miércoles, 3 de diciembre de 2014

Mil noches, una boda (Party Girl), tan real que es la propia vida




«Rien n'est beau que le faux» (Arthur Rimbaud)

Mil noches, una boda (Party Girl), primer largometraje de un trío de jóvenes cineastas franceses -Marie Amachoukeli, Claire Burger, Samuel Theis-, recibió la Camera d’Or (galardón que distingue a los mejores realizadores debutantes) en el Festival de Cannes 2014. Mi opinión es que se trató más de un estímulo que de un premio en sentido literal porque, pese a las dosis de espontaneidad y emoción, no es en absoluto una obra conseguida; le falta algo ¿o quizá le sobra naturalidad?. Lo que no quiere decir nada: los tres jóvenes autores tienen por delante un largo futuro para hacer carrera.

Rozando el documental y la realidad, pero absolutamente ficción hecha de sombras y luces, Party Girl nos cuenta los últimos años de Angélique como “profesional” de las barras de noche, más acompañante que prostituta, que pasados los sesenta termina casándose con uno de los visitantes habituales del cabaret donde vive y ha trabajado la mayor parte de su vida, situado en algún lugar de la frontera franco-alemana. Es una mujer excéntrica, tiene dos hijos adultos de relaciones muy anteriores y una hija adolescente que vive con sus padres adoptivos, algunos nietos y las consabidas amigas, trabajadoras como ella en el club nocturno donde otras mujeres, más jóvenes, hacen streptease y acrobacias en las barras.

Historia densa y patética de una realidad triste, en la que existe poco espacio para los sueños, que tiene lugar en el contexto pesado y agobiante del club de luces y cortinajes rojos donde la función de las mujeres consiste en hacer que los hombres beban. En ese ambiente, el rostro lleno de arrugas y maquillado de Angélique (Angélique Litzenburger), lo mismo que sus brazos cargados de bisutería, nos hablan de una mujer a la que agobia el paso del tiempo pero quiere aprovechar lo que le queda y sueña con cambiar de vida y encontrar el amor.

Inspirada en la historia real de la propia protagonista, Angélique Litzenburger, madre del realizador Samuel Theis -recepcionista en un bar, quien volvió a casarse con más de sesenta años con uno de sus clientes-, Party Girl es un melodrama provinciano en el que se habla de amor, deseo, sentimientos, familia y libertad, en el que intervienen actores no profesionales y miembros de la familia retratada.




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