Lise (Melissa Guers que en esta película debuta como actriz), de 18 años, acusada de haber asesinado a su mejor amiga -porque había publicado en las redes sociales un vídeo en el que se la ve haciendo una felación a un compañero-, confiesa durante el juicio aspectos de sus relaciones que sus padres, dispuestos a defenderla hasta el final a pesar de las dudas, naturalmente ignoraban, como los padres ignoran siempre lo que hacen sus hijos adolescentes cuando cierran la puerta de casa. Lise lleva desde hace dos años una pulsera en el tobillo que no es un adorno sino un artilugio policial para tenerla controlada siempre.
Lise vive con sus padres y un hermano menor en un
barrio residencial, sus amigos son los compañeros del Liceo donde ha terminado
el bachillerato. La película, tercer largometraje del francés Stéphane Demoustier
(“Terre battue”, “Allons enfants”), sigue el desarrollo de un juicio donde cada
cual –los jueces, el fiscal, la abogada defensora, los testigos…- cumple con el
papel que le marca el protocolo, desde el punto de vista de los padres de la
adolescente acusada interpretados por el también realizador francés Roschdy
Zem (“Chocolat”, “Persona non grata”) y
Chiara Mastroiani (“Prêt-à-porter”, “Cuento de Navidad”, “On a magical night”,
Premio a la mejor interpretación en la sección UN certain Regard del Festival
de Cannes 2019).
Chiara Mastroiani, hija de Catherine Deneuve y
Marcello Mastroiani, es uno de esos casos sorprendentes (otro es Charlotte
Gainsbourg, hija de Jane Birkin y Serge Gainsbourg) en que la hija se parece
increíblemente a sus dos progenitores, depende del ángulo del enfoque.
A lo largo del proceso, la esforzada fiscal (Anaïs
Demoustier, “Las nieves del Kilimanjaro”, “Quai d’Orsay”) no consigue nada que
demuestre sin lugar a dudas que Lise –quien contesta con monosílabos y frases
escuetas- es la autora del asesinato,
pese a que los detalles de la conducta del grupo de jóvenes en los que se
mueven ambas amigas consiguen perturbar al tribunal y a los asistentes a la
vista. En cualquier caso, no hay manera de averiguar la verdad de lo sucedido.
En “La chica del brazalete” es mucho más interesante
la evolución de los padres a lo largo del proceso, que las declaraciones y
posibles motivos de la acusada. Los padres que –sin separarse ni un milímetro
de su propósito de apoyarla y defenderla- descubren una hija a la que no
conocían y que terminan por aceptar en una complejidad que escapa a sus
aspiraciones. Todo un camino emocional que recorren a base de gestos y, sobre
todo, de miradas en la sala del juicio donde lo menos que puede decirse es que
se ven continuamente “chocados”. Toda una reflexión sobre la relación entre generaciones, y el abismo que las separa,
la inclinación que todos tenemos a estar siempre juzgando y « la posible
confusión entre juicio personal y justicia ».
Cometiendo seguramente alguno de los errores que acabo
de criticar, debo admitir que no acaba de convencerme la impasibilidad, el
laconismo de la adolescente, quien no parece sentir ni frío ni calor escuchando
el relato que hace la fiscal de los horrores que le atribuye, y que a lo largo
de la película solo muestra el ímpetu y la vehemencia atribuibles a su edad y
su deseo de libertad cuando juega o se pelea con su hermano pequeño. Tampoco
estoy segura de que una chica de su edad sea capaz de exponer con tanta
naturalidad las prácticas sexuales sin complejos a que se dedica su grupo de
amigos. Pero, efectivamente, me ratifico en que nunca llegamos a conocer a las personas que queremos, ni tampoco a las
que nos son ajenas. La adolescencia sigue siendo un misterio.
“La chica del brazalete” llega a la cartelera el 18 de
febrero de 2021, cuando se cumple exactamente un año de su estreno en Francia,
donde fue muy mayoritariamente aplaudida por unos críticos que la juzgaron
inspirada en la película argentina “Acusada”, de Gonzalo Tobal (2018).
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