“En
los tiempos de las cavernas, nos apiñábamos alrededor del fuego y una persona
empezaba a contar una historia para ahuyentar el miedo” (Max
Perkins)
“El editor de libros”, adaptación
al cine de la biografía “Max Perkins: el editor de libros” del premio Pulitzer
A. Scott Berg, es el debut en la realización cinematográfica de Michael
Grandage, antiguo director artístico del teatro Donmar Warehouse de Londres, y
cuenta la relación, en los años ‘30 del siglo XX, de dos grandes de la
literatura estadounidense: el escritor Thomas Wolfe y su editor Max Perkins,
descubridor de grandes narradores como Scott Fitzgerald o Ernest Hemingway. Está
protagonizada por Colin Firth (“El discurso del rey”), Jude Law (“Cold
Mountain”), Nicole Kidman (“Las horas”), Laura Linney (“Mistic River”) y Guy
Perace (“Memento”).
Pese a contar con el aliciente de
un buen guionista, John Logan (“La invención de Hugo”, “El aviador”), en este
caso el resultado es una narración insulsa y hasta aburrida. Wolfe escribía
libros de miles de páginas y Perkins, lápiz rojo en mano, iba tachando hasta
dejarlos reducidos a proporciones aceptables para las editoriales. El reto,
digamos, es demostrar la contribución de un personaje anónimo, el editor, a la
obra de los genios literarios, pero para conseguirlo no basta con contratar a
unos cuantos buenos actores ingleses, que indudablemente son lo mejor de la
película. La interpretación de Colin Firth y Jude Law, a pesar de que este último
es un actor bastante soso, salva el total a falta de un buen realizador. En
especial, los largos diálogos que mantienen en torno al tormento de crear,
momentos en los que está latente el buen hacer teatral de Warehouse.
Escritor con una personalidad fuera
de lo común, Thomas Wolfe encuentra al editor Max Perkins que decide ayudarle a
publicar. Perkins dedicó miles de horas a pulir los interminables escritos de
Wolfe y además, lo mismo que su esposa, fue un gran amigo y protector del
escritor. Una amistad no exenta de ambigüedad que, al menos en la película
termina cuando el escritor contrae matrimonio. La celebridad llega pronto para Wolfe.
A pesar de sus diferencias, el editor es consciente de haber descubierto a un
gran talento. Sus respectivas mujeres les reprochan abandonar a la familia por
la literatura…
Thomas Wolfe murió a los 37 años,
de las complicaciones de una neumonía que degeneró en tuberculosis miliar, tras
publicar un puñado de cuentos y relatos y dos obras magistrales, «El ángel que
nos mira» (1929) y «Del tiempo y el río» (1935). En la cama del hospital donde
esperaba una operación de la que no se despertó, escribió una carta a Perkins
agradeciéndole su ayuda y reconociendo la importancia que había tenido para su
obra. Wolfe, como Fitzgerald o Heminway, fue un personaje tan literario como
cinematográfico: seductor, extravagante y con un gran talento.
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