Enterrada ya la última víctima de
los atentados de París (1) y cumplido el razonable “tiempo de la solidaridad”
que se impone en situaciones tan emocionantes y trágicas como la vivida las dos
últimas semanas, se abre la veda para llenar las páginas de los periódicos, el
aire de las pantallas y la nube digital, de especulaciones de todo tipo acerca
de las muy variadas teorías de la conspiración, y de críticas acerca de la
provocación que ha supuesto -como ya denunciaron en su momento el Sindicato
Nacional de Periodistas (SNJ) franceses y la Federación Europea de Periodistas
(FEJ)- ver encabezando un desfile en defensa de la libertad de expresión a unos
cuantos tiranos que, en sus países, encierran a los periodistas (y otros
ciudadanos también) en las cárceles, cuando no les agreden, “desaparecen” como
en Sri Lanka, o asesinan (estoy hablando de Ali Bongo, presidente de Gabón, Ahmet
Davotoglu primer ministro de Turquía, Sergueï Lavrov, jefe de la diplomacia
rusa, Abdallah ben Zayed Al-Nahyane, ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Viktor
Orban, primer ministro húngaro, Hussein de Jordania, Netanyahu…y muchos otros).
Sin olvidar recordar verdades como
puños, como que los llamados “grupos terroristas yihadistas” son en su
concepción “criaturas de Occidente” que, últimamente con la ayuda inestimable
de los reyezuelos del Golfo, lleva muchas décadas facilitando dinero y armas a
imanes y ayatolás fundamentalistas escondidos en lugares recónditos,
principalmente de Irak y Afganistán, para que aticen el fuego contra sus
contrarios y “se maten entre ellos”. “Francia en particular –ha dicho Julian Assange,
fundador de Wikileaks, desde su refugio en la embajada de Ecuador de Londres- ha
participado en el suministro de armas a grupos violentos en Siria, Libia y en
la recolonización del estado africano de Mali”, añadiendo que ese tipo de
actuaciones “políticas” acaban estimulando “ataques, en este caso usando un
objetivo fácil como la redacción del Charlie Hebdo”.
Desde 1980 se está produciendo una
intensificación de los movimientos anti-blasfemia en todo occidente, que
coincide con el aumento de la práctica del catolicismo en países de raíces
cristianas, aunque también con trayectoria librepensadora (Francia, Holanda,
Alemania, algunos países de la antigua órbita soviética), y una también más que
notable expansión de las conversiones al islamismo en segundas y terceras
generaciones de musulmanes afincados en países europeos (en Francia es la
segunda religión), frustrados por su falta de expectativas al ver como cada vez
se agranda más la fosa que les separa de sus iguales en edad, pero no en
condiciones (en la lista de los muchos “muros” que separan al norte del sur
debiera figurar el boulevard periférico parisino).
El 14 de febrero de 1989, el
ayatolá Jomeini dictaba un decreto que condenaba a muerte a Salman Rusdhie,
autor de “Versos satánicos”, publicado un año antes, y animaba a los musulmanes
“celosos” a “ejecutarle allí donde se encuentre”. En 2006, el tribunal de
casación francés dejaba sin efecto la condena de la campaña publicitaria de una
marca de moda, Marithé François Girbaud, que utilizaba como soporte una
fotografía en la que se había manipulado el cuadro “La Cena”, de Leonardo da
Vinci, y en lugar de Cristo y los apóstoles aparecían varios modelos, todos
mujeres salvo uno que llevaba ropa de la firma. También a partir de 2006 la
reproducción de las caricaturas de Mahoma, publicadas inicialmente en el diario
danés Jyillen Posten, reproducidas en un periódico holandés y en el semanario
francés Charlie Hebdo (y posteriormente en cientos de medios de comunicación de
todo el mundo), dieron lugar tanto a procesos judiciales como a amenazas de
muerte a los dibujantes.
Ante el drama de los terribles
asesinatos de París, el diputado Jean-Luc Mélenchon -apartado parece que
definitiva y voluntariamente de la dirección del Parti de Gauche y centrado
desde hace meses en el movimiento que propugna una revisión a fondo de los
mandatos constitucionales y la proclamación de la “Sexta República”- reflexiona
en su blog acerca del protagonismo que, en la respuesta ciudadana a la masacre,
se han arrogado los principales dirigentes franceses (de hecho, tanto François
Hollande como Manuel Valls han subido en las encuestas de “apreciación” de sus
ciudadanos tras encabezar la multitudinaria manifestación parisina), así como
en el anacronismo que supone el que en una sociedad laica como la francesa haya
zonas de sombra legal donde siga vigente un Concordato con la iglesia católica
que mantiene que la blasfemia es un delito; y, sobre todo, el peligro que para
la sociedad representa que, en nombre de la seguridad, se redacten nuevas leyes
que recorten libertades. (2)
“Quiero resumir –empieza el texto
que Jean-Luc Mélenchon ha publicado en su blog el 15 de enero de 2015- mi forma
de analizar y hacer propuestas en este momento. No tiene nada que ver con la
visión politiquera de la “unión nacional”, la nueva casilla en que
comentaristas sin imaginación ni vergüenza quieren encerrar a todos, a
cualquier precio. Para no dejarse liar basta con negarse a responder a la
incitación de entrar en polémica con Hollande o Valls en un momento como el que
vivimos. Para mí, el principal protagonista del momento, el que “ha estado a la
altura de la situación”, es el pueblo. Su espontáneo movimiento no puede
apropiárselo nadie. Más aún: su independencia es la garantía de su fuerza y
unidad”.
“Dentro de pocos días –continúa-
podremos hablar de nuevo libremente, sin temor a la provocación mediática.
Podremos decir lo que hemos pensado del tratamiento mediático de los
acontecimientos que acabamos de vivir. Sobre todo, en determinados momentos
cruciales, el que han hecho los canales de información continua, los
comentaristas expertos más que discutibles que han predicado la guerra santa
“de Occidente” contra la guerra santa de los fanáticos religiosos. Sin olvidar
a ese jefe de Estado que ha venido a dividir a los franceses, sugiriendo a
algunos de ellos que abandonen su patria (Netanyahu, que ha invitado
públicamente a los judíos franceses a trasladarse a vivir a Israel. 3.000
judíos de nacionalidad francesa acudieron a la llamada en 2014. Nota del
traductor). Dejemos todo esto de lado, por el momento. Pero no sin recordar a
quienes estos días han olvidado mencionarlo, y en contra de lo que dice Manuel
Valls sin que ningún medio le corrija, que el delito de blasfemia existe en
Francia a causa del Concordato (3). Y que incluso, en nombre de este delito, se
presentó en su día una denuncia contra Charlie Hebdo. Y que, durante la campaña
presidencial y después, Hollande y el PS querían meter ese Concordato en la
Constitución, con el apoyo entusiasta de un frente unido de parlamentarios de
la derecha y del PS de los departamentos “concordatarios” (…).
Más adelante sigue: “Mi posición en
este momento es la del combate cívico. Los asesinos tenían objetivos políticos.
La réplica, por tanto, tiene que ser política. Es decir, que hay que reforzar
los anticuerpos republicanos del fanatismo religioso. Sobre todo reforzando el
compromiso incondicional con la libertad de expresión, tal y como está definida
en la Declaración de Derechos Humanos (sin más límite que el que fija la ley).
¿Cómo? Ciertamente no abandonándose a la escalada de medidas de seguridad
pública, que en la práctica no tienen ninguna eficacia. Lo que cuenta es vaciar
el agua del estanque donde pueden prosperar los fanáticos. Hay que hacer
política. Hay que contar con la sociedad, con el pueblo, para encontrar la
respuesta. Es algo muy concreto” (…).
¿Seguridad o republicanismo? “A la
pregunta planteada por la versión digital de Marianne (http://www.marianne.net/Melenchon-Renforcer-les-anticorps-republicains-face-aux-terreaux-fondamentalistes_a243832.html,
semanario más bien de derechas, definido por su fundador Jean-François Khan
como “centrista revolucionario”, crítico tanto de la izquierda heredera del ’68
como del neoliberalismo, Ndt): “¿Después del atentado asesino contra Charlie
Hebdo y el secuestro de los rehenes que se saldó con cuatro muertos, la clase
política se ve tentada a llevar a cabo un reforzamiento del aparato
antiterrorista francés. Pero, en este momento ¿la única respuesta, incluso la
buena respuesta, es una ‘Patriot Act?”, mi respuesta ha sido: “¿La ‘Patriot Act’?
¿Quiénes lo dicen saben lo que es? Una ley de reducción de las libertades que,
como todas las leyes de excepción, no funciona ¡pero legaliza la tortura! El
delirio de seguridad pública se paga muy caro. ¡Stop a la escalada! Desde 2001
hemos tenido ocho leyes contra el terrorismo, sin incluir las leyes contra la
delincuencia y el crimen en banda organizada. ¿Cuándo se ha hecho el balance?
La discusión debe ser también técnica. ¿Qué ha faltado para impedir los
crímenes que acaban de cometerse? Yo estoy a favor de las medidas eficaces,
pero no con golpes de pecho y recuperación. Estamos hastiados de esta forma de
hacer política: de la comunicación efectuada por personas que menosprecian las
consecuencias de las palabras que emplean. A mi modo de ver, lo que hay que
hacer es reforzar los anticuerpos de la propia sociedad frente a los terrores
fundamentalistas. Cuanto más republicana es la sociedad, más aislados se
encuentran los criminales, y entonces su derrota está asegurada”. Me sumo así a
la respuesta que dio Fabian Stang, alcalde de Oslo, tras la masacre de la isla
Ostøya, perpetrada por el neonazi Anders Breivik en 2011: “Vamos a castigar al
culpable. El castigo será más generosidad, más tolerancia, más democracia”. Me
sumo también a la afirmación de Benjamin Franklin: “Un pueblo dispuesto a
sacrificar un poco de libertad por un poco de seguridad no merece ni una ni otra,
y acaba por perder ambas”.
“¿Cómo estimular los anticuerpos
republicanos de la sociedad frente a los fanáticos? Ejemplo de una medida
concreta: defender la prensa de opinión. Sobre todo subvencionándola más (En
Francia, el estado subvenciona las publicaciones por ley; el gobierno decide la
forma de repartir las subvenciones, Ndt). ¿Es normal que Le Monde diplomatique
reciba menos que un programa de televisión? ¿Es normal que L’Humanité (diario
comunista, Ndt) reciba tan poco como recibe, en relación con otros periódicos
que no se arriesgan nada en la lucha por las ideas? Esto es algo que no solo
concierne a la intervención pública; todos nosotros debemos recordar que la
mejor manera de que la prensa de opinión viva es comprarla. Por eso, el
movimiento que incita a comprar el número de “Charlie” que acaba de publicarse
es una reacción extraordinariamente política. Otro ejemplo: hacer comprender el
sentido del laicismo como garantía fundamental de la paz civil, y no como una
“opinión”… ¿No tenemos razones para pedir que el delito de blasfemia se suprima
en todas partes donde existe, en Francia y en Europa?”.
“¡El delito de blasfemia existe en
Francia! ¿Tengo que recordárselo a Manuel Valls, que ha dicho lo contrario sin
que nadie le corrigiera? El delito de blasfemia existe en Francia en los
departamentos donde se aplica el Concordato. ¿Debo recordar que, durante la
campaña presidencial, François Hollande pretendió incluir el Concordato en la
Constitución? Y que incluso fue el objeto de una carta, con fecha 13 de febrero
de 2012, de François Hollande a los representantes de los cultos reconocidos en
Alsace-Moselle (El régimen concordatorio en Alsace-Moselle es un elemento de
derecho local. Reconoce y organiza el culto católico, luterano, reformista e
israelí permitiendo que el Estado pague los salarios de los ministros de esos
cultos. Es una de las consecuencias del concordato de 1801, firmado por
Napoleón Bonaparte y Pio VII; el Consejo Constitucional confirmó su validez el
21 de febrero de 2013. Ndt): “El mantenimiento del Concordato debe abordarse
con respeto y comprensión de lo que fue la historia de este territorio francés”.
Y, para ello, indicaba que quería introducir, en el Primer artículo de la
Constitución, un segundo párrafo redactado así: “La República garantiza la
libertad de conciencia, garantiza el libre ejercicio de cultos y respeta la
separación de las iglesias y el estado, de conformidad con el título primero de
la ley de 1905, con excepción de las reglas particulares aplicables en
Alsace-Moselle”. Con excepción… En su carta, se mostraba muy preciso acerca del
sentido de esta excepción: “Lejos de atentar contras las reglas que rigen, de
manera particular, las relaciones entre el Estado y los cultos concordatarios
en Alsace-Moselle, serán por el contrario reforzadas en su especificidad,
viéndose reconocidas a nivel constitucional” (…).
“Yo lo denuncié, en medio de la
indiferencia burlona de los “conservadores”, durante la campaña. Aprovecho para
hacer una revelación: fue la única garantía que pedí por teléfono a François
Hollande cuando me sumé al llamamiento a votar por él (en la segunda vuelta de
la elección presidencial de 2012, Ndt): nada de Concordato en la Constitución,
y nada de contrato por encima de la ley, como había anunciado en algunos
artículos publicados en la prensa, que pasaron inadvertidos. Tras un silencio
me respondió: “Eso no lo haremos”. Ahora, los propios religiosos de
Alsace-Moselle, departamento en los que está vigente el Concordato que habría
que abrogar totalmente, acaban de pedir la abolición del delito de blasfemia.
Y, sin embargo ¡hay que ver como se mofaron cuando lo propusimos en el Proyecto
de ley laica presentado por los parlamentarios del Parti de Gauche! (https://www.lepartidegauche.fr/system/documents/textes-ppl%20pg%20laicite.pdf).
¿No deberíamos convertirlo en una reivindicación europea dado que el delito de
blasfemia existe en el derecho de Alemania, Italia, Irlanda y quien sabe
cuántos otros países?” (…)
“Implicar al pueblo en la defensa
de las libertades fundamentales y la protección del territorio nacional es la
mejor manera de estimular anticuerpos republicanos. ¿Un ejemplo? En su libro
sobre la lucha contra la delincuencia, mi camarada François Delapierre
(Délinquance: les coupables sont à l’Intérieur, Bruno Leprince éditions) recuperaba
la idea de una conscripción mixta dedicada a esa tarea. Un método que es lo
contrario de la “Patriot Act”, ley de reducción de libertades que entre otras
cosas legaliza la tortura. La escalada en la seguridad pública no tiene más
sentido que el del oportunismo que proporciona, a quien la propugna, una
máscara de autoridad que cuesta poco. Desde 2001, en Francia se han aprobado
ocho leyes contra el terrorismo; dos de ellas durante la presidencia de Hollande.
La última es del 4 de noviembre de 2014. ¿Pueden explicarnos que balance hacen
de estas leyes? No, nadie ha hecho la evaluación “(…)
(Fragmentos del texto publicado en
El Blog de Jean-Luc Melenchon el 15 de enero 2015, traducción M.A.).
(1) En el entierro de Charb, el
director de Charlie Hebdo, en su pueblo natal de Pontoise, ha habido humor,
emoción, provocación… familiares, colegas y amigos de Charb han rendido
homenaje, a su manera, al dibujante en una ceremonia de música y palabras a la
que han asistido también cientos de vecinos del lugar a través de las pantallas
gigantes instaladas en el aparcamiento del Parque de Exposiciones. Recibido con
la Internacional y despedido con “Dirty Old Town”, del grupo británico The
Pogues, interpretada por una fanfarria local, el féretro con los restos de
Stéphane Charbonnier (Charb, 47 años) fue el destinatario de las canciones, los
poemas y las bromas de amigos y supervivientes de la masacre, que le decían
adiós entre risas y lágrimas. Inevitable la tristeza que el cantante Benabar
acompañó al piano interpretando “Le Fou rire”: «Una risa loca en un
entierro…seguramente estaba nervioso,…no era el momento…Lloré en tu entierro,
no podía hacer otra cosa, ya no estabas aquí para reír conmigo”.
«Charb era más bien rockero
–escriben en Le Monde- Se ha escuchado a Los Dead Kennedys, un grupo punk de
los años 1978-80, en “Back in the USSR“. «Era su canción preferida, la ponía en
su apartamento y tiraba todo», dijo Luz, diseñador superviviente y autor de la
portada del número extraordinario de Charlie Hebdo, el ejemplar “de después”
que está vendiendo 5 millones de ejemplares en siete lenguas, y en todo el
mundo. “Debes estar haciendo piruetas en tu caja al saber que vamos por los
200.000 abonados. ¿Qué vamos a hacer?”, ha llorado en el micrófono Patrick
Pelloux, médico de urgencias, colaborador habitual de la revista y amigo íntimo
de Charb: “He perdido mi sombra, mi abrigo moral cuando me sentía terriblemente
desesperado”. Jean-Luc Mélenchon alzó varios decibelios el tono de las
intervenciones. “Charb, ellos no dirán nunca la última palabra mientras sigamos
juntos para continuar nuestra inagotable rebelión. Y seguiremos siempre porque
tu has hecho tu parte del trabajo para que así sea. Gracias camarada”.
(2)“¿Una Patriot Act? Excelente
idea... Los romanos llamaban a eso dictadura”, escribe el doctor en Historia
Antonin Benoit en el digital Rue 89. “En este momento –se puede leer en el
digital Korben, un referente muy serio para todos los “locos de la informática”-
… ya ha comenzado la escalada de las políticas relativas al control de
Internet. Pensábamos que Cazeneuve (Bernard Cazeneuve, ministro francés de
Interior, Ndt) ya había alcanzado el orgasmo con su ley sobre el bloqueo
administrativo de las sitios, pero se diría que terminada su cabezadita
post-love ha decidido dar el siguiente paso. De fachada, todo el mundo, desde
Axelle Lemaire (secretaria de Estado de lo digital) hasta Manuel Valls
coinciden en decir que no, que la Patriot Act a la francesa está mal y no
ocurrirá. Pero, entre bastidores, la cosa se está agitando… Cazeneuve para dar
una patada en las bolas a los estadounidenses, Nicolas Sarko-por-todas-partes
aportando buenos consejos y “Manu” (Valls) dando un plazo de 8 días a sus
equipos para que imaginen todo y no importa qué para garantizar, de una vez por
todas, el control de Internet (…) Las próximas semanas, los próximos meses,
serán decisivos para el futuro de los internautas, la prensa, los blogueros y
los defensores de la libertad de expresión y la vida privada”.
(3) Una blasfemia es un discurso
considerado insultante para quien veneran o consideran sagrado las religiones,
dice Jean-Luc Mélenchon en su artículo “Derecho a la blasfemia”, que aparece en
el Dictionnaire de la laïcité publicado en la editorial Armand Collin. Pero “la
blasfemia solo es escandalosa para quien venera la realidad blasfemada”, dijo
ya en el siglo XVII el filósofo y escritor francés Pierre Bayle. No existe
ninguna ley que establezca un espacio sagrado cuyo contenido quede fuera del
campo de la ley libremente debatida. Por tanto, no existe la blasfemia
objetiva. Como la noción de blasfemia es estrictamente religiosa, desde el
punto de vista de una sociedad laica existe una libertad de pensamiento y
expresión que no reconoce el límite del espacio imaginario declarado sagrado
por las religiones. No existe, por tanto, el derecho a la blasfemia, porque la
blasfemia no tiene ninguna realidad, ni en el orden de los hechos observables,
ni en el orden jurídico. “El “derecho a la blasfemia” es por tanto lo mismo que
el de injuriar a Papá Noel.
Sin embargo, las religiones
monoteístas han conseguido imponer la condena de la blasfemia como una norma.
Encontramos la condena a muerte del blasfemo en los textos fundamentales del
Judaísmo, Cristianismo e Islam (Levítico, 24.1016: "Quien blasfeme el
nombre del Eterno será castigado con la muerte…”; Según el apóstol Juan, los
judíos querían lapidar a Jesús porque, siendo hombre, se decía dios y lo
consideraban una blasfemia; el Corán castiga con la muerte el insulto a Alá: “A
los que ofenden a Alá y Su mensajero, Alá les maldice tanto aquí abajo como en
el más allá y les prepara un castigo envilecedor”, Sura Al Ahzab 33:57).
En Francia, la blasfemia se
castigaba con la muerte hasta la revolución Francesa. Los artículos 10 y 11 de
la Declaración de derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789 suprimen la noción
de blasfemia del derecho francés, siempre que no provoque abusos ni altere el
orden público. La adhesión de los departamentos de Alsace y Moselle al
concordato, en 1918, reintrodujo la noción de blasfemia en el derecho francés
mediante la incorporación del artículo 166 del código penal alemán, que castiga
la blasfemia con tres años de cárcel.
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