“Hermoso tema en el que se
mezclan la condición femenina, la miseria, las costumbres de una sociedad
libanesa desorientada y un mensaje humanista en la mirada y las palabras de un
niño convertido en adulto antes de tiempo », (Jackie Bonnet, Culturebox)
Premio del Jurado en el Festival
de Cannes 2018, “Cafarnaum”, de la realizadora libanesa Nadine Labaki
(“Caramel”, “El maintenant on va ou”), que ha rodado con actores no
profesionales interpretando “más o menos su propia realidad”, es una inmersión
en la vida de los niños de la calle en Beirut que nos enfrenta a ese cine de
denuncia que no debe perder vigencia.
Melodrama que toca todos los palos
de la miseria: inmigración, pobreza, injusticia social, niños maltratados y
abandonados, mujeres también maltratadas, niñas vendidas para matrimonios
forzados …, “Cafarnaum” se centra en la historia de Zain (Zain Al Rafeea,
miembro de una familia que escapó de Siria para refugiarse en Líbano y que hoy,
gracias a la película, va a instalarse en Noruega), un espabilado niño de doce
años que sobrevive a los peligros de la calle. Huyendo de sus padres, recurre a
la justicia para demandarlos por el «crimen» de haberle dado la vida.
Fábula contemporánea, inspirada
en el caótico infierno de los suburbios libaneses, cuando sus padres entregan a
la hermana de 11 años a un adulto de 30 para que se case con ella, Zain
abandona el hogar familiar. Sin recursos, se ocupa del bebé de una joven
refugiada etíope sin papeles, que ha dado a luz en secreto y pasea al niño escondido
en un carrito de la compra –algunas de las escenas de los dos niños son de una
emoción casi insoportable-, hasta que la policía le encarcela y es
entonces cuando decide denunciar a sus padres.
El recorrido de Zain por las
calles, las chabolas, el ruido y el polvo de Beirut, es una excusa para poner en evidencia el caos
y la corrupción que impera en una ciudad que no consigue recuperarse de una
guerra interminable y que recoge, a su pesar, a los desesperados de toda la
región que huyen de persecuciones y hambrunas. Una ciudad y un suburbio en el
que los pobres explotan a otros aún más miserables.
Como si se tratara de un
reportaje sobre los niños y las aceras –un mundo ignorado- de la capital
libanesa, la realizadora (que también interpreta el papel de abogada del
pequeño) sigue los paseos y las carreras en busca de comida o refugio del
pequeño Zain, que ha conservado su nombre en la película y que desborda madurez
y veracidad.
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