Intrascendente
divertimento protagonizado –y sin ninguna duda, disfrutado- por uno de los
escritores franceses más controvertidos, El secuestro de Michel Houellebecq está
inspirado en hechos “casi” reales. Como en la vida misma, la falta de noticias
durante unos días de septiembre de 2011, del autor de Las partículas
elementales y El mapa y el territorio (entre otras obras importantes), cuando
estaba en plena gira promocional y todos le creían recluido en España (país con
el que tiene lazos existenciales, y no digamos con el Ribera del Duero), hizo
que el mundillo literario parisino se agitara anormalmente en plena “rentrée”
(en septiembre, coincidiendo con el inicio del curso académico, se publica la
mayor parte de la producción literaria francesa del año) y que los medios de
comunicación (que seguramente no tenían nada mejor para llenar espacios)
barajaran distintas hipótesis acerca de su “desaparición”, ganando muchos puntos
la del secuestro. Al parecer, hubo incluso quien se atrevió a especular con su
muerte.
Parece
que lo sucedido en realidad fue que un fallo en la conexión a Internet mantuvo
a Houllebecq alejado de su notoria vida pública; lo que, por otra parte, no es
nada que le apasione: al escritor, que es autor premiado con el Goncourt y con
un rostro reconocible en Francia, no le gustan las entrevistas aunque tolera a
regañadientes que le paren por la calle y le pidan que firme un libro.
Pero,
como contar la historia así no habría tenido ningún gancho, el realizador
Guillaume Nicloux, también guionista, ha hecho una película que, partiendo de
la ausencia, cuenta un hipotético rapto sin despejar en ningún momento la duda
que planea sobre la hora y media de proyección: ¿Y si todo eso del secuestro,
con servicio de prostituta incluido, fuera en realidad un montaje del propio
escritor, decidido a vivir la quizá única apasionante aventura de toda su vida,
aunque fuera en el cine? Porque, reconozcámoslo, a primera vista Michel
Houllebecq parece un señor bastante aburrido y descontento con la mayor parte
del mundo.
La
película, que disfrutarán especialmente los muchos seguidores que tiene
Houllebecq –repartidos a partes iguales entre quienes le respetan y aquellos que
le odian-, como estoy convencida de que la ha disfrutado, y mucho, su
protagonista, es un producto a caballo entre la realidad y la ficción, medio
documental medio invención, en el que el escritor se funde con su personaje;
“un drama en el que la mentira parece una verdad posible” que nos acerca los
puntos de vista deHoullebecq y sus supuestos secuestradores sobre asuntos tan
diversos como fumar o no fumar, Polonia, Le Corbusier, la Unión Europea…; una
película simple y bastante cómica, porque el trío de secuestradores –y no
digamos los padres que prestan la casa y el inquilino de la habitación donde
instalan al secuestrado- no están seguros de por qué han cargado con alguien
que, no solo les cae bien salvando algunas creencias y una notable distancia intelectual,
sino que además están convencidos de que no va a pagar rescate alguno a pesar
de disfrutar de su comida, su bebida y su tabaco.
Coproducida
por el canal franco-alemán ARTE, que justamente la incluye en su programación
esta última semana de agosto 2014, El secuestro de Michel Houllebecq fue
presentada, y muy bien acogida, en el último Festival de Berlín (enero 2014) y
ha conseguido el premio al Mejor Guión, y el Especial del Jurado, en el
festival de cine independiente de Tribeca, en abril de 2014.
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