeurop ( http://fr.myeurop.info/2013/09/04/menu-de-crise-des-produits-p-rim-s-pour-les-grecs-12170).
Inspirado, sin
duda, en la supuesta austeridad del ministro de aquí Arias Cañete, quien
presume de tomarse los yogures caducados con la ilusión de que creamos que así
ayuda al ramo que representa, el gobierno griego ha introducido una enmienda en
el código de comercio para que desde el 1 de septiembre de 2013 se vendan
rebajados, en supermercados y grandes superficies, los productos alimenticios
que hayan rebasado la fecha de caducidad. Según el ministro griego de
Desarrollo, Giorgios Stergiou, los productos deben estar separados de los todavía
vigentes y llevar escrito, en letras mayúsculas, “REBASADA LA FECHA DE
CADUCIDAD“, insistiendo en que no se trata de productos en malas condiciones,
sino simplemente caducados lo que “no entraña riesgos para la salud, aunque a
veces hayan perdido algo de gusto”, hayan desaparecido sus vitaminas o haya
cambiado su consistencia.
Es cierto, y
científicamente avalado, que consumir sobre todo productos lácteos con algunos
días más que la fecha de caducidad escrita en el envase no constituye, en
principio, peligro para la salud de una persona “sana”. Debo confesar que yo no
soy especialmente escrupulosa, más que nada por desgana, en la vigilancia de
las fechas de todos y cada uno de los productos que tengo aparcados en la
nevera (de hecho, es mi hijo quien, cuando para por aquí, hace una revisión a
fondo y me llena el cubo de la basura de desechos), y que nunca me ha pasado
nada si excluimos aquella vez que comí ensalada y mejillones en un restaurante
griego en París y mis hermanos tuvieron que venir corriendo al hotel a traerme
Fortasec; no puedo asegurar si alguno de los productos estaba caducado, si no
habían lavado la lechuga o si me zampé alguna bactería de nueva cepa; lo cierto
es que creí que me quedaba allí . Pero que no sea intrínsecamente malo no quiere
decir tampoco que haya que ir alardeando y dando falsa confianza al consumidor.
Siempre según
Myeurop, la mayoría de las grandes cadenas griegas de distribución se han
negado a tomar parte en la operación, por considerarla perjudicial para su
política comercial. Y aunque, al parecer no todos los consumidores están al
tanto de las nuevas medidas gubernamentales, los internautas en cambio se han
puesto inmediatamente manos a la obra, y los comentarios rivalizan en ingenio y
mala baba: “No es grave, mira que somos idiotas. Al contrario, unos cuantos
gusanos más, nos añadirán proteínas gratuitas. Alguien que tiene la inmensa
suerte de disponer del euro como moneda ¿por qué va a necesitar también comer?”
(leido, en griego, en la página Protothema, www.protothema.gr, y traducido por la
publicación citada).
O estos otros todavía más
fatalistas: “Y como estamos en Grecia, en poco tiempo los productos caducados
alcanzarán el precio de los que compramos habitualmente, éstos costarán como
los ‘bio’, y los ‘bio” solo los comprarán los pudientes”…”Después de quitarnos el trabajo, cepillarse los
salarios y reventarnos con nuevos impuestos y aumento de precios, ahora, para
quitarnos el hambre, nos hacen pagar por productos caducados”... “Si el
gobierno quisiera realmente hacer algo por las personas en dificultades les
distribuiría víveres gratuitamente. ¡Que el primer ministro vaya también a
comprar productos caducados para su mujer y sus hijos!...pero no, ellos comen langostas
y profiteroles” (Evidentemente, los gustos en materia de comida son una cosa
muy personal. Yo hubiera dicho chipirones en su tinta y milhojas).
La Unión de
Consumidores de Creta expresa sus temores de que con esos productos caducados
se confeccionen ahora menús para residencias de ancianos y colonias de
vacaciones infantiles; temores que un internauta traduce, en la página web del
diario vespertino Ta Nea (el gigante de la prensa griega, en los kioskos desde
1931, fundado y dirigido por Christos Lambrakis), por: ”Vamos a comer baklava
(1) preparado con leche caducada y suvlakis (brochetas) con salmonella”. Hay
otros a quienes causa una enorme preocupación el futuro. “En caso de
envenenamiento, ¿quién será el responsable?, ¿la tienda que vende el producto o
yo que lo compro caducado? O, como en el caso de los bancos que no tenían
ninguna culpa cuando te daban préstamos emponzoñados y luego te quitaban la
casa, ¿tampoco el supermercado tendrá nada que ver con el sarpullido de tu
hijo?”.
He dejado para el
final el mejor de los comentarios recogidos en el artículo de Myeurop:
“¡Gobierno caducado!” (Y que cunda el ejemplo).
(1) Baklava:
pastel tradicional de origen persa que se sigue comiendo como postre en la
mayoría de los territorios pertenecientes al antiguo imperio otomano, compuesto
por 33 capas de fino hojaldre (33 en memoria de los años de Cristo) entre las
que se introduce una mezcla de frutos secos y miel o agua de azahar, junto con
algunos clavos molidos. Adjunto la receta por si, antes de que la moda llegue a
nuestros supermercados, alguien quiere probar. Es un dulce exquisito, de los
que engordan.
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