En
China, Jia Jinglong, de 30 años, ha sido ejecutado el 15 de noviembre de 2016
por el asesinato del jefe de su pueblo, He Jianhua, al que mató de un disparo
en febrero de 2015, en un acto de venganza por la demolición de su casa, que
estaba acondicionando para contraer matrimonio en 2013. La demolición acabó con
sus proyectos, su novia le dejó poco después, escribe Owan Lam, corresponsal en
China del digital internacional Global Voices.
El
tribunal de Shijiazhuang consideró culpable a Jia Jinglong y le condenó a
muerte, sentencia que en mayo pasado ratificó el alto tribunal de la provincia
de Hebei. “Aunque se trata de un caso de asesinato premeditado, Jia se ganó las
simpatías de mucha gente que le considera una víctima ejemplar de la
confiscación de tierras para llevar a cabo operaciones inmobiliarias”. Aunque
habitualmente los tribunales chinos suspenden la pena de muerte si el acusado
colabora con la justicia, y Jia Jinglong confesó su crimen voluntariamente a la
policía, eso no ha ocurrido en este caso.
Incluso
el diario estatal China
Daily reconoció la situación desesperada de Jia en el análisis que hizo del
caso cuando la familia del condenado presentó un recurso de apelación ante el
Tribunal Supremo del pueblo: “Como en muchos casos similares, Jia era un
ciudadano ordinario que intentaba tener una vida normal (…) Igual que otros
muchos que han caído en la desesperación y el resentimiento, y que se hicieron
daño a sí mismos y a otros intentando que se reconociera la injusticia que se
había cometido con ellos, Jia no habría actuado así si la expropiación se
hubiera llevado a cabo como debe hacerse”.
La
víspera de la ejecución, una docena de abogados y juristas hicieron un
llamamiento al Tribunal Supremo, como último recurso para salvarle la vida. El
texto, que se publicó también como carta abierta, pedía que el tribunal
considerara a Jia como una víctima. Pero todo fue inútil: las últimas palabras
del condenado fueron un poema, escrito en la celda y destinado al mundo,
titulado “Adiós”.
“Separados
hoy por la pena de muerte. El sueño debe interrumpirse a mitad de camino. Todo
acaba sin futuro. Aunque despreocupado y puro. La subversión es clara como
cristal. La historia de atrás está trucada. Una luna luminosa sobre el río
claro. Me falta tu mirada. Una luna vacía y solitaria. Deseo pálido y azorado.
No queda un solo día. La pasión y la rabia se reposan en el Nirvana. La vida,
oleadas de colores. Acodado en la barrera, ver con tristeza pasar el viento. Me
faltan la fragancia de las flores y la hierba. Mis recuerdos preferidos son el
canto de las cigarras y la danza de las mariposas. Las buenas maneras en primer
lugar. Todo tirado caprichosamente. Jia en Gaoyin (su ciudad natal). Pero la venganza
no se recompensa Todo ha terminado. Querría que viniera mi amor. Mis lágrimas
os dicen adiós”.
Muchos
internautas chinos se han preguntado en las redes sociales por qué el Tribunal
Supremo se había negado a suspender la ejecución, ya que en la educación
comunista china se daba mucho valor a los casos de personas normales que se
enfrentaban a los propietarios y a los maleantes: “Jia Jinglong no es muy
diferente de la revuelta campesina de Chen Sen Wu Kuang durante el imperio Qin.
Todo hombre chino tradicional tiene que luchar para proteger su hogar. No es un
criminal y no debería habérsele condenada a muerte. Cumplió con su papel de
hombre y defendió a su familia. Las excavadoras han destruido muchas casas en
China…”.
En
las redes sociales se han borrado muchas intervenciones sobre el caso, pero en Twitter
se encuentran respuestas que recuerdan el indulto de Gu KIlai, quien asesinó al
empresario británico Neil Heywood, o que critican el “modelo violento” de
desarrollo que desposee de sus bienes a la gente normal mediante el embargo de
tierras y las demoliciones forzosas. Uno de los comentarios más reproducidos es
el del escritor chino Xin Ke: “¿Por qué ha muerto Jia Jinglong? La razón es muy
simple. Tiene muy poco que ver con la ley: en el futuro, ¿se seguirá
permitiendo la demolición forzosa? En caso de que la respuesta sea negativa, no
hay razón alguna para matarle. No hay necesidad de que a nadie se le reproche
su muerte. Pero si la demolición forzosa va a continuar, entonces debe morir
para que nunca más, nadie, se vuelva a oponer. Si se conoce la respuesta sobre
la política de demoliciones se tiene la respuesta sobre la vida de Jia”.
“Es
fácil fusilar a Jia Jinglong. Pero es difícil tratar el sentimiento público (…)
Nunca es demasiado tarde para escuchar la voz de la mayoría silenciosa”. Este
comentario, firmado por Shishusi, ha sido retirado de Weibo, una red que puede
considerarse como el Facebook chino. Tras la publicación del llamamiento de los
juristas, el 14 de noviembre, la maquinaria de propaganda estatal china empezó
a considerar el caso de Jia Jinglong como una afrenta a la autoridad de los
jueces, y los censores de Internet (todo un ejército de “lápices rojos”)
comenzaron a borrar todos los comentarios y conversaciones online.
No hay comentarios:
Publicar un comentario