El 26 de noviembre de 1942, en Nueva
York, se estrenó « Casablanca », una película llamada a convertirse
en símbolo de muchas cosas a la vez: de la generación que luchó en la Segunda
Guerra mundial contra los nazis, de la entereza del héroe resistente, del amor
intemporal, del arrepentimiento y la redención…y, en cierta manera también, de
la Francia colaboracionista.
La ciudad de Casablanca estaba en aquel momento bajo el régimen de Vichy lo
que explica que, a pesar de los tres Oscar conseguidos por la película en 1944
(Mejor película, Mejor realizador y Mejor guión adaptado), no se estrenara en
ninguno de los países del norte de Africa, para no herir susceptibilidades; y
eso, a pesar de que se le encargó inicialmente a su realizador, Michael Curtiz,
“para capitalizar la invasión aliada” de la zona (Culturebox).
Considerada una de las tres
grandes películas de toda la historia del cine (junto con “Ciudadano Kane” y
“El padrino”, según el American Film Institute), Casablanca es una
película emblemática, “una historia de
amor devastadora” con dos intérpretes –Humphrey Bogar e Ingrid Bergman- que el
tiempo ha convertido en mitos, en los papeles de Rick Blaine e Ilsa Lund, “dos
amantes malditos cuyo amor debe sacrificarse” en la lucha contra los nazis.
Inspirada en una obra de
teatro de MurrayBurnett y Joan Alison, “Casablanca” (que, según un sondeo de
2006, es la mejor película de todos los tiempos para los parlamentarios
británicos) ha dejado como legado a la vida cotidiana de muchos occidentales un
puñado de frases que el tiempo ha convertido en imprescindibles. Entre ellas
“Tócala otra vez, Sam”, “Detenga a los sospechosos habituales”, “Este es el
comienzo de una hermosa amistad” o, y sobre todo, “Siempre nos quedará París”.
El tiempo también ha sido el
encargado de revalorizar todo lo que tiene alguna relación con la película: el
Oscar que consiguió Michael Curtiz se vendió en 2012, en una subasta en Santa
Mónica (California) por 2,1 millones de dólares; y, dos años más tarde, por el
piano que Sam tocaba en el Rick’s Café pagaron 3,4 millones de dólares en Nueva
York. El piano –cuya tapa se modificó para adaptase la intriga de “Casablanca” y esconder los
visados-es omnipresente en la película, es el instrumento donde Sam interpreta
« As time goes by », después de que Ilsa se lo pida con insistencia y
lágrimas en los ojos. Por cierto: que Sam (Dooley Wilson, actor, cantante y
batería de jazz) no sabía tocarlo, tan solo cantaba en la película.
¿Qué explica -aparte su atractivo romanticismo en uno
de los momentos más negros de la historia del siglo XX- que “Casablanca” haya sido capaz de saltar por encima del
tiempo y el progreso y se conserve, tres cuartos de siglo después, en el
ranking de los mejores filmes? Para Amanda Garrett, escritora y especialista en
filmes de la edad de oro hollywoodiense, “es una película que cautivó al
público en las horas más sombrías de la Segunda Guerra mundial, y su mensaje
sigue siendo pertinente. En ‘Casablanca’ todos los personajes están en una
situación desesperada, bajo un régimen totalitario, que les fuerza a decidir cómo
reaccionar frente a un mal inimaginable”.
En contra de los muchos teóricos que han insistido acerca de
“la química” existente entre Bogart y Bergman, e incluso de las insinuaciones
de una atracción mutua, tanto algunos amigos como los miembros de las
respectivas familias, han asegurado siempre que la pareja no se soportaba, ni
tuvo nunca un interés especial en “Casablanca”. Al parecer, Ingrid Bergman (que
falleció en 1982, a los 67 años) aceptó
el papel después de que inicialmente la rechazara el director Sam Wood para
interpretar “Por quien suenan las campanas” (aunque terminó por rodarla junto a
Gary Cooper) y una vez que las actrices Hedy Lamarr y Michéle Morgan se
hubieron desinteresado de interpretar a Ilsa Lund.
En los años 1940, Casablanca era ciudad tranquila,
asomada al Atlántico, hasta el día en que Hal B. Walls, un productor de los
estudios Warner, descubrió la obra teatral “Everybody Comes to Rick’s”, escrita
en 1938 por Murray Burnett y Joan Alison, que no se había estrenado y estaba
inspirada en los viajes que Murray hizo por Europa en la década de 1930. “Everybody Comes to
Rick's” fue comprada por 20.000 dólares
y su título cambiado por “Casablanca”.
Originalmente, la historia transcurría íntegramente
en le café de Rick, y terminaba cuando Ilsa y su marido, el resistente húngaro
Victor Laszlo, lo abandonaban camino del aeropuerto. Al parecer, en algún
momento de la escritura del guión se planteó la posibilidad de que Victor
muriera y los que tomaran el avión para Lisboa fueran Ilsa y Rick. Para el
realizador David O. Selznick “hubiera sido un terrible error cambiar el final”.
La canción “As Time Goes By” no fue escrita para la
película. La compuso Herman Hupfeld en 1931 para la revista musical de Broadway
“Everybody’s Welcome”, donde pasó sin pena ni gloria. No alcanzó celebridad
universal hasta que Dooley Wilson la interpretó en “Casablanca”, significando
toda la nostalgia que necesitaba la producción.
A lo largo de los 75 años transcurridos desde su
estreno, los recuerdos de “Casablanca” han recorrido varias veces las más
importantes firmas de subastas del mundo. No solo el piano –que solo tenía 58
teclas y un chicle pegado en el taburete, y era propiedad de un dentista de Los
Angeles- y el Oscar de su realizador; también se ha vendido un primer borrador
del guión titulado “Todo el mudo viene a Rick’s” en más de 100.000 dólares y
las puerta de entrada del café en 115.000; otro guión revisado en 68.500
dólares. Por el pasaporte de Ingrid Bergman en la película se pagaron 35.000 dólares y por los visados del
matrimonio Lazslo 118.750 dólares. Lo más barato hasta la fecha: una silla del
Rick’s Café adjudicada en 5.000 dólares.
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