"Si no se cree en la libertad de expresión para
las personas que se desprecia, no se cree en absoluto en ella”. Noam
Chomsky, lingüista y filósofo estadounidense.
" Nada es sagrado, todo puede decirse”. Raoul
Vaneigem, escritor, filósofo y medievalista belga (1).
El 10 de septiembre de 2013, el presidente venezolano Nicolás Maduro
asestó una puñalada en el corazón a la libertad de expresión al anunciar la
creación de un nuevo informativo oficial “que deberán transmitir
obligatoriamente todas las estaciones de radio y televisión” del país, públicas
y privadas, a mediodía y por la noche, y que va a llevar el absurdo título de
El Noticiero de la Verdad.
Resumiendo la información publicada en distintos periódicos europeos y
americanos, el antiguo sindicalista ascendido por Hugo Chávez al rango de
Ministro y heredero (por no mencionar sus conexiones con algunas aves
paseriformes) (2), quiere así obligar a los medios de comunicación privados del
país a informar sobre las actividades de su administración dado que, en su
opinión, no difunden los actos oficiales e “invisibilizan” los logros de su
gestión. Vamos, que le parece que le hacen poco caso y les va a obligar a
fijarse más.
La oposición venezolana, y los defensores de la libertad de prensa en
todo el mundo, consideran que esta obligación de transmitir todos a una, en un
momento dado, lo que decida el ejecutivo es, simple y llanamente, un abuso de
poder del señor Maduro y su gobierno, que tan mal le aconseja, y una deriva
muy, muy autoritaria, de un régimen que se reclama de la libertad y el
socialismo. La libertad, si no es para todos no existe.
Dejando aparte que el concepto de “informativo de la verdad” ya existe en
el panorama mediático en castellano, y supongo que está convenientemente
registrado donde corresponde por la Sexta que es quien paga el trabajo del Gran
Wyoming y su equipo, si, como dice Maduro inventando la pólvora, esto es una
“nueva modalidad de comunicación”, entonces yo soy Greta Garbo y este año me
dan el Oscar.
Por si el presidente venezolano y los hombres y mujeres de su gobierno no
lo saben recuerdo que la “libertad de opinión y expresión es el derecho de
cualquier persona a poder expresar sus opiniones por cualquier medio que juzgue
conveniente, en los terrenos de la política, la filosofía, la religión, la
moral…lo que implica el derecho a no ser perseguido por sus opiniones y el de
buscar, recibir y difundir, sin consideración de fronteras, informaciones e
ideas por cualquier medio de expresión”. Que la libertad de expresión, y su
corolario la libertad de prensa, figura en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos (1948, artículo 19, que tuve el honor de leer públicamente un
10 de diciembre, Día Mundial de la Libertad de Prensa, precisamente en el
auditorio de la Casa de América de Madrid). Que la libertad de prensa no es
solamente el derecho de los periodistas y medios de comunicación a decidir su
línea editorial sino, y fundamentalmente, el derecho de todos los ciudadanos a
recibir una información plural, honesta, veraz y contrastada. Y que los
gobiernos que no respetan las libertades de expresión y prensa, los que como el
caso que nos ocupan practican la injerencia en la independencia editorial de
los medios de comunicación, están socavando uno de los pilares fundamentales
de la sociedad democrática.
Tolerar
todas las ideas no quiere decir aceptarlas. La absoluta tolerancia de todas las
opiniones debe tener como fundamento la intolerancia absoluta de todas las
barbaries; lo que, para entendernos, quiere decir que el derecho a decir todo,
a escribir todo, a pensar, ver y escuchar todo, solo tiene una exigencia
previa: que no exista libertad de matar, torturar, maltratar, oprimir, obligar
ni explotar.
La
libertad de expresión ha sido, y sigue siendo, un arma contra todas las
tiranías y, aunque en realidad no la pronunciara nunca, a falta de otra mejor
la frase que desde hace un siglo se atribuye a Voltaire sigue siendo el mejor
epílogo para cualquier debate en el que sea protagonista (sea Maduro u otro
quien la amenace): “No estoy de acuerdo con lo que dice pero pelearía hasta la
muerte para que pudiera seguir diciéndolo” (3).
(1) “Rien n’est sacré, tout peut se dire. Reflexions
sur la liberté d’expression», Raoul Vaneigem. Editions La Découverte,
París 2003.
(2) Los paseriformes (Passeriformes) son un gran orden de aves que abarca a más de la
mitad de las especies de aves del mundo. Los paseriformes se conocen comúnmente
como pájaros o aves canoras.
(3) Como ya he
mencionado, la frase es apócrifa, no figura en ninguna de sus obras publicadas.
Parece admitido por los historiadores que fue formulada en 1906 en el libro The
Friends of Voltaire, de la inglesa Evelyn Beatrice Hall, firmado con el
pseudónimo de S.G. Tallentyre: "I disapprove of what you say, but I will
defend to the death your right to say it".
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