“Sé
que estoy viva. Tengo a gente a la que quiero y tengo cosas que quiero hacer
con mi vida”.
Pero
esto es solo el principio, el principio de un descenso al limbo al que conduce
el Alzheimer. Julianne Moore hace en Siempre Alice (Still Alice, sin duda
habría sido más exacto traducir literalmente por “todavía Alice”) la que es
probablemente hasta la fecha la mejor interpretación de su carrera, que acaba
de valerle el Globo de Oro a la mejor actriz dramática y la sitúa en una
posición muy favorable para la carrera por el Oscar.
Excelente
su interpretación de Alice Howland, la heroína de la novela de la neuróloga
Lisa Genova (Still Alice, 2007), una profesora de lingüística a la que
diagnostican un Alzheimer precoz cuando acaba de cumplir cincuenta años,
Julianne Moore representa un drama sincero –escrito y dirigido por el
matrimonio Richard Glatzer/Wahs Westmoreland- que se enfrenta sin patetismo,
con valor y sensibilidad, a los avances de una enfermedad que hace sentir “que
vamos perdiendo el viento bajo las alas”.
Aplaudido
en 2006 en el Festival de cine independiente de Sundance por su película Quinceañera,
Richard Glatser descubrió poco después que padecía una esclerosis lateral
amiotrófica (Sla) y al parecer fue su médico quien le propuso que hiciera una
adaptación de la exitosa novela de Lisa Genova. De la colaboración con su
pareja nació esta película centrada en la intimidad y la reserva de una familia
a la que afecta la enfermedad de uno de sus miembros.
Historia
de decadencia de una mujer inteligente y especial que día a día va perdiendo
sus pistas, el sentido del tiempo, de cuando conocía su nombre y el de las
personas queridas, de cuando sentía emociones y apreciaba las cosas que
formaban parte de su vida. Asistiendo al declive de Alice es inevitable pensar
en algunas escenas de otra gran película, Amour, de Michael Haneke, ganadora de
la Palma de Oro en Cannes en 2012, y del Globo de Oro, 2 Bafta, 5 Cesar y el Oscar
a la mejor película extranjera en 2013.
Poco
después de celebrar su cincuenta cumpleaños, con su marido (Alec Baldwin,
Malice, La caza del Octubre Rojo, Blue Jasmine) y sus tres hijos, Alice,
profesora en la Columbia University, empieza a notar que tiene dificultades en
la comunicación verbal y que no recuerda algunas cosas banales de su vida
cotidiana. “Alice tienen todo lo que desde fuera se interpretaría como una vida
perfecta: es inteligente y guapa, tiene tres hijos adultos ya sanos y guapos, un
marido investigador y muy atractivo que la adora, ha publicado el libro “De las
neuronas a los sustantivos”, tiene un apartamento en el Upper West Side y una
casa en la playa; se viste bien y prepara una cena perfecta para Navidad. “¿Qué
podría salir mal? La respuesta es todo” (The New Yorker).
Tras
el diagnóstico de un Alzheimer precoz de carácter hereditario empieza a luchar,
apoyada por la familia, para no perder su propio rastro y en la medida de sus
posibilidades resistir a una de las enfermedades más crueles de nuestro tiempo,
un declive que en este caso avanza velozmente minando tanto la identidad de la
enferma como las relaciones con los demás.
“Una
historia de amor y respeto en el seno de una dimensión familiar sacudida por un
acontecimiento dramático y difícil de afrontar”, según los realizadores. Una
película intensa que emociona. La joven Kristen Stewart (Crepúsculo, la saga
completa), en el papel de la hija rebelde e independiente, que acaba siendo el
auténtico apoyo de una madre perdida en la nebulosa de sus neuronas, y Alec
Baldwin en el marido, amoroso pero al límite de sus fuerzas, son los mejores
acompañantes de una guapísima Julianne Moore, en plena madurez personal e
interpretativa, que ha puesto todo de su parte para conseguir un personaje brillante
y plagado de matices.
“Todo
lo que puedo hacer es vivir el momento”, dice Alice, confirmando su
determinación de no perderse “en un mar de silencios y desilusiones”. Magistral
es la mejor palabra para definir la escena, delicada y muy triste, en que Alice
encuentra en su ordenador portátil el vídeo que grabó en los comienzos de la
enfermedad, cuando todavía controlaba su vida, y que estaba destinado a ser el
último mensaje que recibiera.
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