Comedia francesa
que supone la incursión en la dirección del actor Gilles Lellouche
(“Pequeñas mentiras sin importancia”), interpretada por Guillaume
Canet (Rock & Roll”), Matthieu Amalric (“El gran hotel Budapest”), Virginie Efira (“Elle”)y Benoît Poelvoorde (“Coco”).
En los pasillos de la piscina municipal,
Bertrand, Marcus, Laurent, Thierry y los otros se entrenan bajo la relativa dirección
de Delphine, una antigua estrella de la natación que ahora frecuenta las
sesiones de alcohólicos anónimos. En plena crisis de los cuarenta/cincuenta,
este grupo de hombres depresivos se siente útil cuando emprenden juntos la aparentemente
absurda aventura de la natación sincronizada, una especialidad hasta ahora reservada a las mujeres, que dará
un sentido nuevo a sus vidas.
La conseguida
mezcla de comedia y drama hace de “El gran baño” (La grande bagnade) una
película popular y coral bien pensada, divertida, tierna, sensible, melancólica
y un tanto irregular, en la que tiene un papel decisivo la elección de los
cinco principales protagonistas. Si bien la primera parte acaba aburriendo un
poco, la llegada de una nueva entrenadora ((Leïla Bekhti, “Un
profeta”), una belleza en silla de ruedas con un
carácter extremadamente autoritario, consigue remontar la historia.
Ya definida por
algún crítico como “un Full Monty a la francesa”, “El gran baño” es una
película sobre algunos aspectos del malestar social más actual. No es difícil imaginar
a estos cuarentones deprimidos formando parte de las manifestaciones de
“chalecos amarillos”; como ellos, los protagonistas de esta película agridulce
tienen dificultades económicas, padecen de soledad, desórdenes familiares, un
trabajo que les genera fastidio y hasta sufrimiento. Quizá resulten hasta
ridículos en su empeño por emular aquella “Escuela de sirenas”, hoy vieja y
kistch, que protagonizara Esther
Williams en 1944; pero no es menos cierto que esa terapia coreográfica a la que
se entregan resulta de lo más convincente.
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