Cuando la clase
obrera estaba casi en el Paraíso
Finalizada la Segunda Gran Guerra, y con la
tercera llegada de los laboristas al poder (1), la clase trabajadora británica
empezó a ver como se hacían realidad algunos de sus sueños más antiguos: el
gobierno de centro izquierda, encabezado por el conde Clement Richard Attlee,
jefe del Labour Party de 1935 a 1955, y Primer ministro entre 1945 y 1951, puso
en marcha un plan de nacionalizaciones (minería, ferrocarril, electricidad,
agua, gas, correos, teléfonos, algunos bancos…) que se prolongó hasta 1979 y
creó el sistema de Estado Social inspirado en el “informe Beveridge” (2) que,
hasta hace muy poco, significaba entre otras cosas sanidad y educación gratuita
para todos los ciudadanos, además de ayudas económicas prácticamente
indefinidas para desempleados, inválidos, discapacitados, familias, madres
solteras…y varios eccéteras más) que iban a marcar los más de treinta años
siguientes; exactamente hasta la llegada de Margaret Thatcher (Primer ministro
de 1979 a 1990) que se encargó de ir desmontando implacablemente, pieza a pieza
–como si se trata de un gran puzle- la sociedad del bienestar.
Este proceso, ascendente y descendente en las
luchas y los éxitos de la clase trabajadora británica, es el material con el
que el cineasta Ken Loach ha elaborado el magnífico largometraje documental El espíritu del 45 (The Sipirt of 45),
una película militante –“profesión de fe, compromiso y alegato”- sobre el
pasado social de Gran Bretaña, que llega a las salas españolas el 13 de septiembre
de 2013 y es ”como una especie de equivalente british en imágenes de Indignez-vous, el célebre panfleto de Stephane
Hessel. Más que una lección de historia es un vivificante manifiesto político
con una intención clara y asumida: responder, contraatacar a la ideología
dominante, liberal e individualista” (Cécile Mury-Télérama).
La tesis, como explica el periodista Jean Roy
en el diario comunista francés L’Humanité, es que hubo un momento en que
la clase obrera “tuvo un papel preponderante en la historia del país”, cuando
“gran Bretaña fue la única entre las grandes potencias occidentales a la que
los nazis no consiguieron poner de rodillas y donde, como consecuencias de las
considerables necesidades de los mercados, se produjo una fenomenal expansión
industrial. Lo mismo que la sociedad británica supo encontrar su unidad durante
la guerra, fue capaz de prolongarla durante la paz con un voto que llevó a los
laboristas al poder… en una aplastante victoria sin precedente”. Ese el
justamente el momento inicial de la película de Loach, quien ha sacado de los
archivos de imagen y sonido de la época todo el material útil para demostrar la
tesis y, apoyado con entrevistas de algunos testigos de la época (médicos,
estibadores, mineros, sindicalistas… y la entrañable imagen de la mujer que
conserva en su monedero el documento que confirma la concesión de una vivienda
social), “muchos pasaron de la miseria a una vida decente”, y nos lo muestra
tal y como era todo entonces, en blanco y negro (con excepción de la última
secuencia, cuando color invade la pantalla y devuelve al espectador al siglo
XXI).
Los dolorosos recuerdos del período de
entreguerras y la unidad del pueblo durante los combates contra el nazismo
(1939-1945) dieron como resultado una fraternidad que fue capaz de generar el
nuevo ideal social y se convirtió en la consigna de la época. El espíritu del 45 rinde homenaje a ese
momento clave de la historia de un pueblo, cuando la solidaridad era el bien
más preciado.
En una “declaración de intenciones”
escrita por Ken Loach para la promoción de la película, explica que “la
Segunda Guerra Mundial fue una lucha, quizá la más considerable lucha colectiva
que este país tuvo que llevar a cabo. Mientras otros hacían grandes
sacrificios, el pueblo ruso por ejemplo, la determinación de construir un mundo
mejor era aquí tan fuerte como en cualquier otro lugar. Creíamos que nunca más
volveríamos a dejar que la pobreza, el desempleo o el ascenso del Fascismo
desfiguraran nuestras vidas.
“Habíamos ganado la
guerra juntos, y juntos ganaríamos la paz. Si podíamos llevar a cabo campañas
militares, ¿acaso no podríamos planear la construcción de casas, la creación de
un servicio socio-sanitario y de transporte, y conseguir los bienes que
necesitáramos para la reconstrucción?
“La idea central
era la propiedad común, donde la producción y los servicios beneficiarían a
todos. Unos pocos no se enriquecerían a costa de los demás. Era una noble idea,
popular y aclamada por la mayoría. Era el Espíritu de 1945. Quizá hoy sea el
momento de recordarlo”.
El espíritu del 45 es un documental pero es una auténtica
película, una película de un autor siempre fiel a sus orígenes y a sus
convicciones, con la utopía (que, como dice Eduardo Galeano en un artículo leído
en una entrevista en televisión –ignoro la fecha- y reproducido en un vídeo que
me ha enviado una amiga, “sirve para caminar”, para seguir yendo hacia delante)
(3) como realidad y argumento: una utopía que duró solo un tiempo a la que puso
fin la llegada de los conservadores al gobierno. Anti-conservador,
anti-Thatcher (el azar ha querido que el estreno de la película, presentado en
la Berlinale en febrero, haya casi coincidido con el fallecimiento de la dama
de hierro, en abril de 2013), anti-Blair (el último laborismo, New Labour
Party, no ha hecho honor a sus principios y ha optado por el continuismo), en
la segunda parte “muestra lo que el capitalismo hace con los ideales
voluntaristas. Y aboga por la solidaridad en estos tiempos difíciles para la
izquierda”.
(1) Las
anteriores fueron en 1922 y 1924; en 1940, ante la amenaza nazi, se unió a la
coalición nacional dirigida por el conservador Winston Churchill.
(2) Lord
William Henry Beveridge primer
baron Beveridge de Tuggal, fue un economista y político conocido
fundamentalmente por un informe, redactado en 1942 y titulado Social
Insurance and Allied Services (familiarmente Primer Informe Beveridge), que
proporcionó las bases de reflexión para la creación del Estado-providencia por
el primer gobierno laborista de la posguerra. El informe preconizaba que todos
los ciudadanos en edad de trabajar tenían que pagar cotizaciones sociales
semanales (también las pagas salariales se establecían por semanas) para poder
disfrutar de prestaciones por enfermedad, paro, jubilación, etc. en la certeza
de que ese sistema iba a permitir garantizar un nivel de vida mínimo, por
debajo del cual no debería encontrarse nadie, y luchar contra lo que definía
como “los cinco grandes males”: pobreza, insalubridad, enfermedad, ignorancia y
paro.
(3) Es
muy interesante, y como siempre un ejemplo del mejor periodismo, la explicación
que da acerca de para qué sirve la utopía, al parecer inspirada en unas
manifestaciones de su amigo, el realizador argentino Fernando Birri. http://www.youtube.com/embed/rpgfaijyMgg
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