Simulando
escribir solo un “libro divertido”, una de esas intrascendentes lecturas de
verano, aptas para compartir la atención de su dueño con la arena de la playa o
las hormigas de una manta tirada en el campo, Caitlin Moran ha escrito en
cambio una obra furiosamente feminista en un tiempo en que se supone que las
mujeres occidentales -así, en general, sin detenernos en las maltratadas y
asesinadas en el silencio del hogar, ni en las esclavas vendidas por los
traficantes de mano de obra barata o gratuita incluso- lo tienen mejor que
nunca.
Conviene
tener en cuenta la realidad de la autora –treinta y tantos, burguesía media,
profesional reconocida, felizmente casada y orgullosa madre de dos hijas-
porque en realidad el libro “Como ser mujer” tiene un gran componente
autobiográfico y toda la crítica social que almacena –al sistema, a la
educación convencional, al machismo (también el machismo de muchas mujeres), a
la homofobia…- está hecha desde ese contexto.
Británica
nacida en Bristol, aunque seguramente descendiente de paquistaníes, esta
columnista de The Times que en muchas de las páginas de “Como ser mujer”
recuerda a la Carrie de Sexo en NY (aunque al final no siempre está fabulosa ni
dispone de cinco mil marines para sacarla a bailar), es una mujer perfectamente
consciente de su realidad en pleno siglo XXI. Moran es una feminista que
defiende a la vez a los hombres y las mujeres: todos desamparados, aislados,
solos, confundidos, superados muchas veces por los acontecimientos… Moran es
“partidaria de los seis millones” de habitantes del planeta, y no sólo del
cincuenta por ciento de ellos como ha ocurrido muchas veces con las proclamas
feministas.
Si en las
primeras décadas del siglo XX las sufragistas de falda larga y polisón se
tiraban a los pies de los caballos de Su Graciosa Majestad para llamar la
atención sobre sus reivindicaciones -entre las que en primer lugar figuraba el
derecho el voto, pero también el acceso a profesiones y trabajos considerados
“masculinos” y que dejaran de ser consideradas exclusivamente como vientres
reproductores- ahora que las mujeres votan, tienen a su alcance métodos
anticonceptivos, son mayoría en las universidades de todo el mundo (incluidas
muchas de las fundamentalistas islámicas) y son catedráticos, pilotos,
investigadoras, camioneros, policías, bomberos, pescadores o conductores de
autobuses, las reivindicaciones van por otro lado.
La
publicidad, el marketing y los siglos acumulados de patriarcado, transformados
por la realidad en una especie de irresoluble complejo de inferioridad, esperan
que, además de todo lo anterior, la superwoman del siglo XXI encuentre tiempo
para tener hijos, hacer las tareas domésticas, permanecer indefinidamente joven
(lo que le obligaría a buscar remedios, a veces dolorosos y siempre caros, a la
aparición de arrugas, canas, y otras muestras evidentes del paso del tiempo) y
hacerlo todo con la mejor de las sonrisas colocada como una máscara sobre el
cansancio e incluso el hartazgo.
Moran traza
una línea continua desde la adolescencia de sus trece años (cuando se veía
gorda, le parecía que no tenía amigos y que los chicos no la tenían en cuenta)
hasta sus circunstancias actuales, ”describe con una sinceridad y una audacia
militantes, y habla con absoluta naturalidad de la relación con su cuerpo. Y
con la comida, los hombres, el trabajo, la sexualidad, la maternidad, el
aborto. Pero también escribe sobre la importancia de Lady Gaga… y mucho más”
Humorista y
feminista, “Como ser una mujer” no es una tesis universitaria sino un
manifiesto heavy que no trata a las mujeres como objetos frágiles ni
como víctimas, escrito por una mujer procedente de una familia numerosa de
clase obrera que dejó de estudiar a los 11 años para ayudarla a subsistir y a
los 18 ya firmaba columnas musicales en la revista New Musical Express.
Caitlin
Moran dice que si una es consciente de que además de otras cosas tiene vagina,
y decide hacerse cargo de ella, una es feminista aunque no lo sepa, o aunque no
lo admita: “Vivimos en una era feminista. Salvo que una haya devuelto su voto
al parlamento, todas las mujeres del primer mundo son feministas por defecto. Y
muchos hombres también”. ¿Por qué sintió que había llegado el momento de “decir
la suya” en esto del feminismo? “Porque me pareció que el péndulo estaba yendo
demasiado lejos en la gilipollez patriarcal. Ya había visto los pubis de todo
el mundo en las listas de éxitos musicales. Y pensé que quizá las mujeres
querían volver a ponerse sus vestidos” (entrevista con Adam Lawrence).
“El
feminismo, sostiene Caitlin Moran, es demasiado importante para que se lo
dejemos a los académicos. Y su libro, tan brillante y tan necesario, tan
implacablemente cómico y tan serio, es precisamente lo que el feminismo estaba
esperando» (Frances Wilson, Times Literary Supplement).
·
Anagrama, colección Panorama de narrativas
·
Traducción: Marta Salí
·
ISBN 978-84-339-7870-7
·
360 páginas, 19.90 €
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