Es una difícil cuestión de
conciencia la que tienen ante sí los magistrados que deben resolver el dilema
que plantea un juicio como el que se está celebrando en el Tribunal Penal
Internacional (TPI), que por primera vez sienta en el banquillo a quien fue un
niño-soldado, raptado por una guerrilla fundamentalista en Uganda, con la que
creció hasta convertirse en miliciano sanguinario responsable de exacciones,
torturas y asesinatos. El resultado sentará jurisprudencia internacional, sea
cual la sentencia final.
Treinta años más tarde, ¿Dominic
Ognwen debe ser considerado una víctima, que lo fue, o un verdugo, que lo ha
sido? En caso de ser considerado culpable de los delitos que se le imputan
¿debe pesar más su condición de niño raptado y enrolado a la fuerza en un
ejército asesino y devastador, o por el contrario lo que hay que tener en
cuenta son sus años adultos de miembro activo de la guerrilla LRA, y sus
responsabilidades por ordenar y llevar a cabo otras retenciones y
entrenamientos de niños, así como ataques a personas y pueblos enteros,
torturas y asesinatos masivos?.
Secuestrado por el fundamentalista
Ejército de Resistencia del Señor (LRA, Lord’s Resistance Army) cuando iba
camino de la escuela, el ugandés Dominic Ongwen pasó treinta años en la
sanguinaria milicia ugandesa, y hoy es el primer miembro de esa organización
que tiene que responder de sus crímenes ante el Tribunal Penal Internacional. El
comienzo del juicio, el 6 de diciembre de 2016, “era muy esperado por los
cientos de miles de víctimas de la rebelión de Josep Kony (1), que continúa sin
ser detenido”, informa el diario francés Le Monde. “Ongwen, que con el paso de
los años se convirtió en uno de los comandantes más temidos de la LRA, es
también el primer “niño soldado” juzgado por el TPI, lo que representa un
terrible dilema para la justicia internacional” (2). La acusación representa a
4.109 víctimas de aquella organización sanguinaria.
Después de pasar tres décadas en la
clandestinidad de la sabana, Ongwen, hijo de dos profesores que ahora tiene 40
años, y solo contaba diez cuando le secuestraron en su pueblo, Coorom, debe
responder de 70 cargos de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad -entre
ellos asesinatos, trato cruel de civiles, ataque intencionado contra población
civil, saqueo y actos inhumanos causantes de graves heridas corporales y
sufrimiento- como perteneciente a una guerrilla que, según los datos de la ONU,
ha masacrado a más de 100 personas y secuestrado a más de 60.000 niños, como hicieron
un día con él. De todos los responsables de esa cruel milicia que operaba en el
norte de Ugnada, es el único al que el TPI ha conseguido detener y, con
excepción del jefe, Kony, el único que sigue con vida. Las víctimas han hablado
de brutales rituales iniciáticos, enrolamientos forzosos con obligación de
matar a amigos y parientes y beber después su sangre (3)
Los jueces del TPI se enfrentan
ahora al terrible dilema de sentenciar si Ongwen es víctima o verdugo, o ambas
cosas a la vez; si en su calidad de víctima puede ser considerado también
responsable de los delitos cometidos. Para Isabelle Guitard, directora de
programas de la ONG Child Soldiers International, que defiende los derechos de
los niños soldados, “su pasado no puede ser una defensa en sí mismo. Muchos
criminales fueron víctimas antes; pero no se puede excluir la responsabilidad
criminal sobre esa base, aunque se puede tener en cuenta a la hora de emitir la
condena”.
(1) La LRA actuaba entre Uganda y
Sudán del Sur, con el principal objetivo de derrocar al presidente ugandés,
Yowei Museveni, e instalar un sistema teocrático basado en los principios de la
Biblia y los Diez Mandamientos.
(2) Se calcula que en el mundo hay
unos 250.000 niños soldados. Privados de su infancia, se encuentran muchas veces
en primera línea en los combates, con enorme peligro para sus vidas. El recurso
a la utilización de niños soldados sigue siendo una de las grandes plagas de
nuestro siglo en materia de violación de derechos humanos. Durante el año 2012,
Amnistía Internacional y UNICEF detectaron la presencia de niños soldados en
Mali y Siria. En mayo, el tribunal penal Internacional (TPI) condenó al rebelde
congoleño Thomas Lubanga a 14 años de reclusión como autor de crímenes de
guerra y crímenes contra la humanidad por haber enrolado a niños menores de 15
años durante los enfrentamientos interétnicos en Ituri, en 2002 y 2003, en el
Noreste de la República Democrática del Congo, que causaron la muerte de 60.000
personas. El proceso de este antiguo jefe militar, trasladado a La Haya en
marzo de 2006, comenzó en enero de 2009 y fue el primero de los estudiados por
el alto tribunal internacional. Suspendido en varias ocasiones, el tribunal
escuchó los testimonios de 36 personas de la acusación y 24 citadas por la defensa,
en un caso que contaba con la denuncia de 129 víctimas.
(3) La película “Rebelde”, del
director canadiense de origen vietnamita Kim Nguyen, es una conmovedora y bella
tragedia griega sobre el drama de los niños soldados en África donde solo el
amor ayuda a superar todos los horrores. Interpretada por actores no
profesionales, es una historia de esas que si no se cuentan, no existe. Fábula
del siglo XXI sobre el África subsahariana, la de la hambruna, las sequías y
las guerras que, como la del Congo (donde está rodada) no solo se prolongan
durante décadas sino que periódicamente resurgen de sus cenizas para volver a
iniciar el ciclo de destrucción, genocidio, asesinatos en masa y violaciones,
que destruye cuando no aniquila una generación completa. No es por nada que los
países más conflictivos de África cuenten con las poblaciones más jóvenes del
planeta. Pero en ese mundo violento, donde prevalece lo irracional y donde los
adolescentes guerreros caminan hacia una juventud que en muchos casos no llegará
nunca, la belleza y la magia juegan un papel decisivo. A partir del momento en
que les raptan y les enrolan a la fuerza, los niños-soldados encuentran en la
guerrilla no solo una terrorífica forma de crecer sino también la seguridad de
al menos una comida diaria y un salvoconducto en el mundo clandestino de la
selva exuberante, inquietante y poblada de presagios y amuletos.
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