sábado, 7 de septiembre de 2013

Menú de crisis: Grecia es un producto caducado



"Grecia ha rebasado su fecha de caducidad». El diario turco Milliyet (http://www.milliyet.com.tr/) titula así la noticia de que las autoridades del país heleno han decidido de autorizar la venta de alimentos que hayan rebasado, hasta en tres meses, la fecha de caducidad que los productores europeos tiene obligación de estampar, bien visibles en todo ellos, para información de los consumidores, según cuenta Effy Tselikas, desde Atenas, en el digital internacional Myeurop ( http://fr.myeurop.info/2013/09/04/menu-de-crise-des-produits-p-rim-s-pour-les-grecs-12170).

Inspirado, sin duda, en la supuesta austeridad del ministro de aquí Arias Cañete, quien presume de tomarse los yogures caducados con la ilusión de que creamos que así ayuda al ramo que representa, el gobierno griego ha introducido una enmienda en el código de comercio para que desde el 1 de septiembre de 2013 se vendan rebajados, en supermercados y grandes superficies, los productos alimenticios que hayan rebasado la fecha de caducidad. Según el ministro griego de Desarrollo, Giorgios Stergiou, los productos deben estar separados de los todavía vigentes y llevar escrito, en letras mayúsculas, “REBASADA LA FECHA DE CADUCIDAD“, insistiendo en que no se trata de productos en malas condiciones, sino simplemente caducados lo que “no entraña riesgos para la salud, aunque a veces hayan perdido algo de gusto”, hayan desaparecido sus vitaminas o haya cambiado su consistencia.

Es cierto, y científicamente avalado, que consumir sobre todo productos lácteos con algunos días más que la fecha de caducidad escrita en el envase no constituye, en principio, peligro para la salud de una persona “sana”. Debo confesar que yo no soy especialmente escrupulosa, más que nada por desgana, en la vigilancia de las fechas de todos y cada uno de los productos que tengo aparcados en la nevera (de hecho, es mi hijo quien, cuando para por aquí, hace una revisión a fondo y me llena el cubo de la basura de desechos), y que nunca me ha pasado nada si excluimos aquella vez que comí ensalada y mejillones en un restaurante griego en París y mis hermanos tuvieron que venir corriendo al hotel a traerme Fortasec; no puedo asegurar si alguno de los productos estaba caducado, si no habían lavado la lechuga o si me zampé alguna bactería de nueva cepa; lo cierto es que creí que me quedaba allí . Pero que no sea intrínsecamente malo no quiere decir tampoco que haya que ir alardeando y dando falsa confianza al consumidor.

Siempre según Myeurop, la mayoría de las grandes cadenas griegas de distribución se han negado a tomar parte en la operación, por considerarla perjudicial para su política comercial. Y aunque, al parecer no todos los consumidores están al tanto de las nuevas medidas gubernamentales, los internautas en cambio se han puesto inmediatamente manos a la obra, y los comentarios rivalizan en ingenio y mala baba: “No es grave, mira que somos idiotas. Al contrario, unos cuantos gusanos más, nos añadirán proteínas gratuitas. Alguien que tiene la inmensa suerte de disponer del euro como moneda ¿por qué va a necesitar también comer?” (leido, en griego, en la página Protothema, www.protothema.gr, y traducido por la publicación citada).

O estos otros todavía más fatalistas: “Y como estamos en Grecia, en poco tiempo los productos caducados alcanzarán el precio de los que compramos habitualmente, éstos costarán como los ‘bio’, y los ‘bio” solo los comprarán los pudientes”…”Después de quitarnos el trabajo, cepillarse los salarios y reventarnos con nuevos impuestos y aumento de precios, ahora, para quitarnos el hambre, nos hacen pagar por productos caducados”... “Si el gobierno quisiera realmente hacer algo por las personas en dificultades les distribuiría víveres gratuitamente. ¡Que el primer ministro vaya también a comprar productos caducados para su mujer y sus hijos!...pero no, ellos comen langostas y profiteroles” (Evidentemente, los gustos en materia de comida son una cosa muy personal. Yo hubiera dicho chipirones en su tinta y milhojas).

La Unión de Consumidores de Creta expresa sus temores de que con esos productos caducados se confeccionen ahora menús para residencias de ancianos y colonias de vacaciones infantiles; temores que un internauta traduce, en la página web del diario vespertino Ta Nea (el gigante de la prensa griega, en los kioskos desde 1931, fundado y dirigido por Christos Lambrakis), por: ”Vamos a comer baklava (1) preparado con leche caducada y suvlakis (brochetas) con salmonella”. Hay otros a quienes causa una enorme preocupación el futuro. “En caso de envenenamiento, ¿quién será el responsable?, ¿la tienda que vende el producto o yo que lo compro caducado? O, como en el caso de los bancos que no tenían ninguna culpa cuando te daban préstamos emponzoñados y luego te quitaban la casa, ¿tampoco el supermercado tendrá nada que ver con el sarpullido de tu hijo?”.

He dejado para el final el mejor de los comentarios recogidos en el artículo de Myeurop: “¡Gobierno caducado!” (Y que cunda el ejemplo).


(1) Baklava: pastel tradicional de origen persa que se sigue comiendo como postre en la mayoría de los territorios pertenecientes al antiguo imperio otomano, compuesto por 33 capas de fino hojaldre (33 en memoria de los años de Cristo) entre las que se introduce una mezcla de frutos secos y miel o agua de azahar, junto con algunos clavos molidos. Adjunto la receta por si, antes de que la moda llegue a nuestros supermercados, alguien quiere probar. Es un dulce exquisito, de los que engordan.

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