“Esa
magnífica sensación de penúltima copa de una vida, a la que es necesario
agarrarse porque aún queda un rato para que se enciendan las luces que pongan
punto final a la diversión”
El cine europeo está probando en los últimos años con un nuevo subgénero
cinematográfico, el de las comedías
románticas “de mayores”, en las que los
británicos han ido escalando posiciones hasta
situarse en primera fila. Hay que reconocer también que su savoir faire se ve muy apuntalado por el trabajo de los actores –mayores-
que tuvieron una primera etapa de estrellas, o de excelentes secundarios, y
pasado el tiempo y algunos años de sequía laboral –porque tenían demasiados años para papeles de protagonistas
(el chico y la chica) y demasiados pocos para ser los padres o los abuelos-
vuelven a encontrarse en la cúspide del reconocimiento. Por fin los guionistas
escriben para ellos, par esos que antes se decía que estaban en la tercera edad
y ahora, con la prolongación de la esperanza de vida, están como en tierra de
nadie; porque no se ha instalado todavía la “cuarta edad” en la apreciación
social, tampoco son maduros (eso queda para los de cincuenta y aquí hablamos de
personajes de sesenta y setenta por lo menos), así que son lisa y llanamente
mayores. Y excelentes comediantes.
Comedia
romántica de corte otoñal, “Bailando la vida”, como otras anteriores, se centra
en los momentos “nuevos” y a veces extraordinarios, como acudir a prender
bailes de slón una vez por semna, hasta los auténticamente innovadores, como
ese viaje nunca realizado hasta entonces que de alguna manera se convierte en
el ideal utópico; y todo eso en amalgama con realidades menos agradables como
las enfermedades terminales y los problemas de una senilidad que se anuncia
galopante.
“Bailando la vida” ("Finding
Your Feet”) es una historia coral cuyo argumento recuerda mucho el de otra estrenada< algunos meses atrás, con la
diferencia de que en aquella los personajes encontraban un nuevo sentido a sus
vidas cantando, en esta lo hacen bailando, recreando escenas míticas de las
comedias musicales más conocidas y, en ambas, ganando un concurso que les
obliga a recorrer muchs kilómetros y descubrir horizontes nuevos.
Dirigida por Richard Loncraine (“Ricardo III”, “Winblkedon”,
“El amor está en juego”), e interpretada por Imelda Stauton (“Sentido y
sensibilidad”, Destino Woodstock”, varias entregas de Harry Potter) y Timothy
Spall (“Quadrophenia”, “El último samurái”, “El discurso del rey”), la historia
es bastante predecible pero hay un trabajo tan fenomenal de los actores que
hemos disfrutado mucho viéndola.
Cuando 'Lady' Sandra Abbott (Imelda Staunton) descubre que su
marido, con el que está casada hace 40 años, tiene una aventura con su mejor
amiga, busca refugio en Bif (Celia
Imrie), su hermana mayor. Las dos son diametralmente diferentes. Sandra
es un pez fuera del agua en comparación con su descarada hermana que encadena
citas sin el más mínimo complejo.Sandra necesita probar algo nuevo y, de mala
gana, deja que Bif - ," Una cosa es tener miedo de
morir, Sandra. Otra cosa es tener miedo de
vivir "- la arrastre a su clase de baile donde poco a poco empieza
a encontrar el ritmo... y el amor (un magnífico Timothy Spall en el papel de un
viudo que ha vendido la casa para comprarse un barco con el que piensa moverse
a la deriva). En esta comedia moderna, divertida y conmovedora, un animado
grupo de 'baby boomers' muy activos y atrevidos hacen ver a Sandra que la
jubilación solo es el comienzo, y que el divorcio podría darle una nueva oportunidad.
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