"Marcello,
vieni qui! Sbrigati!" (Marcello, ¡ven, date prisa!) Con un vestido palabra
de honor negro y empapado, de noche en la Fontana di Trevi, Anita Eckberg,
aquella mujer de curvas exuberantes descubierta por Fellini, llamaba a
“Paparazzo” (Marcello Mastroiani) en una inolvidable escena -símbolo de la
mejor época de una Cinecittà cuajada de estrellas irrepetibles y obras
maestras- en La Dolce Vita. “Una sola frase le bastó a Anita Eckberg para
meterse en la historia del cine” (Clarin).
Era
el final de los años ‘50, Anita no llegaba a los treinta, el mundo despertaba
del letargo de una dolorosa posguerra y empezaba a cambiar. Hoy, la legendaria
actriz que un día fue Miss Suecia y durante muchos años la amante clandestina
del industrial y magnate Gianni Agnelli, hijo de príncipes, marido de una
princesa y nieto del fundador de la Fiat, la última de las divas de un cine
desaparecido, ha fallecido en un hospital cerca de Roma a los 83 años. “¿La
vida? –solía decir- He ganado y he perdido”.
Nacida
el 29 de septiembre de 1931 en Malmö, Suecia, sexta en una familia de ocho
vástagos, Kerstin Anita Marianne Ekberg fue elegida Miss Suecia en 1950. Se
trasladó a Estados Unidos para competir por el título de Miss Universo; no lo
consiguió pero si obtuvo, en cambio, su primer papel en una película
protagonizada por John Wayne. Tras cinco años por los platós de Hollywood
consiguió un primer reconocimiento, el Golden Globe a la mejor esperanza
femenina, por su papel en Bloody Alley; al año siguiente aparecía en Guerra y
Paz, de King Vidor. Pero fue en 1960, con el estreno de La Dolce Vita, cuando
Anita Eckberg se convirtió en una estrella internacional. En Hollywood era
conocida como “el iceberg” porque su rubísima belleza de femme fatale parecía a
veces lejana, un escultor la eternizó como “La Venus de hielo”, los periódicos
italianos se referían a ella llamándole “la bomba sueca” y para su pigmalión
Fellini era cariñosamente “Anitona”.
A
Italia llegó en 1959 para participar en la película Nel segno di Roma, de Guido
Brignone y ese mismo año se integró en el rodaje de La Dolce Vita donde
interpretaba a Silvia, una actriz extranjera que recorre la capital italiana
acompañada por un periodista de la prensa amarilla. Después regresó a Estados
Unidos, participó en los rodajes de Llámame Buana (junto a Bob Hope) y Los 4 de
Texas (donde tuvo que competir con la actriz Ursula Andress, alta y rubia como
ella). A mediados de los ’60 se hizo oficialmente italiana, trasladó su
residencia a Roma y trabajó en producciones europeas como Scusi, lei è
favorevole o contrario (1966), con Alberto Sordi y Sette volte donna
(1967) di Vittorio De Sica, junto a Shirley MacLaine.
En1970
su carrera comienza a declinar, participa en películas intrascendentes como Casa
d'appuntamento, con Barbara Bouchet, el thriller Suor omicidi (1978)
di Giulio Berruti y el spaghetti western La cavalcata della vendetta
(1972) de Richard Harrison. Federico Fellini volvería a dirigirla también en
Boccaccio 70 (1962), I Clown (1970) y L’intervista (1987).
Tras
una relación de varios años con el actor británico Anthony Steel, acabó
casándose con otro actor, estadounidense, Rick Van Nutter, y su historia de
amor duró hasta 1975. Tras el divorcio, y establecida definitivamente en
Italia, fue la amante secreta de Agnelli, “un secreto bellísimo durante años
hasta que un periodista maleducado lo escribió todo”: “No tengo ni marido ni
hijos, pero he amado mucho”.
Cumplidos
los sesenta, Anita Eckberg fue la madre de Valeria Marini en Bambola
(1996), de Bigas Luna, y una cantante lírica en Il nano rosso (1998) de
Yvan Lemoine. Su última aparición fue en la pequeña pantalla, en 2002, en dos
episodios de la serie italiana Il bello delle donne. En noviembre de
2010 apareció por última vez en las pantallas hogareñas con motivo del
cincuenta aniversario de La Dolce Vita.
Desde
hace varios años vivía siempre sola y en condiciones económicas muy precarias.
A consecuencia de una caída, que le provocó una rotura del fémur, perdió
prácticamente toda su autonomía y se movía en silla de ruedas. En 2011, cuando
se recuperaba en una residencia, pidió ayuda económica a la Fundación Fellini
de Rimini, asegurando que se encontraba en la miseria.
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