miércoles, 7 de junio de 2017

«El sueño de Gabrielle», cuando la pasión equivale a locura

Este «telefilm de domingo por la noche» (Jean Philippe Tessé, Cahiers de Cinéma) , adaptación de una novela de Milena Agus dirigido por la francesa Nicole Garcia («Place Vendôme”, “Un balcón sur la mer”), aburre hasta decir basta. Melodrama, con más melo que drama, «El sueño de Gabrielle» (Mal de pierres, alusión a la enfermedad de la protagonista: cálculos renales), tiene como protagonista a Marion Cotillard (“La Môme”, “Dos días una noche”) , actriz que tiene embelesada a la mayoría de la crítica francesa desde su primera aparición en la pantalla. No es mi caso, a mí no me fascina la actriz y hasta ahora me van gustando más bien poco las películas en que interviene.

Gabrielle (Marion Cotillard) ha crecido en la pequeña burguesía agrícola, donde el sueño de una pasión amorosa resulta escandaloso. En una época -mediados del siglo XX- en que el único destino de las mujeres parece ser el matrimonio, se piensa que está loca porque no forma parte de sus planes. Para Gabrielle no hay nada más importante que el amor. Para resolver por las bravas lo que les resulta inadmisible, sus padres deciden casarla con un temporero español, José (Alex Brendemühl, “El médico de familia”), que tiene la misión de convertirla en una mujer respetable. Gabrielle no le ama. Cuando, años más tarde, la envían a un sanatorio suizo a curar unos cálculos renales, se enamora locamente de un teniente herido en la guerra de Indochina, que toca al piano la “Barcarola” de Tchaikovski, André (Louis Garrel, “Los amores imaginarios”). Gabrielle cree que por fin ha encontrado esa pasión que era el eje de su vida y que tanto añoraba. Huirán juntos para que Gabrielle intente llegar hasta el final de sus fantasías.

La película no funciona. Quizá le falta ese toque de locura que, dicen, le sobra a la protagonista, rebelde, apasionada, extravagante y saltando por encima de los prejuicios, en una sociedad para la cual lo importante es salvar las apariencias y en la que no hay lugar para la locura. En ningún momento se produce el choque de las dos historias de amor paralelas, y el guión terminará haciendo que Gabrielle se vuelva “razonable” y vuelva a imperar el orden reinante desde tiempo inmemorial. Y que “las dos horas transcurridas parezcan repentinamente un tanto vanas…” (Les Inrocks)



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