Para dar el salto a la dirección, el
guionista estadounidense ganador de un Óscar Aaron Sorkin (“Steve Jobs”, “La red social”, “Algunos hombre buenos”, la
espléndida serie “El ala oeste de la Casa Blanca”), ha elegido la historia
real de una mujer muy especial, Molly Bloom, quien de campeona de esquí,
deporte que tuvo que abandonar a causa de un grave occidente, en 2004 y durante
una década se convirtió en la reina del póker clandestino en Estados Unidos.
Por sus partidas pasaron las más grandes estrellas de Hollywood y numerosas
personalidades del mundo del deporte, los negocios e incluso de la mafia. Pero
su castillo de naipes se derrumbó cuando el FBI la convirtió en su
objetivo.
Una Jessica Chastain (“Zero Dark
Thirty”, “El árbol de la vida”, “Interstellar”, “El color de los sentimientos”)
más atractiva que nunca en el personaje de esa mujer fuerte que consiguió
imponerse en un mundo de hombres. Una mujer que conjuga belleza e inteligencia,
cualidades con las que consiguió ganar, incluso demasiado como para que no se
echaran sobre ella todos los depredadores de la ciudad de Los Angeles, aunque
finalmente fue la justicia quien la puso fuera de juego.
Convencida de no estar haciendo nada
malo -sus ganancias no fueron nunca el fruto de comisiones o corruptelas sino
de las generosas “propinas” de los jugadores que acudían a sus timbas-, con una
fe inquebrantable en ella misma, Molly Bloom se ganó el respeto, como mujer y
como persona, de todos cuantos poblaban el universo machista que la rodeaba.
“Molly’s Game” –título que lleva también
el libro autobiográfico publicado por Molly Bloom en 2014 (1)- es una película
con ritmo y muy entretenida, aunque peca de larga; yo le quitaría algunas de
las divagaciones en torno al juego del poker, en las que los no iniciados nos
perdemos un poco. Y es, sobre todo, la película de Jessica Chastain. Le
acompañan en el reparto Idris Elba (“La torre oscura”, “Pacific Rim”) y un
Kevin Costner (“Batman y Supermán”, “Bailando con lobos”, “El guardaespaldas”)
más contenido que nunca, en el papel del padre entrenador y, como tantas veces
en el cine y en la vida, origen de la necesidad de superación de la
protagonista.
(1)- Molly Bloom nació en un pueblo de
Colorado llamado Loveland, de una madre psicóloga clínica y un padre monitor de
esquí. Uno de sus hermanos ganó dos oros olímpicos y tres títulos de campeón
mundial de esquí, antes de convertirse en futbolista profesional, modelo y
fundar una asociación caritativa que ayuda a las personas mayores a conseguir
su sueño.
Tras un accidente de esquí, que a
alejaba para siempre de la alta competición, Molly Bloom se trasladó Los Angeles en 2003 para trabajar como
ayudante de un agente inmobiliario que organizaba partidas de juego privadas.
No pasó mucho tiempo hasta que Molly decidió que organizando sus propias
timbas, que inmediatamente se hicieron las más famosas de California por
su discreción y confidencialidad, podría
ganar mucho dinero.
Las partidas de Molly comenzaron con las
estrellas de Hollywood, en casa del actor Tobey Maguire (“Spiderman”, “El gran
Gatsby”), a la que acudieron entre otros Leonardo di Caprio, Ben Affleck, Matt
Damon y hasta el “niño prodigio”, ya crecidito, Macaulay Culkin. En una de esas
noches de juego, el productor HGouston Curtis, perdió un millón de dólares.
Pero no todo eran estrellas de l
pantalla. Por allí pasaron también millonarios, para los que la pérdida de una
gran suma no reprsentaba ningún problema, como el israelí Alec Gores, que posee
cerca de un centenar de empresas, o el
tejano Andrew “Andy” Beal, que hizo su fortuna comprando activos a la baja, y
según los rumores, perdió hasta 50 millones de dólares en las partidas
organizadas por Molly Bloom y Tobey Maguire.
Visto el éxito conseguido en California,
Molly cometió el error fatal de querer exportarlas a la costa este. En Nueva
York se sumaron a los juegos de Molly unos personajes a los que el FBI andaba
persiguiendo por blanquear dinero en el poker: Helly Nahmad, un sirio de
familia extremadamente rica y apenas 30 años, que dirigía una galería de arte
en Madison Avenue; Vadim Trincher y sus hijos Ilya y Eugene, que tenían
apartamentos en la Tower Trump, y Alimzhan Tokhtakhunov, que figuraba en la
list de los 10 criminales más buscados, según la revista Forbes, sospechoso
entre otras cosas de haber trucado resultados en los Juegos Olímpicos 2002 en
Salt Lake City.
Un buen día el FBI cayó sobre Molly y
sus jugadores y detuvo a 34 personas. Todos los citados en estas líneas se
encontraron en el banquillo de los acusados. No todos fueron a la cárcel,
algunos escaparon pagando sumas de siete cifras y Molly, lo mismo que las
estrellas de Hollywood, fue condenada a un multa importante. Después hizo lo
que ya es norma entre quienes protagonizan escándalos en el mundo occidental:
escribir un libro y dar los nombres que faltaban en el relato judicial.
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