« Una tragedia terrible que no
dejará indiferente a nadie, ni a los protagonistas ni a los espectadores de
este relato de insondable tristeza ».
jueves, 25 de enero de 2018
Sin amor, un retrato cínico y clínico de la Rusia de Putin
« Sin
amor » nos habla de una Rusia muy actual y muy sombría a través de un
divorcio que el realizador Andreï Zviaguintsev ha elegido que sea entre dos
seres que se odian. Sin
amor, el hijo es el sacrificado, una situación realmente insoportable. Ya desde
la comprendemos que lo que está por llegar es más que un drama, una tragedia
terrible.
Tras la puerta de un cuarto de
baño, en penumbra, un niño solloza sin que sus padres se enteren de que estñá
triste y se siente solo. Boris y Zhenia (Alexei Rozine y Marianna Spivak,
magníficos ambos) se están divorciando. Discuten siempre mientras enseñan el
piso que quieren vender a los posibles compradores. Boris, modelo hombre
pasivo, está emparejado con una joven embarazada, a la que hace las mismas
promesas que ya hizo antes, y Zhenia,
tipo neurótico, sale con un hombre que
parece dispuesto a casarse con ella. Ninguno de los dos se preocupa lo más
mínimo por el hijo de 12 años, Aliosha (Matvey Novikov)-una molestia en el
presente y para el futuro, tanto que hablan de internarlo en un orfelinato-hasta
que desaparece.
Estamos hablando de una gran
película premiada por el Jurado del último Festival de Cannes; (https://periodistas-es.com/cannes-2017-ruso-zvyagintsev-abre-buen-pie-la-competicion-86106), una alegoría elegíaca y muy triste, una pintura gélida de la Rusia de hoy que trasluce una
crítica sin compasión del realizador contra su país y su sociedad, atroz y
deshumanizada, parece que incapaz de amar embaucada por todos los signos
externos de una “modernidad” que les ha llegado tarde y mal.
La pareja de Boris
y Zhenia encarna todo el egoísmo, todo el sucio cinismo de esta época –más allá
de un país, de todo el planeta- en la que se han perdido los sentimientos, el
egoísmo es la filosofía y todo el mundo transita con la vista fija en el
teléfono móvil. En ese mundo donde nadie ama a nadie, ni a nadie le han amado
nunca. Las imágenes de ambos haciendo el amor con sus nuevos partenaires
mientras Aliosha está solo en casa son de una desolación odiosa.
Los bellísimos
paisajes helados de un otoño que anuncia el crudo invierno nos sitúan
perfectamente ante la frialdad de esa sociedad que se está volviendo monstruosa
y nos evoca algunas historias feroces de Bergman, esos planos en que todos los
seres parecen haber perdido el alma, lo que les lleva a andar errantes, como sombras asustadas, vulgares en la
tragedia y en la expresión individualista de sus deseos.
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