sábado, 11 de mayo de 2019

“Vivir deprisa, amar despacio” de Christophe Honoré, amor y muerte en los tiempos del sida


1993. Arthur (Vincent Lacoste, “Les beaux gosses”, “Amanda”)  es un joven estudiante de veinte años que vive en Rennes y prefiere los libros o los cines a las clases, y ligarse a algún chico en lugar de pasar las noches con su novia Nadine (Adéle Wismes, “Les Grands”). Su vida cambia el día que conoce a Jacques (Pierre Deladonchamps, “El desconocido del lago”, “Foto de familia”), un escritor parisino que le dobla la edad, tiene un hijo y ha contraído el VIH. Arthur tiene toda la vida por delante; Jacques camina con la muerte en los talones. Durante un verano, Arthur y Jacques viven una historia amor, marcada por la distancia, las infidelidades  y los encuentros salteados..

« Vivir deprisa, amar despacio » (Plaire, aimer et courir vite), es una accidentada historia de amor homosexual, un melodramático relato de iniciación  muy literario sobre el encuentro de dos soledades en la oscuridad de una sala de cine, con un guión excelentes y unos diálogos que en ningún momento caen en la vulgaridad; una emocionante y conmovedora  película de sexo y sentimientos, situados en el mismo plano, y también un film lleno de ternura que habla del amor en los tiempos del Sida, cuando tantos jóvenes creían estar conjuraron la muerte mientras ligaban, se deseaban, hacían el amor descuidadamente y a veces se enamoraban.

Un aspecto muy concreto de las relaciones homosexuales que el cine francés ha decidido contar en los últimos meses (recordemos la magistral“120 pulsaciones por minuto”, de Robin Campillo). Una película sobria y, a pesar del tema, casi apolítica. Aquí cuentan el cuerpo y los sentimientos, carentes de ideología.

“Vivir deprisa, amar despacio”, estrenada hace un año en el Festival de Cannes, es la película número once del realizador Christophe Honoré (“Las desgracias de Sofía”, “Las canciones de amor”, “Mi madre”), también autor de novelas y relatos para jóvenes, lo que justifica las varias reflexiones sobre el oficio de escribir que salpican la historia:”Antes creía que nuestro oficio era inventar cosas; ahora creo que consiste en contarlas bien”.

Honoré pertenece a los cineastas que algún crítico ha definido como “post-Nouvelle Vague”, y también como “intelectuales”, en los que puede reconocerse muy bien “su público”.

 



No hay comentarios:

Publicar un comentario