Para la realización del interesante documental “Libreros de Nueva York” - que se estrena en cines españoles y en la plataforma Sala virtual de cine el viernes, 26 de febrero de 2021-, D.W. Young. montador y documentalista, recorrió las librerías neoyorquinas especializadas en obras antiguas y de coleccionistas, “un mundo pequeño y fascinante poblado por soñadores, intelectuales, excéntricos y obsesivos. Unos libreros que son en parte académicos, en parte detectives y en parte empresarios”.
Los libreros “de viejo”, en Nueva York y en nuestra Cuesta
de Moyano, son unas personas entregadas a una pasión que juegan un importante
papel –no siempre reconocido- en la transmisión de la historia…y de la memoria.
El documental quiere ser una especie de carta de amor a la
cultura del libro con entrevistas a libreros, coleccionistas, subastadores y
escritores, que se parecen entre sí más de lo que cabría suponer, y con
reflexiones sobre la obsesión de coleccionar. La influencia que están teniendo
las nuevas tecnologías en la edición y el comercio de los libros, su valor como
objetos –no son pocos los lectores que huelen los libros, que necesitan la
sensación física del papel y la tinta- y el futuro de las librerías que, en mi
opinión, está garantizado, ningún artefacto con pilas nos va a privar del
placer de sujetar el libro con las manos, pasar sus páginas y sentir que hemos
finalizado una aventura al volver la última página de una obra. Siempre tengo
presente aquella frase definitiva (que yo adjudico al dúo Vainica doble que
acompañó mis años de juventud): “Todo está en los libros”.
El mundo de las librerías de antiguos y raros –originales,
antiguos, escasos-es muy especial y en cierto modo misterioso que, solo en
Nueva York, ha pasado de 250 a 7 en los últimos cuarenta años. Los libreros,
sus propietarios, intermediarios entre el libro y el coleccionista o el simple
lector, también son muy especiales,
hombres y mujeres que en algunos casos heredaron el negocio, en otros es la apuesta
que le hicieron a la vida y los hay incluso
que se encuentran por casualidad entre
decenas de miles de volúmenes. En el documental hay incluso un réquiem por
quienes desertaron. En las entrevistas que lo salpican queda claro que –elegido
o impuesto- el de librero “de viejo” termina por convertirse en un trabajo
vocacional, reservado para gente optimista que ama los libros, que sabe buscar
y encontrar lo que no debe desaparecer, y que no cree que el ordenador o el robot, por
perfectos que sean, van a poder llegar a substituir un día al papel y la tinta.
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