"Con la abolición
de la censura en el cine definitivamente salimos del sistema de control e
intervención que ha permitido al estado inmiscuirse en la libertad de creación
de los artistas » (Dario Franceschini, Ministro de Cultura italiano perteneciente al
Partido Demócrata (PD, centro-izquierda).
Fotograma de "El último tango en París"
Ha sido este pasado lunes de Pascua (6 de abril 2021) cuando Dario
Franceschini ha firmado el decreto por el que queda oficialmente abolida la censura
cinematográfica en Italia, siempre representada por unas tijeras que, desde “Rocco
y sus hermanos” hasta “El último tango en París”, pasando por todas las
películas que llevaban la firma de Pasolini, significaba los cortes de toda
índole –política, moral o religiosa- a que podían verse sometidas las creaciones
de los realizadores italianos desde 1914 hasta ayer mismo. Muy pocos de los
“grandes” escaparon en su día a la censura. A partir de ahora nadie podrá “prohibir, condicionar, cortar
o modificar” una película.
Lo que significa que ya nadie,
persona u organismo, podrá como en el pasado pedir cortes o modificaciones ni
conseguir prohibiciones de exhibición como, por ejemplo, fue el caso de la
película de 1955 « Totó e
Carolina », realizada por Mario
Monicelli, bloqueada por la censura durante dos años y estrenada después con 80
cortes por « infracciones contra las fuerzas del orden”; o, en 1972, “El
último tango en París, de Bernardo Bertolucci -condenado por “pansexualismo
agravado” y privado de sus derechos civiles durante cinco años-, película de la
que se destruyeron todas las copias, excepto tres que se han conservado en la
Cinemateca Nacional.
En
lugar de las “tijeras”, el ministerio de Cultura ha creado una Comisión para
fijar las franjas de edad recomendadas para cada película, compuesta por 40
personas que van desde expertos del sector cinematográfico y de la protección de menores hasta miembros de
asociaciones de padres y grupos de defensa de los animales.
Para algunos observadores, a lo largo de un siglo la
censura acabó originando una especie de oportunismo: guionistas y
realizadores intentaban evitarla para
conseguir las subvenciones estatales.
El último caso
importante de censura se remonta a 1998 y fue la película « Totó que vivió
dos veces », del dúo de realizadores Daniele Ciprì y Franco Marescoest, que
transcurre en un Palermo « monstruoso y apocalíptico plagado de personajes
grotescos y blasfematorios”, censurada a causa de las denuncias efectuadas por diversos medios católicos.
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