“¿Ellos pueden
violar y yo no puedo mentir?”.
Una frase que de alguna
manera sintetiza la película el mensaje de “Blanquita”, película escrita y dirigida por el chileno Fernando Guzzoni (“Carne de perro”, Jesús”),
un tenso, complejo y absorbente thriller de denuncia social, basado en el
turbulento y confuso Caso Spiniak, un proceso judicial que en los años del
cambio de siglo escandalizó a la opinión pública chilena, al destapar una
red de prostitución infantil y pederastia urdida por un famoso empresario
chileno con la supuesta implicación de tres senadores.
Este caso real gira en torno a la tragedia de las
víctimas y los prejuicios de clase social, la impunidad de los poderosos,
las debilidades del sistema judicial y la corrupción política, la
participación de la Iglesia o la ética periodística de los medios de
comunicación. Muchos, demasiados implicados en un suceso –en el sentido más literal
posible-, en cuya confusa resolución he interpretado que los culpables “se
fueron de rositas”. "Blanquita" -Premio al
Mejor Guión en el Festival de Cine de Venecia 2022, Colón de Oro a la Mejor
Película en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, y elegida
para optar a los Oscar 2023, es el relato de lo sucedido a una
testigo clave del caso quien, con el
apoyo de un sacerdote (Alejandro Goic), una diputada (Amparo Noguera) y una
psicóloga, se enfrenta a un mundo siniestro de poder político y económico.
También es una reflexión sobre los límites éticos personales y
profesionales en busca de Justicia y de Verdad.
Blanquita (Laura López, impecable en su debut en el cine) tiene 18 años,
una hija recién nacida, y ha regresado a la casa de acogida para víctimas infantiles
de discriminación y abusos que dirige el padre Manuel, de donde escapó
cuatro años antes. Los niños acogidos tiene una conexión especial con
Blanquita, dada su edad y experiencia, como ocurre con Carlos, el niño más frágil
del orfelinato, que la considera su amiga y confidente. Blanquita es la
principal testigo de un escándalo en el que están implicados niños en
situación de vulnerabilidad (abandonados, drogadictos, pequeños delincuentes…),
políticos y hombres ricos que organizan fiestas sexuales. A medida que
avanza la investigación, las declaraciones de Blanquita –quien,
efectivamente- fue una niña con la que se cometieron abusos de todo tipo-
pierden fuerza.
Cuando estalla el escándalo,
Blaquita reconoce a uno de los hombres que abusaron de ella, un senador que
naturalmente niega todas las imputaciones mientras fiscales, jueces y
medios de comunicación, centran toda su atención en la joven. El dilema de
este thriller político y psicológico está en saber quién de los dos,
víctima y acusado, saldrá ganador.
Huyendo del fácil maniqueísmo,
el realizador Fernando Guzzoni hace con “Blaquita” un retrato incómodo e
inquietante de la realidad política chilena y de la violencia soterrada que
un grupo social ejerce sobre otro más débil, exactamente igual que recuerdan
quienes vivieron la dictadura militar (1973-1990) iniciada con el golpe de
estado de Pinochet que propició el suicidio del presidente socialista
Salvador Allende.
El nudo de la película tiene
lugar en los distintos interrogatorios –de políticos, fiscales y jueces-
por los que tiene que pasar Blanquita- y su tratamiento en los medios,
especialmente la televisión; sin olvidar el papel de las autoridades de la
iglesia católica “como fuerza oscura que sigue actuando en la sombra de la
democracia (…) El resultado es una vertiginosa zambullida en el mismo
corazón del horror, donde las víctimas de ayer construyeron como mejor pudieron
estrategias de supervivencia para convertirse en los protagonistas de sus
vidas en el momento presente” (Mediapart
(1) “Blanquita” se
puede ver en los cines de Madrid desde este viernes, 12 de mayo de 2023.
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